Mientras Lawrence intentaba salir airoso de aquella situación, Lorette hacia lo suyo buscando la mejor manera de sacarle toda la información a esa criada y, de ser posible, convertirla en una buena aliada. Ella estaba convencida que lo lograría. A fin de cuentas ¿Acaso no era cierto que su raza tenía el don de la palabra justa? Por eso, se encontraba escuchando a Valery con una sonrisa benevolente incrustada en la cara. Aunque, en amén a la verdad, por cada palabra que salía de esa boca, ella deseaba callarla de una buena bofetada.«¡Cielo Santo! Ahora veo que Lawrence tenía motivos más que sobrados para actuar de esa forma… ¿Cómo puede ser posible una mujer tan grosera?»Tuvo que reconocer de mala gana y solo porque no entraba en ella la desfachatez que esa joven tenía de justificar la marginalidad a la que querían llevarlos a ellos solo por pertenecer a la raza gitana. Ante lo evidente, Lorette se preguntó si, acaso, aquell
—¿Por qué ella está tan asustada por entrar al invernadero?— preguntó en voz alta, sin darse cuenta de que lo hacía.Audrey y Lilly intercambiaron hondas miradas ominosas. Preguntándose si, quizás, Lawrence no le había comentado lo que había allí adentro que tanto atemorizaba a todos. Con la excepción del mismo Lawrence, claro está.Resignada a tener que ser ella la que hablara de un tema un tanto incómodo de la familia, Lilly posó su mano en el hombro de Lorette, atrapando su atención. —¿No te lo dijo mi hermano?— preguntó, recibiendo un rotundo no como respuesta — Bien… no sé cómo tratarán este asunto en tu familia, pero, quiero que sepas que entre los… ¿Cómo los llaman?¿Payos? En fin, entre los no gitanos, no está bien visto que se entierre al difunto en la misma casa donde ha habitado.Lorette volvió la vista al invernadero, pensativa. Ahora todo mucho más sentido. Lawrence no solo atesoraba ese lugar por haber sido un lugar donde su
«¿Pero…qué…?¿Madre?¿Acaso me he vuelto loco al fin?»Pensó sintiendo como el alma se le iba en un suspiro. Quizás, no estuviera equivocado si pensaba que se vuelto loco por fin. Aquello no tenía ningún sentido. Pero allí estaba, una mujer morena, vestida con las mismas faldas y blusas que usaba cualquier gitana de pueblo. Una mujer morena, de indómita cabellera n3gra, de bellos ojos verdes y sonrisa altiva. Una mujer morena que, si no lo era, bien se le parecía mucho a su madre. La misma que había dejado ese mundo hacía muchos años atrás. —¡Pero, mira tú nada más!¡Como has crecido, men chovopral! — exclamó ella toda emoción mientras caminaba hacia él con los brazos abiertos con la intención de darle un gran abrazo —¡Si ya estás hecho todo un hombre!Paralizado, sin saber cómo responder a tan efusivo reencuentro, Lawrence sintió como aquella desconocida que se le parecía demasiado a su madre, lo abrazaba y se deshacía en lágrimas d
«Qué bella mañana…»Observó Lawrence sin mucho entusiasmo a través del enorme ventanal de su oficina. Sin mucho entusiasmo, pero tampoco sin ningún asomo de su sarcasmo habitual. Era una bella mañana de primavera, eso era verdad. De clima templado, con un bello cielo despejado y unos hermosos pajaritos que cantaban con alegres trinares. No obstante, no era una de sus mejores mañanas.Tampoco lo había sido la anterior, ni la anterior a esa, ni la ante, ante anterior a esas mañanas… A decir verdad, no había sido una buena semana para él. «Y como siempre, luego ese infeliz pisa esta finca, nada me sale bien… estoy seguro que tampoco me saldrá bien nada de aquí a… ¿Tres meses más? No lo creo… eso sería demasiada fortuna para mí…»Reconoció desdeñoso dándole la espalda al ventanal y caminando hasta su sillón de orejas que se encontraba frente al escritorio. Todavía le quedaba trabajo por hacer. Los mismos aburridos neg
