—¡Muy bien! ¡Lo haces muy bien! —adulaba Timothy Hardwick a su esposa.
Danielle los miraba con fastidio, después de clases de como tomar el té, como sentarse correctamente, entre otras cosas que ella encontraba que no eran de utilidad, Micaela se había superado, ahora estaba enseñando a Danielle como hacer reverencias.
«Esta mujer está loca, ¿para qué me va a servir hacer una reverencia?» pensaba Danielle mirándola con la boca abierta.
—A ver, hazlo tú ahora, veamos que tan bien se te da. —la apremio Micaela, sentándose en un sillón como si fuera una reina.
Danielle lo hizo supermal solo para burlarse y mortificar a la mujer, aguanto la risa cuando Micaela se puso una mano en pecho diciendo que tendría mucho trabajo con ella.
—Querido, nos tocó la peor copia de nuestra hija. —decía la señora Hardwick lamentándose.
Danielle enarcó una ceja al escucharla como la llamó copia de Berenice Hardwick, y para molestarla más, cada nueva reverencia la hacía peor que la anterior.
—Noo, por favor no — la detuvo Micaela después de veinte minutos—, continuemos mañana, hoy me ha dado dolor de cabeza.
Danielle sonrió interiormente y se dirigió a la cocina, a pesar de llevar viviendo con los Hardwick más de dos semanas, ella cenaba con el personal de la casa, los señores no encontraban digna de cenar en la misma mesa que ella.
—¿Y mi reverencia dónde está? —preguntó Kaelyn en voz baja cuando entró en la cocina
Kaelyn era la chica del servicio que le habló cuando rompió la taza el primer día de “entrenamientos”, se habían hecho amigas
—Reservadas para aquellas personas ridículas que tienen aires de grandezas —respondió devolviendo la broma, también en voz baja.
Kaelyn y Danielle comenzaron reír, con cada locura de Micaela Hardwick, ellas reían hasta las lágrimas, estaban completamente seguras que la mujer necesitaba Un especialista con urgencias.
—¿La hija es así de trastornada? —preguntó Danielle susurrando.
—No la he visto mucho por aquí, pero la gente comenta que está un poco consentida por los padres. Quién sabe como es. —susurró Kaelyn sentándose a la mesa frente a Danielle—, pero espero que se haya librado de tanta locura.
Las dos mujeres jóvenes siguieron conversando y bromeando hasta que estuvo lista la cena, entonces Danielle la ayudó como hacía a veces a preparar la mesa y a llevar la cena al comedor para que cenaran los Hardwick. Kaelyn le caía muy bien y por eso la ayudaba.
—Cuando esté instalada en la nueva casa pediré que te lleven para allá, así te quitas por un tiempo a Micaela de arriba.
Kaelyn le agradeció la intención, pero ella no podía abandonar la ciudad, tenía una sobrina pequeña que cuidar, su hermana había muerto en un accidente de auto y tuvo que quedarse al cuidado de la pequeña niña.
—Preguntaré si puedes llevar a la niña también, así te ayudaré con su cuidado. —dijo Danielle, imaginando que su futuro esposo no tendría un motivo para negarle la solicitud.
—Aquí me pagan muy bien, a pesar de las locuras que tengo que aguantar, te lo agradezco Dani, pero con lo que ganó en esta casa puedo mantener muy bien a mi sobrina. —respondió Kaelyn.
Danielle no insistió, ella la entendía, al tener que velar por los intereses de su madre aparte de los suyos, la dejaba escogiendo algo que no le gustaba por el bienestar de ambas.
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Danielle miraba las fotografías, en cada una de ellas se veía una niña con una gran sonrisa y en otra para Danielle una niña que fingía la sonrisa, en cada una había ostentación de regalos costosos y viajes a lugares exóticos, pero lo que si no logró ver a los Hardwick teniendo en sus brazos a su pequeña hija o dándole una muestra de cariño. Danielle tomó una de las fotos más recientes en sus manos, en ella se veía a Berenice con la Torre Eiffel de fondo, para sorpresa de Dani, en ella se veía feliz, diferente a las demás fotografías, ¿Quizás por eso no quería regresar? ¿Se sentiría libre en un país diferente al suyo, lejos de sus padres? Danielle la entendía, si para ella era un infierno los pocos días que llevaba en aquella casa, ¿cómo habría sido una vida completa allí?—¿Ves lo hermosa que es mi hija? No entiendo como Timothy puede pensar que te pareces a ella. —dijo Micaela señalando una foto de Berenice con un vestido de noche.
