Capítulo 63— Realmente libre Narrador: El jardín del salón de eventos estaba iluminado con cientos de luces tenues, creando un ambiente elegante y sofisticado. Los invitados bebían champán, conversaban con sonrisas educadas y fingían disfrutar de una noche que en realidad solo se trataba de apariencias. Dalia, en el centro de todo, era la protagonista de una historia que no quería vivir. Su vestido perla brillaba bajo las luces, su cabello estaba perfectamente recogido, y su rostro mantenía una serenidad que era puro teatro. Se sentía en una jaula dorada. Nebra la observaba desde una de las mesas, con una copa en la mano y la incomodidad marcada en el rostro. No podía creer que su hermana hubiera accedido a esto, ya no tenía necesidad, ya había cumplido la mayoría de edad, era libre, libre como ella nunca lo fue. Sin embargo, se veía triste, se reflejaba en sus ojos, en su postura rígida, en la forma en que apretaba las manos sobre su regazo. Stephen estaba encantado, o al menos
Capítulo 64— Un besó dice más que mil palabrasNarrador:El hotel era básico, pero decente, de esos que sirven para una noche de emergencia sin hacer demasiadas preguntas. El recepcionista los miró con curiosidad cuando pidieron una habitación, pero no hizo comentarios cuando Simón deslizó su tarjeta de crédito dorada y tomó la llave. Cuando subieron y abrieron la puerta, la realidad se les presentó con un detalle que no habían considerado.—Solo hay una cama —anunció Dalia, cruzándose de brazos y observando el colchón matrimonial que dominaba la habitación.Simón se encogió de hombros, sin darle demasiada importancia.—He dormido en peores lugares. Yo me quedo en el sillón.Dalia soltó una risa incrédula y negó con la cabeza.—Como si entraras en esa cosa.Simón se giró y le lanzó una mirada pícara.—¿Me estás invitando a compartir la cama, Dalia?—¡Ni en tus mejores sueños! —le soltó un almohadazo, que él esquivó riendo.Simón se pasó una mano por el cabello.—Vi una tienda de pasad
Capítulo 65— Vale la pena el riesgoNarradorSimón aún tenía sus manos sobre su rostro, sus labios apenas rozando los de ella cuando habló.—Si no te alejas ahora mismo… no voy a poder detenerme.Su voz era un susurro grave, una advertencia cargada de deseo y control a punto de romperse.Dalia no se movió, sus ojos anclados en los de él. No tenía miedo, no tenía dudas, solo una certeza abrumadora que le quemaba la piel.Y entonces, sin decir nada, dio un paso atrás, se llevó las manos al borde de la camiseta y se la quitó lentamente, dejando su piel desnuda al aire, iluminada apenas por la tenue luz de la habitación.Simón se tensó al instante, su mandíbula marcada por el esfuerzo de controlarse.—No juegues, Dalia —gruñó entre dientes, con los puños cerrados a los costados—. No esta noche.—No estoy jugando —susurró. Su voz era baja, tranquila, sincera. Simón respiró hondo, tragó con dificultad, sus ojos recorriendo cada curva de su cuerpo, la piel de gallina en sus brazos, los pezon
Capítulo 66— Sanar antes de empezar Narrador:El silencio entre ellos no era incómodo. Era un silencio denso, cargado, el tipo de silencio que se siente cuando acabas de cruzar una línea de la que ya no hay retorno.Simón se incorporó con un gruñido, corriendo una mano por su cabello aún húmedo de sudor. Caminó hasta el baño, agarró una toalla y regresó a la cama, tirándosela suavemente a Dalia.—Sécate un poco antes de que nos dé un maldito resfriado —murmuró con voz áspera.Ella sonrió con cansancio y obedeció, pasando la toalla por su cuerpo desnudo mientras Simón hacía lo mismo con otra.Cuando terminó, caminó hasta el pequeño frigobar y sacó dos refrescos fríos.Regresó a la cama, sentándose junto a ella sin decir nada. Le pasó una sin mirarla, y Dalia la tomó sin rechistar. Abrieron las latas casi al mismo tiempo.El primer trago fue en silencio, con ambos aún tratando de recuperar el aliento, de darle sentido a lo que acababa de suceder.Simón giró la lata entre los dedos ante
Capítulo 67— Llamadas perdidas NarradorDalia salió del baño ya vestida, el cabello aún húmedo cayéndole sobre los hombros. Se veía fresca, renovada, como si la ducha hubiese borrado el caos de la noche anterior. Simón, que seguía tumbado boca arriba en la cama con la sabana cubriendole de la cintura hacia abajo, la observó unos segundos con una sonrisa perezosa, y luego se incorporó con un suspiro.—Voy yo —murmuró mientras se estiraba los brazos y caminaba descalzo hacia el baño.Minutos después, salió vestido con jeans, una remera gris ajustada al torso y el cabello revuelto, aún mojado. Dalia lo esperaba junto a la puerta, cruzada de brazos, con la mirada puesta en el reloj de pared del pequeño cuarto.—Vamos —dijo ella apenas lo vio acercarse.Simón asintió. Caminó hasta la silla donde había dejado su chaqueta la noche anterior. La tomó con una mano y, antes de ponérsela, metió la otra en el bolsillo interno.Sacó el móvil. Y entonces se detuvo.—La puta madre… —gruñó, pasándose
Capítulo 68— Estoy enamoradoNarradorSimón tomó el móvil, lo desbloqueó y buscó el contacto de su hermano. Dalia lo observaba en silencio, sin moverse del borde de la cama.El tono de llamada apenas sonó una vez antes de que Seth atendiera del otro lado, con voz tensa.—¿Simón?—Vamos para alla —dijo él, sin vacilar.Y antes de que Seth pudiera emitir una sola palabra más, colgó.Soltó el aire que había contenido y guardó el teléfono en el bolsillo. Luego alzó la mirada hacia Dalia.—Es hora.Ella asintió en silencio, sin discutir. Ambos sabían que no había vuelta atrás.El camino hasta el apartamento fue un trayecto de silencio absoluto. No hubo palabras, ni siquiera una mirada entre ellos. El sonido del motor fue lo único que acompañó los pensamientos que ambos se esforzaban en mantener bajo control.Cuando llegaron al edificio, subieron sin detenerse, como si cualquier distracción pudiera hacerlos retroceder. Simón tocó el timbre, y casi de inmediato, Nebra abrió la puerta.Apenas
Capítulo 69— La verdadNarradorHabían pasado un par de días desde que Federico había sido liberado bajo fianza. Cuando la necesidad de regresar a la empresa en la que trabajó por años lo invadió, se sintió traicionado, exiliado que una necesidad insana por recuperar lo que alguna vez tuvo no le permitió ignorar lo que sentía.Caminando por el amplio lobby de GreenTech como si nada hubiese pasado, se dirigió al elevador con su presencia imponente, y saludando a un par de empleados a su paso, estos intercambiaron miradas al quedar sorprendidos por su descaro. ¿No se suponía que habían pasado un par de días desde que lo sacaron de allí esposado? ¿Qué era lo que hacía en ese lugar? Cerrándose la puerta cuando el elevador inició su recorrido, Federico agitó su pie con impaciencia antes de llegar al piso superior del edificio, y al llegar a su destino, el primero en verlo fue Martin, el asistente de Seth.—Buenos días... Buenos días.Retomando la marcha a la que anteriormente era su oficin
Capítulo 70 — Mi esposa, la amante de mi padreNarradorIncapaz de seguir un segundo más en la empresa que cada vez sentía se hacía más pequeña tras la visita de Federico, Seth se dirigió a su oficina para tomar sus pertenencias, y caminando a la salida, abordó su auto tan rápido como pudo.Recorriendo la ciudad con cautela, pero con la rapidez que le permitía la ansiedad que lo carcomía, llegó al edificio en el que habitaba junto a su esposa, y bajando del vehículo una vez lo detuvo en su lugar asignado, observó el cielo, la tranquilidad de las nubes, como si ansiara esa paz más que cualquier cosa.Con esa calma que solo era preludio de la tormenta que estaba por desatarse, Seth se dirigió al elevador con pasos tan firmes como precisos, y viendo cómo las puertas de este se cerraban, la verdad estaba por salir a la luz.Llegando un par de segundos después a su destino, una vez las puertas se volvieron a abrir, Seth se debatió entre salir de allí o no. ¿Qué haría si todo era verdad? ¿Q