« ¿Así que al fin te has enterado de mi presencia, señorito Armstrong? ¡Ja! Vaya que eres idiota… No me sorprende, eres un payo…»
Dijeron ese par de ojos burlones y maliciosos que lo observaban. Palabras y desprecios que, en otro momento y lugar, lo habrían ofendido.Pero, no era ese el caso. Por el contrario, Lawrence, al oírlo, no pudo ni quiso evitar expandir su escancia.Estaba seguro que su acompañante, de nada se enteraría. Además, lo que para él podrían parecer horas, para quien no era especialmente sensible, solo serían segundos.De modo que fue así que la gran carpa desapareció ante sus ojos, junto con la presencia de Joel y todo lo demás. En cambio, en ese mundo astral se dibujó un lugar conocido para él:La orilla del río en donde había conocido a Lorette.—Te equivocas…— respondió irónico al lobo hambriento que no dejaba de observarlo —SolA penas hubieron llegado del campamento gitano, en esa misma tarde, aun incómodo por el viaje, Lawrence decidió darle la bienvenida con las atenciones que él había juzgado más oportunas. Es decir, con una opulenta cena digna de comparecer ante la mismísima Reina de Inglaterra.Algo que ella horrorizó, pues, fiel a sus creencias, estaba segura que aquel inicio sería un mal presagio en los días futuros. Tentada estuvo a hacer aquella observación, pero al ver el empeño puesto en aquel banquete privado, decidió callar. Además, fue la misma Mary, quien le hizo entender con comentarios sutiles que aquel despilfarro de comida bien podría ser bueno para la ocasión.—¡Qué gran alegría es tenerla aquí, señorita Lorette!— exclamó la vieja criada con una enorme sonrisa en los labios y un par de bandejas de cubiertos en las manos — Permítame tomarme el atrevimiento de agradecerle por su presencia ¡Hace mucho tiempo que no se lo veía al señorito Lawr
Al oírlo, Lorette alzó la vista, curiosa y risueña, para encontrarse con los ojos claros de Lawrence, quien la observaba con calmada naturalidad. Lo vio encogerse de hombros, para luego reír entre dientes. Ella, por su parte, arqueó una ceja, intrigada. ¡Vaya que se lo veía de muy buen humor! Lorette casi no podía reconocer al joven que, en esa mañana estaba pálido y sudoroso a su lado en el carro. Suspiró resignada. Tal lo visto, su futuro esposo, tenía muchos secretos que guardar sobre su persona. Lo observó un tanto suspicaz sin dejar de admitirse a sí misma que se moría de ganas por obligarlo a responder absolutamente todo lo que ella quería saber. Mas, se lo pensó mejor y prefirió seguirle el juego. Quizás, de esta forma, podría llegar a ganarse su confianza. —¿Cómo dices?— indagó ella, toda sonrisas.
Como si fuera que algo le hubiera advertido de que lo mejor para ella sería mantenerse a distancia, Lorette, se echó hacia atrás, apoyando su cuerpo contra los barandales de hierro cubiertos por el rosal. Desde allí, podía observar con comodidad todo lo que acontecía. Vio, así, como Lawrence parpadeaba un par de veces para luego caminar con lentitud hacia la joven criada. En su expresión se leía la incredulidad ¿O quizás fuera la impotencia? Lorette no estaba segura. —¿Cómo dijo?— preguntó el joven señor arqueando las cejas. «No es que no la oyó, es que no le gusta ni un poco lo que dijo… » Corroboró Lorette entendiendo por fin que su expresión era la de impotencia y no de incredulidad. Vio como la pobre muchacha retrocedía por instinto un par de pasos y se echaba a llorar por el miedo que sentía. —Disculpe señor…— volvió a repetir en un hilo de voz que fue difícil entender — su pad
—Ahora me dirás que te doy miedo, cuando todo este tiempo estuviste actuando como si nada fuera anormal…— insistió Lawrence con un dejo de ironía en su voz.Aunque ella sabía que tenía razón, no estaba segura que responderle fuera algo necesario. Por el contrario, creía que, para la ocasión solo bastaría con dignarse a mirarlo a la cara. Como siempre lo hacía.Y no se equivocó al hacerlo. O al menos eso fue lo que le pareció al ver la sonrisa de satisfacción en los labios de Lawrence, seguido de un suspiro de resignación.—Bien, me conformaré con eso…— reconoció un tanto a regañadientes y otro tanto divertido por la situación en la que se encontraban.Era inevitable no sentir la necesidad de reírse como idiota ante aquella situación. Se daba cuenta que, tanto él, como ella, necesitaban una confirmación a sus dudas internas. No obstante, parecía ser que ninguno de los dos se atrevía realmente a dar el primer paso. Levantó la man
Aquella pregunta, con esa misma descripción, para Lawrence, había sido el equivalente a si enorme roca cayera por un precipicio y se partiera en mil pedazos al tocar el suelo. Sí, sabía exactamente lo que significaba. Mas, no se sentía con fuerzas para explicárselo. Pero, sea, estaba acorralado y algo tenía que hacer para salir de aquella encerrona. Buscando algo que decir se llevó la mano cara, frotándosela con frustración ¿Por qué se le hacía tan difícil explicar algo tan simple? «¡Vamos hombre! Que no cuesta nada decir que estuviste en un manicomio… no son muchas palabras ¿Qué te cuesta? » Se dijo irónico y cruel, como siempre. Lo cierto era verdad, explicarle a Lorette solo bastaría con el uso de cuatro simples palabras: «Estuve en un manicomio…» Afirmó. Pero solo le alcanzó la fuerza para decirlo en su mente. Por el rabillo del ojo vio como Lorette lo obs
Al entrar en la sala comedor, donde supuestamente esperaba su padre, Lawrence no lo vio allí. En cambio, para su sorpresa, quienes se levantaron de las sillas para saludarlos fueron sus dos hermanos, Audrey y Lilith. «¿Qué estarás tramando ahora, plaste m13rda?»Se preguntó Lawrence. Como si la visita de su padre no fuera lo suficientemente sospechosa, el hecho de verlos allí, no contribuía en lo más mínimo a calmar esas agoreras corazonadas que sentía.—¡Oh!¿Pero qué tenemos aquí? Mira tú nada más, que damita más hermosa que te has encontrado, hermano.— observó Audrey con buen ánimo luego de las presentaciones correspondientes.Como siempre, se encontraba deseoso de caer bien a los demás.Lawrence no se contuvo y puso los ojos en blanco con fastidio. Ya conocía a Audrey, sabía que no tenía malas intenciones, sin embargo, no dejaba de ser innecesaria esa necesidad de adular a todo el mundo. No obstante, no hizo inte
«Como siempre, me relegará toda la culpa… Esa última frase seguía rondando en la mente de Lorette mientras el ruido de los pasos del padre de la familia Armstrong se dejaba oír como un eco inoportuno por todo el lugar. Con disimulo observó de soslayo las expresiones de todos los que ya se encontraban en la mesa. Ninguno parecía feliz en esa reunión. Lilly llevaba la vista clavada hacia algún lugar de su frente de visión, los brazos descansaban sobre su regazo y una mueca de seriedad le cruzaba la cara. A ojos de Lorette, solo bastaría ponerle un vestido n3gro y se podría decir que era una escena digna de velorio. Mientras tanto, Audrey observaba el enorme ventanal que se encontraba a su lado derecho. Una actitud huidiza que no dejaba de gritar en silencio que prefería estar en cualquier lugar, menos allí. Tenía miedo o al menos eso presintió Lorette. El que más incómodo se notaba, aunque hacia todo lo posible por disimularlo, era Lawrence. Ella vio por el rabillo del ojo, co
—¡Imposible mantener la calma con tamañas ofensas!— se quejó Lawrence por enésima vez.—¡Imposible! Lorette por su parte, lo dejó ser. Observando el hermoso paisaje de las rosas silvestres que crecían sin guías en el viejo y olvidado jardín, dejó que él hablara todo lo que necesitase y descargase sus pulmones de todo el odio que lo envenenaba. «Si lo pensamos bien, motivos tiene para despotricar de esta manera. Si lo pienso mejor, hasta yo tengo motivos para estar ofendida. Pero, no vale la pena que yo gaste nervios en tonterías…» Reconoció con calma mientras se dejaba abrazar por el dulce y embriagador perfume de las flores primaverales. La noche era espléndida y lo habría sido aun más si hubieran podido estar a solas. Pero ni siquiera eso podía quitarle la sonrisa. A fin de cuentas, ella ya estaba en un lugar mucho más seguro que en el campamento gitano. Además, ya tendrían muchas otras oportunidades pa