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Los ojos de Valeria se abrieron enormes, estaba muy asustada.Sintió el toque de Rafael; era demasiado caliente.—Yo…—¿Tú? ¿Qué?Ella titubeó, sintió que estaban tan cerca.—¡Yo no soy una traidora! —dijo con miedo en su miradaRafael soltó su rostro, la mirò con ojos severos.—¡Mientes! No me mientas, porque trajiste a gente a casa.Ella le miró incrédula.—¡Yo no he hecho eso! ¿Quién te dijo eso?Rafael estaba furioso.—No me mientas.—Juro, que no miento, señor González, ¿por qué no me cree? Deme una prueba de que soy una traidora.—Dame tu móvil, lo revisaré.Valeria estaba incrédula, pero al final, Valeria se dio por vencida, y le dio el teléfono.El hombre lo tomó y comenzó a revisarlo.Valeria solo hundió la mirada.Rafael revisó los mensajes, incluso mensajes de la plataforma social, las llamadas, los últimos números eran de su madre, pero èl no confió, llamó por teléfono y le pidió que hablara con su madre.Valeria lo hizo, saludó a su madre, y luego colgó.Rafael se sintió c
Ana tenìa miedo, Gustavo apuntaba, Piero quiso salir, pero Ana lo detuvo.—¡No, Piero! —gritó Ana desesperadaPiero y Ana se miraron, sus corazones latían demasiado fuerte, él tomó su mano.—Lo siento, Ana.Escucharon un disparo.***Cuando Rafael abrió los ojos, mirò a Valeria, sonriò.«Ella no es una traidora, ¿Cómo pude pensar tan mal de ella?», pensó, mientras acariciaba su rostro.Rafael besó su frente, cuando se levantó, ella se giró de espaldas, èl pudo ver las ligeras manchas rojizas en la cama.Sabía que fue su primer hombre, Rafel fue a darse un baño.No podía dejar de pensar en ella.Èl era mayor que ella, comenzó a sentirse culpable, como si estuviera aprovechándose de ella, pero no podía arrepentirse del ayer, porque ahora era inolvidable en su corazón.***—¡Bajen del auto! —gritó Gustavo.Piero obedeció, tenìa miedo de que lastimaran a Ana.Ana bajó de inmediato y corrió a interponerse entre Gustavo y Piero, de forma en que la pistola de Gustavo estaba apuntando a Ana.É
—Leander, querido, quiero el dinero, todo lo de papá, lo quiero ya mismo, si me cedes la fortuna y me dejas escapar, puede ser que me vaya lejos y los deje en paz, sin dañar a Piero. ¿Aceptas, hijito?—No eres mi madre, sabes que no lo eres, mi madre era Viridiana.Hubo un silencio de parte del otro lado de la línea.—Leander…Sonia colgó la llamada, no pudo decir nada màs.Los gritos de Ana retumbaban por el lugar.Gustavo, que había golpeado a Piero y lo tenìa atado, lo dejó de lado y fue con ella.Al llegar, la vio ahí, encerrada, ella luchó por salir, pero Gustavo la detuvo.—¡Por favor, Ana! Comprende, ese hombre te secuestro.—¡Èl no me secuestró! Tú eres quien me tiene secuestrada.Sus palabras atormentaban a Gustavo, pues estaban cargadas de mucho odio.—¡Déjame ir!Sonia entró en esa habitación, observó a su hija actuando de tal manera.—¡Basta!—¡Asesina! Eres una asesina —dijo AnaSonia sintió que Ana había encendido un botón de furia en ella, y la golpeó tan fuerte en el ro
Cuando Gustavo volvió a la casa, escuchó los golpes a la puerta. Era Sonia, y sus gritos maniacos lo desesperaron.Fue y abrió la puerta. Sonia se lanzó contra èl, pero Gustavo de inmediato la arrojó contra el suelo.—¡Ya basta!—¡¿Qué hiciste?! —gritó la mujer.El hombre rodó los ojos con odio, y abofeteó de nuevo su rostro.—¿Cómo pudiste lastimar a nuestra hija? ¡Si ella muere, yo te mataré a ti!—¡No puedes hacerlo! Gustavo…Gustavo la ató contra la ventana, tomando una esposa que antes querían usar contra Ana.—¡Gustavo! —gritó la mujer.Pero, Gustavo ya no tenìa paciencia, no le importaba nada, solo una cosa, Ana.Cuando Gustavo salió de ahí y se llevó a Piero a la fuerza, èl estaba malherido.—¡Ana…! ¡Ana! —gritó, pero nada obtuvo de respuesta.Gustavo lo puso en el maletero. El hombre estaba tan golpeado, no tuvo fuerzas para oponerse, y Gustavo se fue con él. Antes, llamó por teléfono usando el teléfono de Piero.Leander respondió a la llamada.—Leander, eres un Moctezuma.L