— ¿Por qué ese resoplido de buey cansado?— insistió con dureza.Y a Lawrence le supo como a una burla. Sabía que la comparación de su reacción con un buey hacia referencia a sus dones espirituales. Él era “hijo del Toro”, así como Lorette lo era de la Luna. El Toro, solía simbolizar la libertad y la fortaleza. Que lo comparada con uno castrado y preparado para el arado, no era otra cosa que una cruel burla. —Te recuerdo que además de tu tía, soy tu madrina, mi deber es guiarte y protegerte…— advirtió su tía, quien parecía seguír ofendida por aquella actitud tan reprochable en él.Lawrence levantó las manos en señal de estar desarmado. No quería ofenderla, pero había temas de los que no quería hacer mención. Uno de esos, era justamente ese pacto. A fin de cuentas, por mucho que deseara cumplirlo como corresponde, había un pequeño, gran, inconveniente que se lo impedía en ese momento:—No quisiera parecer grose
Ella sonreía con buen ánimo, mientras quitaba las malas hierbas que crecían alrededor de los bancos y al borde de los senderos del invernadero. A su lado, Tomás jugaba a observar con una lupa escarabajos y cualquier tipo de insecto que encontrase. Por su parte, Lilly se dedicaba a su labor de bordado a escasos metros de ellos. Oh, bueno, en realidad lo intentaba, pero por mucho que se esforzara, no conseguía concentrarse en eso. La mente se le iba a la oficina de su hermano, donde él se encontraba en ese momento junto con su tía. De solo ser consciente de lo que allí ocurriría, si es que no estaba ocurriendo ya, ella sentía cierto remordimiento por eso. Pero era algo que debía ocurrir. Por el bien de su hermano, era algo que tenía que dejar que ocurriera. Levantó el rostro y miró en dirección hacia Lorette preguntándose cómo esa joven podía estar tan tranquila pese a las circunstancias. La vio jugar con Tomás y el nuevo
«¡Oh!¡Por Dios, no! Solo ignóralo, Beltrán…»Rogó desesperada Lorette al ver como Beltrán se detenía en frente de Lawrence sin darse cuenta de que este la podía escuchar. De hecho, Lawrence no se había perdido detalles de la conversación que habían mantenido ella y Roxana.Sabía que, su tía, se equivocaba en parte. No estaba actuando del todo a ciegas, ni estaba nublado por la rabia. Al menos eso no era así desde que había aparecido Lorette en aquel lugar.Aunque sí estaba literalmente ciego y las cadenas le impedían moverse, cosa que lo frustraba en un momento como aquel. Por suerte para él, podía escuchar, cosa que lo ayudaba a ubicarse o al menos un poco. Quizás ¿Todavía podía hablar?—¿Qué me miras tanto, chungel pulgoso?— aguijoneó en dirección de donde él se encontraba su oponente — ¿No me dirás ahora que tienes miedo de una vieja bruja que te está reconociendo que no te podría vencer en tu forma de lobo ¿O sí? ¿A dónde diablos cree
Desde lo alto del cielo, Lorette, pudo ver como, ese toro n3gro y bravo, buscaba librarse de aquella prisión. Pero no podía, entre más lo intentaba, las cadenas se le incrustaban en su piel. De pronto, el toro habló: —¿Qué es esto?— dijo, frustrado por el esfuerzo —¿Qué diablos pretendes con esto, batí? Era Lawrence. Por su voz, Lorette pudo reconocerlo. Aunque no consiguió ver a la persona a la que él le hablaba por ningún lado. Asustada, desvió la vista, buscando alguna manera de ayudarlo. Pero no había nada que pudiera servirle. En cambio, un aullido desgarrador, que le heló la sangre, se escuchó en la cercanía. Ese maldito aullido que ella ya conocía muy bien. —¿Beltrán?— pensó en voz alta, aunque nadie pareció darse cuenta de su presencia. Pero eso no era cierto. La tía Lawrence, quien estaba allí oculta entre la jara del río, levantó la vista al cielo. Le había parecido haber escuc