Danielle rodó los ojos, Micaela le estaba diciendo fea sin decir las palabras, agradecía que su madre siempre la apoyó antes de enfermar y le hizo cimentar la seguridad en sí misma, la señora que tenía frente a ella le hacía comentarios muy hirientes, que ella estaba segura de que estaba consciente de lo que decía.
—¿Y cuál es el color favorito de Berenice? ¿Tiene algún hobby? —preguntó Danielle queriendo sabe más de la mujer por la cual tenía que hacerse pasar.
—Mi hija tiene mucha clase para esas cosas —respondió Micaela mirándola con altivez—, pero bueno, lo entiendo, considerando de donde vienes.
Danielle se mordió la lengua para no responder como se merecía la vieja bruja. Ahorraría las energías para algo que de verdad valiera la pena, aquella mujer le daba muchísima lástima.
—Y hay algo que me pueda contar sobre ella, que pueda ser relevante, ¿quizás algo que no me haga decir una gran mentira y luego puedan descubrir con facilidad esa mentira? —preguntó para cambiar de tema y no tener que responder a los comentarios insoportables de Micaela.
—Él no la conoce, puedes mentir todo lo que quieras, sin manchar la imagen de mi hija, por supuesto, y él lo creerá sin sospechar absolutamente nada. —respondió Micaela.
Danielle cerró los puños enojada, sintiendo que algo explotaba dentro de ella, y en tono de voz alto le gritó:
—¡¡Señora Hardwick!! Ustedes son los interesados en robarle el dinero a ese hombre, yo solo quiero interpretar bien mi parte, ¿por qué usted no lo entiende?
Micaela abrió y cerro la boca por la sorpresa, no se esperaba que Danielle le hablara de ese modo, no estaba acostumbrada a que un empleado le respondiera y menos le gritara. Cuando se recuperó la señaló con el dedo índice acusatoriamente:
—Nosotros no le vamos a robar a nadie, ese es un don nadie que quiere escalar en la esfera social valiéndose de nuestro distinguido apellido, además obtendrá beneficios por el negocio que harán, y tú, tú no eres nadie para hablarme así. Exijo una disculpa de tu parte.
Danielle se negaba a disculparse, ella había aguantado demasiado de esa señora, una de ella no haría diferencia alguna. Levantó la barbilla y le dijo que no.
—¿No? ¿No te disculparas conmigo? —preguntó Micaela con la cara roja por el enojo—; Pues te quiero fuera de mi casa en este momento, y quiero que sepas que daré muy malas referencias tuyas, te será muy difícil encontrar un empleo, y además, no te aceptaré de nuevo en mi casa cuando vengas rogando perdón.
Danielle seguían negándose a disculparse, si Micaela había muy desagradable y no lo había hecho, ¿por qué ella sí tenía que hacerlo?
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Dos horas después Danielle se arrepentía de su arrebato, Micaela la había echado a la calle sin contemplaciones, y repitiéndole que si se disculpaba, la dejaría regresar a la casa. Danielle miró al rededor del parque donde estaba, sentada en un banco con las pocas pertenencias que había llevado con ella. Suspiró derrotada, preguntándose a dónde podría ir, ya no tenía una casa a la cual regresar, y no creía que pudiera encontrar algo económico en tan poco tiempo, ni siquiera tenía un trabajo que le representara, aunque sea para un alquiler de una habitación. Danielle ocultó el rostro entre las manos, la tristeza se había apoderado de su cuerpo, tenía las mejillas enrojecidas y podía notar dolor en el corazón, después de salir de la casa de los Hardwick había ido a ver a su madre, quería sentirse querida aunque solo fuera con su presencia, pero le había sido imposible ver a Isabela, su madre no se encontraba bien, el alzhéimer la había llevado al pasado, a su niñez, y creía que su familia la había abandonado en aquel lugar, los cuidadores y los médicos tuvieron que trabajar duro para estabilizarla y no creían conveniente que ella la viera. Danielle creía que su madre sentía su angustia, por eso su estado había empeorado. Inhaló y exhaló con respiraciones profundas, quería calmarse y así enviarle buenas vibras a Isabela.Estaba oscureciendo, el sol estaba ocultándose en el ocaso, cuando Danielle recibió una llamada, y al ver el identificador de llamada se encontró de ver que la llamaba Timothy Hardwick. Danielle suspiró profundamente antes de tomar la llamada, no quería que su voz se escuchara entrecortada.
