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—¡¿Qué hiciste, Elisa?! ¡Mataste a mi madre! —exclamó Leander con la voz rota.—¡Ella no es tu madre! Ella es una farsante, tú eres adoptado, Lisardo es tu gemelo…Elisa fue llevada casi arrastras hasta el auto de policía, la mirada de Leander estaba horrorizada, mientras los paramédicos, recién llegados, luchaba por salvar a Sonia Moctezuma.El hombre estrujó sus cabellos.—Lo siento, señor, le dije que esa mujer, Elisa, estaba loca, no quise matarla, pero ella actúa como una desquiciada.Leander se alejó de Gustavo, no quería escuchar nada, quería matarlo, porque ese hombre antes casi mataba a su mujer, pero ahora, ya no entendía nada, y las palabras de Elisa seguían golpeando en su cabeza.***En el hospital.Leander estaba desesperado, no lograba localizar a Ana, y no quería contarle nada al abuelo.Siguió llamando, pero el móvil de Ana iba al buzón.—¿Dónde, m*****a sea, estás, Ana? —murmuró.«Elisa, ¿cómo pudiste hacerme algo así? ¿Matar a mi madre?», pensó.***Ana llegó hast
Elisa temblaba de miedo, miraba a todos lados, estaba sola en esa celda, hacía frío, las lágrimas rebotaban, pero las limpió.No entendía nada, en su mente todo pasó tan rápido. ¿Cómo podía enfrentar el mismo destino dos veces? Eso no tenìa sentido, eso no era justo.Maldijo su suerte. Sollozo con amargura.«¿Por qué fui tan estúpida? ¿Por qué no lo pensé antes? Debí llamar a Rafael, ellos son los asesinos. Leander lo sabía todo, ¡no, no puede ser! Claro que era su vida, quería salvar su vida, ¿qué no haría alguien por salvar su vida? Pero, ¿matar a su propio hermano?», pensó.La mujer lloró amarga.De pronto, aparecieron esos hombres, ella limpió sus lágrimas, se controló, abrieron la puerta, y la tomaron.—¿A dónde me llevan? ¡Suéltame! Quiero llamar a mi abogado.—¡Cállate!Ella tuvo terror.***La llevaron hasta una habitación, y la ataron a una silla. Ella gritaba, pero pusieron cinta industrial en su boca, y una venda en sus ojos.Elisa sintió terror. De pronto, escuchó unos paso
Los ojos de Leander miraban por la ventana, de pronto no pudo más. Una desesperación lo atormentaba. —¡Detén el maldito auto! —gritóEl chofer frenó en medio del camino.El abuelo le mirò incrédulo.—¿Leander?Leander bajò del auto y su abuelo bajó detrás con lentitud.—¡Leander Moctezuma!Èl se detuvo.—¡No puedo dejarla ahí!—¡Es una asesina!Leander le mirò, con ojos enrojecidos, negó.—¡No puedo!El abuelo maldijo en voz baja, pero conocía bien a Leander como a la palma de su mano.—Entonces, ve por ella, haz lo que quieras, actúas como si yo te pudiera detener.—¡Haremos una prueba de ADN, abuelo! Si ella dice la verdad, no soy tu nieto, y el corazón que late en mi cuerpo es de… mi hermano gemelo —su voz sonó extrañaEl abuelo Moctezuma abrió ojos enormes, esas palabras fueron una locura en su corazón, negó.—¡Tú eres mi nieto! Yo te cargué desde pequeño —dijo con la voz temblorosa—Pero, si la prueba es negativa, te lo juro, yo mismo entregaré a Elisa Expósito a la prisión feme
El doctor apareció casi al amanecer, El abuelo y Ana se levantaron. Gustavo fue hasta ahí.—¿Cómo está mi hija?—Mañana se le hará otra operación, por ahora, aunque está grave, está estable, pero el peligro no ha pasado, la herida perforó un pulmón, estamos haciendo todo lo posible por salvarla.Ana sollozó, y Gustavo la abrazó.El abuelo bajó la mirada atormentada.La doctora se fue.—¡Suelta a mi nieta, Gustavo!El hombre obedeció.—Vas a decirme ahora mismo, todo lo que pasó, déjanos a solas, Ana.—Abuelo…—¡Obedece!La chica tuvo que hacerlo.***Rafael González llegó hasta ese lugar, estaba desesperado, mirò al comisario, quien al verlo se puso muy nervioso.Ese hombre, el gran heredero González, además era un abogado prominente, e incorruptible, sabía qué era capaz de hundir su nombre, si le daba la contra.—Señor González, bienvenido a esta hora…—¡¿Dónde está Elisa Expósito?!—¿Elisa Expósito?—¡Elisa Moctezuma! No me haga perder la paciencia, o juro que tendrá aquí al mismo al