Leander llamó a la policía.La mujer le miraba con rabia.—¿Por qué me haces esto? Leander, yo te crie.Leander la mirò con ojos severos.—¡Mataste a mi verdadera madre! ¿Cómo te atreves a hablarme? ¡Mataste a mi hermano! ¿Cuándo Creíste que te perdonaría? ¿Creíste que nunca lo sabría?Sonia estaba tan temerosa.—¡Pagarás por lo que hiciste a mi hermana! —estalló Rafael sujetando sus cabellos con fuerza—. ¿Dónde está Piero?La mujer temió lo peor, pero se negó a hablar.—¡Por favor, Leander ayúdame!Leander la mirò con odio, negó.Rafael y Leander salieron de ahí, pronto llegó la policía y detuvieron a la mujer, aunque Sonia intentó decir que la tuvieron secuestrada, ellos lo negaron y sus palabras pesaron màs, además, tenìa el testimonio de su cómplice en prisión.Cuando fueron al hospital, supieron que Ana estaba mejor.—La herida no fue profunda, pero, estará internada por lo menos quince días, luego podrá seguir su curación en casa.Leander respiró aliviado. Abrazó a Elisa, acunó s
—¿Tú sabías que Gustavo es tu padre?Ana se puso seria.—Eso me dijo antes de que Sonia me atacara.Leander estaba horrorizado, ¿cómo era posible que Sonia atacara a su propia hija?Ella rompió en llanto.—Estoy bien, Leander; si es o no mi padre, ya no me importa. Estoy cansada de las mentiras, de las traiciones, solo quiero saber que Piero está bien, y si quieres un intercambio, por el bienestar de Piero lo haré.—¡Espera, Ana! Mira cómo estás, piensa en lo que dices, ahora solo debes concentrarte en mejorar.—¡No puedo! No con la angustia de saber que Piero está con un asesino, porque, èl es cómplice de Sonia, en todos sus crímenes, mataron a tu madre, una mujer embarazada, secuestraron a dos bebés, tú y tu hermano, luego, mataron a Lisardo sin piedad, sin conciencia, a ellos nada le importa, ¡soy hija de criminales! ¿Cómo puedo vivir con esto?Leander acunó su rostro, la mirò compasivo.—No dejes que eso te defina, no eres hija de criminales, ese par está enfermo, pero tú, eres mi
—¡Claro, Ana! No le hice daño, sé que es importante para ti.—No te creo, después de todo, eres un criminal, quiero hablar con èl.Gustavo se sintió tan triste al escucharla hablarle así.—¿Cómo estás tú, mi niña?—¿Te importa? No creo que te importe nada, porque si fuera así, ¿por qué me dejaste tener padres criminales como tú y Sonia? Quiero escuchar la voz de Piero.Gustavo fue hasta donde estaba Piero, lo tenìa atado a una silla, en pésimas condiciones, pero, a pesar de todo, Piero estaba con vida, le quitó la cinta de la boca.—¡Si gritas, ya sabes!El hombre acercò el móvil a su oreja.—Hola… —dijo la débil voz de Piero.—¡Piero! Mi amor…—¡Ana! ¡¿Ana, estás bien?! ¿Dónde estás?—Estoy bien, iré por ti, lo juro…—¡Ana, no!Gustavo apartó el teléfono y puso la cinta en la boca de Piero. Él se removía en la silla, luchaba, pero nada podía hacer, inmovilizado.—Lo ves, él está bien, yo te lo prometí.—Quiero que liberes a Piero.— haré lo que quieras, hijita, pero, quiero que venga
—¡Déjame ir, Rafael! Harán daño a Piero, necesito rescatarlo.—¡Qué tonterías! No eres una heroína, ¿no te das cuenta de que Gustavo está mal de la cabeza? ¿Sabes dónde está?Ella tragó saliva y asintió muy lentamente.—Me llamará pronto para decirme dónde encontrarlo, solo quiero que Piero esté bien.—Iremos contigo, pero también lo hará la policía, es hora de que Gustavo pague por lo que hizo. Escúchame, Ana, debes ser màs lista, ¿o quieres que èl termine ganando?Ana negó, asustada.Pronto, despertaron a Leander.Él se visitó de prisa, y Elisa abrió los ojos.—¿Todo está bien?Leander mirò a su esposa, y asintió.Besó su frente.—Volveré pronto, mi amor, duerme otro rato màs.Elisa cedió, porque en verdad tenìa mucho sueño con el embarazo, solía dormir mucho.Leander bajó y subió a un auto con Rafael.Ana iba en otro, y los guardias iban en otro; trataban de pasar desapercibidos, sin alejarse de Ana.Pronto, ella recibió esa llamada; al responder, era Gustavo.—¿Estás lista, hija?A