—Hola, señor Hardwick, ¿qué se le ofrece? ¿Dejé alguna cosa en su casa que resulte ofensivo? — Pensaba tratando de parecer indiferente, aunque lo que quería era pedirle que le regresaran el trabajo.
—No, no la llamo por eso, quería que reconsiderara regresar, Micaela entendió que se excedió un poco con su actividad hacia ti, y está dispuesta a aceptarte nuevamente en la casa si te disculpas con ella. —respondió Timothy Hardwick.
Danielle escuchó con incredulidad, Micaela Hardwick reconoció que estaba equivocada, pero aun así pidió una disculpa. Danielle se tragó su orgullo, necesitaba el dinero y un lugar donde vivir, así que con dolor en su alma, se disculpó con Micaela.
—Esperaremos tu, no tardes. —comunicado Timothy y colgó sin esperar respuesta.
Quince días despuésDanielle esperaba nerviosa, sentada al lado de Timothy Hardwick, la llegada de Maximilian Huddleson era inminente. Se retorció las manos hasta que se dio cuenta de lo que hacía y las puso encima de su regazo tratando de aparentar tranquilidad, algo que no tenía porque estaba segura de que serían atrapados en el engaño. Danielle se preguntó una última vez que hacía allí, luego recordó, se cansó de buscar un apartamento de bajo costo que fuera bueno para Isabela y no lo encontró, luego el casero le había dado menos de quince días para desalojar el apartamento porque tenía un cliente potencial y por último, su madre había tenido un ataque de ansiedad y había ido a parar al hospital, acumulando facturas que no sabía cómo pagaría. Se pasó dos días buscando trabajo y no encontró ning
Danielle estaba en un nervio vivo, Maximilian aún no le había pedido que cumpliera sus funciones como esposa, se iba temprano en la mañana y regresaba tarde en la noche, ella esperaba que en cualquier momento cuando llegara a casa le pidiera tener intimidad, con cada día que pasaba el rostro de Maximilian se volvía más cruel, ella no sabía explicar como lo percibía, pero no era el mismo hombre que conoció un mes atrás. ¿Qué pasaba? Le daba miedo averiguarlo.Danielle se puso las gafas oscuras y una gorra antes de salir de la clínica donde estaba su madre, la visitaba a escondidas mientras su falso esposo se iba a trabajar, en cualquier momento se iban de la ciudad y quería pasar el mayor tiempo posible con su madre. Tomó un taxi y antes de llegar al apartamento se quitó los accesorios que podían hacerla pasar desapercibida y los echó en el bolso.<
Danielle entró al apartamento y se dirigía a la habitación para cambiarse de ropa cuando Maximilian salió de la oficina que mantenía allí.—¿Dónde estabas? —preguntó enojado, caminando hacia ella.—Ya te lo dije, estaba en el parque, en el mismo que tu chófer fue a buscarme. —contestó ella y continuó su camino.Maximilian la tomó por el brazo con una mano y la detuvo, la miró de arriba hacia abajo, como si buscara en alguna parte de su cuerpo algo que delatara la mentira que acababa de decir.—¿Estabas llorando? —interrogó cuando la miró directo a los ojos.Danielle soltó su brazo del agarre que Maximilian le tenía con un gesto brusco y negó haber llorado, afirmando que solo se veía sonrojada y los ojos rojos por el esfuerzo físico que había hecho con la
