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Leander sintió que la rabia estaba haciéndolo enloquecer.—Sal de aquí.—Hijo, pero…—¡Sal ahora mismo!La mujer salió apurada, pero ese grito se escuchó hasta el comedor.Todos se quedaron paralizados. Elisa sintió la mirada severa de Ana, tuvo un mal presentimiento, pero no supo qué pensar, respiró profundo.Sonia pasó de la mesa, dijo que no tenìa hambre, el abuelo la miró confuso.Màs tarde, Elisa subió a su alcoba.Leander bebió esa copa, se sintió rabioso, había luchado por contenerse, por pensar antes de actuar, pero no lo consiguió.Abrió la puerta con rapidez. Elisa iba a cambiarse, sus miradas se encontraron, pudo notar que había un remolino en su interior, su mirada era oscura, severa.—¿Leander?Èl se acercò la tomó de los brazos.—¿Qué es esto? ¿Sales con mi enemigo?Leander lanzó las fotografías a Elisa, ella miró y sintió terror.Respiró, porque en realidad no se le ocurría nada que decir.—Déjame explicar.—¿Qué vas a explicar? ¿Qué tipo de relación tienes con èl? ¿Sa
Leander llevaba a Elisa del brazo, estaba rabioso, ella podía sentirlo.Se detuvieron afuera de la mansión González.—¡Habla! Dime, ¿Qué tienes que ver con ese maldito hombre?Elisa tragó saliva, mirò sus ojos.—Él… él fue mi abogado.—¿Tu abogado? —exclamó Leander incrédulo—. ