Al entrar en la sala comedor, donde supuestamente esperaba su padre, Lawrence no lo vio allí. En cambio, para su sorpresa, quienes se levantaron de las sillas para saludarlos fueron sus dos hermanos, Audrey y Lilith.
«¿Qué estarás tramando ahora, plaste m13rda?»Se preguntó Lawrence. Como si la visita de su padre no fuera lo suficientemente sospechosa, el hecho de verlos allí, no contribuía en lo más mínimo a calmar esas agoreras corazonadas que sentía.—¡Oh!¿Pero qué tenemos aquí? Mira tú nada más, que damita más hermosa que te has encontrado, hermano.— observó Audrey con buen ánimo luego de las presentaciones correspondientes.Como siempre, se encontraba deseoso de caer bien a los demás.Lawrence no se contuvo y puso los ojos en blanco con fastidio. Ya conocía a Audrey, sabía que no tenía malas intenciones, sin embargo, no dejaba de ser innecesaria esa necesidad de adular a todo el mundo.No obstante, no hizo inte«Como siempre, me relegará toda la culpa… Esa última frase seguía rondando en la mente de Lorette mientras el ruido de los pasos del padre de la familia Armstrong se dejaba oír como un eco inoportuno por todo el lugar. Con disimulo observó de soslayo las expresiones de todos los que ya se encontraban en la mesa. Ninguno parecía feliz en esa reunión. Lilly llevaba la vista clavada hacia algún lugar de su frente de visión, los brazos descansaban sobre su regazo y una mueca de seriedad le cruzaba la cara. A ojos de Lorette, solo bastaría ponerle un vestido n3gro y se podría decir que era una escena digna de velorio. Mientras tanto, Audrey observaba el enorme ventanal que se encontraba a su lado derecho. Una actitud huidiza que no dejaba de gritar en silencio que prefería estar en cualquier lugar, menos allí. Tenía miedo o al menos eso presintió Lorette. El que más incómodo se notaba, aunque hacia todo lo posible por disimularlo, era Lawrence. Ella vio por el rabillo del ojo, co
—¡Imposible mantener la calma con tamañas ofensas!— se quejó Lawrence por enésima vez.—¡Imposible! Lorette por su parte, lo dejó ser. Observando el hermoso paisaje de las rosas silvestres que crecían sin guías en el viejo y olvidado jardín, dejó que él hablara todo lo que necesitase y descargase sus pulmones de todo el odio que lo envenenaba. «Si lo pensamos bien, motivos tiene para despotricar de esta manera. Si lo pienso mejor, hasta yo tengo motivos para estar ofendida. Pero, no vale la pena que yo gaste nervios en tonterías…» Reconoció con calma mientras se dejaba abrazar por el dulce y embriagador perfume de las flores primaverales. La noche era espléndida y lo habría sido aun más si hubieran podido estar a solas. Pero ni siquiera eso podía quitarle la sonrisa. A fin de cuentas, ella ya estaba en un lugar mucho más seguro que en el campamento gitano. Además, ya tendrían muchas otras oportunidades pa
—¿No crees que, quizás, sea mejor para ti que vuelvas a estar una temporada en el manicomio?— sugirió su padre con aire de aburrimiento mientras jugaba con una cereza que había quedado en su plato—¿Uh?¿Qué dices Lawrence? Así, quizás, puedas descansar mejor ¿No crees?Ya estaba, lo había dicho. Al fin había dicho la última palabra que podría volcar el enorme jarro que simbolizaba la paciencia de Lawrence. —¡Qué te calles, eh dicho!— gritó Lawrence volviendo tras sus pasos completamente furioso — ¡Qué me dejes en paz y te mueras de una jødida vez! Solo con eso yo podría descansar mejor. Mientras él despotricaba e insultaba, tanto Lilly como Audrey se detuvieron preocupados a ver a Lorette. Sabían que Lawrence no los perdonaría si en medio de uno de esos ataques no hacían nada por apartarla de allí.Pero, contrariamente con lo que ellos hubieran esperado, la joven no parecía encontrarse temerosa ante la situación. A decir verdad, ni
Mientras Lawrence intentaba salir airoso de aquella situación, Lorette hacia lo suyo buscando la mejor manera de sacarle toda la información a esa criada y, de ser posible, convertirla en una buena aliada. Ella estaba convencida que lo lograría. A fin de cuentas ¿Acaso no era cierto que su raza tenía el don de la palabra justa? Por eso, se encontraba escuchando a Valery con una sonrisa benevolente incrustada en la cara. Aunque, en amén a la verdad, por cada palabra que salía de esa boca, ella deseaba callarla de una buena bofetada.«¡Cielo Santo! Ahora veo que Lawrence tenía motivos más que sobrados para actuar de esa forma… ¿Cómo puede ser posible una mujer tan grosera?»Tuvo que reconocer de mala gana y solo porque no entraba en ella la desfachatez que esa joven tenía de justificar la marginalidad a la que querían llevarlos a ellos solo por pertenecer a la raza gitana. Ante lo evidente, Lorette se preguntó si, acaso, aquell
—¿Por qué ella está tan asustada por entrar al invernadero?— preguntó en voz alta, sin darse cuenta de que lo hacía.Audrey y Lilly intercambiaron hondas miradas ominosas. Preguntándose si, quizás, Lawrence no le había comentado lo que había allí adentro que tanto atemorizaba a todos. Con la excepción del mismo Lawrence, claro está.Resignada a tener que ser ella la que hablara de un tema un tanto incómodo de la familia, Lilly posó su mano en el hombro de Lorette, atrapando su atención. —¿No te lo dijo mi hermano?— preguntó, recibiendo un rotundo no como respuesta — Bien… no sé cómo tratarán este asunto en tu familia, pero, quiero que sepas que entre los… ¿Cómo los llaman?¿Payos? En fin, entre los no gitanos, no está bien visto que se entierre al difunto en la misma casa donde ha habitado.Lorette volvió la vista al invernadero, pensativa. Ahora todo mucho más sentido. Lawrence no solo atesoraba ese lugar por haber sido un lugar donde su
«¿Pero…qué…?¿Madre?¿Acaso me he vuelto loco al fin?»Pensó sintiendo como el alma se le iba en un suspiro. Quizás, no estuviera equivocado si pensaba que se vuelto loco por fin. Aquello no tenía ningún sentido. Pero allí estaba, una mujer morena, vestida con las mismas faldas y blusas que usaba cualquier gitana de pueblo. Una mujer morena, de indómita cabellera n3gra, de bellos ojos verdes y sonrisa altiva. Una mujer morena que, si no lo era, bien se le parecía mucho a su madre. La misma que había dejado ese mundo hacía muchos años atrás. —¡Pero, mira tú nada más!¡Como has crecido, men chovopral! — exclamó ella toda emoción mientras caminaba hacia él con los brazos abiertos con la intención de darle un gran abrazo —¡Si ya estás hecho todo un hombre!Paralizado, sin saber cómo responder a tan efusivo reencuentro, Lawrence sintió como aquella desconocida que se le parecía demasiado a su madre, lo abrazaba y se deshacía en lágrimas d
«Qué bella mañana…»Observó Lawrence sin mucho entusiasmo a través del enorme ventanal de su oficina. Sin mucho entusiasmo, pero tampoco sin ningún asomo de su sarcasmo habitual. Era una bella mañana de primavera, eso era verdad. De clima templado, con un bello cielo despejado y unos hermosos pajaritos que cantaban con alegres trinares. No obstante, no era una de sus mejores mañanas.Tampoco lo había sido la anterior, ni la anterior a esa, ni la ante, ante anterior a esas mañanas… A decir verdad, no había sido una buena semana para él. «Y como siempre, luego ese infeliz pisa esta finca, nada me sale bien… estoy seguro que tampoco me saldrá bien nada de aquí a… ¿Tres meses más? No lo creo… eso sería demasiada fortuna para mí…»Reconoció desdeñoso dándole la espalda al ventanal y caminando hasta su sillón de orejas que se encontraba frente al escritorio. Todavía le quedaba trabajo por hacer. Los mismos aburridos neg
— ¿Por qué ese resoplido de buey cansado?— insistió con dureza.Y a Lawrence le supo como a una burla. Sabía que la comparación de su reacción con un buey hacia referencia a sus dones espirituales. Él era “hijo del Toro”, así como Lorette lo era de la Luna. El Toro, solía simbolizar la libertad y la fortaleza. Que lo comparada con uno castrado y preparado para el arado, no era otra cosa que una cruel burla. —Te recuerdo que además de tu tía, soy tu madrina, mi deber es guiarte y protegerte…— advirtió su tía, quien parecía seguír ofendida por aquella actitud tan reprochable en él.Lawrence levantó las manos en señal de estar desarmado. No quería ofenderla, pero había temas de los que no quería hacer mención. Uno de esos, era justamente ese pacto. A fin de cuentas, por mucho que deseara cumplirlo como corresponde, había un pequeño, gran, inconveniente que se lo impedía en ese momento:—No quisiera parecer grose