Danielle vio todo rojo al escucharlo, ¿cómo se atrevía a decir aquello, cómo si su opinión o ella no importan? Lo apuntó con el dedo índice y le hizo saber que ella no estaba de acuerdo, un matrimonio no podría llevarse así, la convivencia no sería buena.—No es decisión tuya, tendrás que hacer lo que yo te diga. —respondió Maximiliano con mucha calma.—No haré nada parecido. —protestó Danielle. Danielle se había quitado los zapatos, guindaban de las correas en los dedos de una mano mientras caminaba por todo el litoral de la playa, sintiendo la arena entre sus dedos. Se agachó y tomó una caracola que estaba semillas enterradas en la arena, la miró de cerca y le gustó el diseño que tenía, al contemplarla mejor, decidió buscar una cada vez que diera un paseo por la playa y guardarla hasta el día que terminara su contrato. Miró hacia atrás, había caminado mucho y la casa se veía un poco pequeña. Aprovechó que no se veía nadie alrededor y sacó el teléfono, quería buscar información de Maximilian Huddleson. Puso en el buscador el nombre y esperó, ¿qué encontraría en su búsqueda? Esperaba que fuera información útil. Danielle frunció el ceño al ver el resultado, aparte de unas pocCapítulo 9
Danielle entró a la casa y buscó a Maximilian por varias habitaciones de la casa, quería pedirle ir de compras, quería compras un sombrero de playa y protector solar, lo que vio al caminar por la arena le encantó, y sabía que pasaría mucho tiempo en la terraza observando el mar o haciendo senderismo por esa playa paradisíaca. Maximilian no se encontraba en ninguna de las habitaciones comunes, y Danielle fue hasta la habitación, si iban en ese momento podría dar otra caminata al atardecer, pero se quedó en el pasillo con la mano lista para tocar a la puerta, preguntándose si estaría interrumpido, ¿y si estaba en el baño? ¿O descansando en la cama? ¿Y si estaba sin ropa? Danielle se regañó interiormente por ese último pensamiento, ¿qué hacía pensando en ese hombre desnudo?—Aunque se debe de ver bien. —dijo
Maximilian no hizo caso de la pregunta que le hicieron y caminó hacia delante, alcanzando a medio camino a la morena que seguía sonriendo, sin tomarse el tiempo de presentar a su esposa, que se quedó mirando como tomaba entre sus manos las manos de la otra chica y la besaba en la mejilla efusivamente. Danielle miró con ojos entrecerrados como Maximilian y la recién llegada iniciaron una conversación alegre dejándola fuera. En un momento dado se sintió incómoda al ser excluida, y comenzó a morderse una uña mientras apoyaba todo el peso en un pie y luego en el otro. Pero no pudo aguantarse más cuando la mujer puso una mano en el hombro de Maximilian y soltó una risita coqueta, estaban rememorando un encuentro pasado y Danielle se irritó. Caminó varios pasos y poniéndose al lado de su esposo, enredó un brazo con uno de él, y apoyando la cabeza en el hombro, pidió ser presentada. —¿Quién es tu amiga, mi amor? A la chica se le borró la sonrisa al ver como Danielle se apoy
Danielle tomó de la mesita que tenía al lado de la tumbona, una copa de mojito¹ que se había preparado antes de ir a la terraza, se la llevó a los labios y mientras se tomaba un trago de la bebida, pensó que decir que no la comprometiera. Maximilian la miraba con el ceño fruncido, suponiendo que hablaba del amante de turno, apretó los puños al lado del cuerpo, enojándose a cada segundo que pasaba sin escuchar una respuesta. Danielle suspiró aliviada cuando supo que decir, solo esperaba que creyera en lo que diría, parte sería cierta. —Hablaba de mi papá, me pedía que fuera a visitarlos el próximo fin de semana, se molestó un poco cuando le respondí que no sería posible, tienes mucho trabajo. Maximilian la miró con escepticismo, pero como no tenía forma de probar que mentía, sonrió, ya descubriría de alguna forma su engaño. —Puedes ir, no me importa que visites a tus padres de vez en cuando. —dijo, alzando los hombros en señal de desinterés.