—¿Por qué me trajiste aquí a la fuerza? —exclamó ella—. ¿Qué es esto? Entonces, si tú no mataste a Lisardo, ¿lo hizo tu madre, el resto de tu familia?—¡Basta! Ellos son mi familia, Elisa, crecí con ellos, ¿Por qué los acusas de algo tan cruel?—¡Es la m*****a verdad! Mataron a Lisardo, ¡deje mi teléfono! Mi teléfono quedó en el muelle, ahí está grabado todo, Leander, todo lo que tu madre dijo.Leander se levantó, la mirò incrédulo, pero llamó a uno de sus hombres.—Vuelve al muelle donde encontramos a mi madre, y busca un teléfono móvil, búscalo donde sea y tráelo a mí.Leander colgó la llamada, la mirò fijamente.—Esperaremos.Ella lo mirò a los ojos.—Entonces, según tú, yo maté a alguien por este corazón.Ella no dijo nada.—Ya lo dije, tu madre fue quien dijo que estabas de acuerdo con matar a tu gemelo.—¿Cómo pude hacerlo? Estaba muriendo, Elisa, ni siquiera supe que tenìa un trasplante, hasta que ocurrió el milagro.—¡¿Milagro?! Lo que llamas milagro es la muerte de un hombre i
Las manos de Elisa temblaron cuando él quitó el protector de la hoja filosa de esa daga.—¡Mátame, arráncame el corazón como querías! Hazlo, si crees que el culpable soy yo.—¡Estás loco!—¿Loco? Sì, tú me volviste loco, porque no era necesario todo esto.—¿No? Me arrebataron mi vida, ¿y no era necesario?—¡No lo era! —exclamó Leander, luego su mano acarició su rostro con suavidad—. No era necesario que me llevaras hasta aquí; tu amor y tus mentiras, no era necesario que me fingieras amor, porque mi rostro era parecido al de ese hombre, no tenía que hacerme feliz, no era necesario este maldito dolor, no tenìa que ocultármelo todo, no tenías que elevarme al cielo con tu amor, para luego lanzarme al peor de los infiernos, no era necesario que me hicieras sentir que estoy muerto en vida, otra vez. Ahora, mátame, si ya estoy puerto por tu amor, mátame de una vez.Leander tomó su mano, haciendo que empuñara la daga contra su cicatriz.—¡No, Leander!La hoja de la daga era tan filosa que cua
—¡Detente, Rafael!Elisa abrió la puerta con el auto en movimiento, así que Rafael no tuvo de otra que detenerse.—¡Elisa! —exclamó Rafael.Llévame a ver a Leander o iré sola.Rafael condujo el auto rumbo al hospital al ver en sus ojos que de veras iría hasta ahí con èl o sin èl.Al llegar al hospital.Rafael estacionó, pero Elisa corrió adentro sin decir nada màs.Solo quería ver a Leander.Al llegar a recepción, preguntó por èl.—Mi esposo, se lastimó el pecho, por favor. Necesito saber cómo está, se llama Leander Moctezuma.—Está en la sala de emergencias.—¡Por favor, déjeme verlo!—Lo pasarán a una habitación, esperé un poco, señora.Elisa tuvo que esperar, sus ojos estaban llorosos, y su corazón latía tan fuerte, desesperado.Pronto, media hora después, una enfermera preguntó por los familiares de Leander.Ella corrió hasta ahí. Este hospital era otro distinto al que habían llevado a Sonia Moctezuma, para fortuna de Elisa.—¿Cómo está mi marido?—Venga conmigo.Elisa siguió a la
—¿Qué es lo que quieres?—Dime, ¿por qué nos has hecho tanto daño? ¿Qué es esa tontería que dices sobre que mi hermano robó el corazón de tu esposo?—El corazón que late en Leander es de mi esposo.Ana estaba perpleja.—¡Eso no es cierto!—Ella misma lo confesó. Tu madre mató a mi esposo, para así tener el corazón que Leander necesitaba. Lo hizo por ambición, y además, Leander ¡no es su hijo!—¡¿Qué?! ¡Estás loca, Elisa! Estás totalmente loca, mientes, mi madre es incapaz de eso; además, ¡yo la vi embarazada! Era pequeña, tenìa unos cuatro años, pero mi madre estaba embarazada. ¡Hay fotos de ella en ese estado! Ella no adoptó hijos.Elisa estaba desconcertada, negó.—¡No sé cómo lo hizo, pero sé que Lisardo, mi esposo, es el gemelo de Leander!Ana estaba incrédula.—¡Mientes! ¿Y si es así? ¿Te casaste con el gemelo de tu esposo? ¿Lo hiciste por una absurda venganza?—¡Lo hice para saber la verdad! Mataron a mi esposo, Ana, me acusaron a mí y pagué por años en la cárcel. Salgo y encuen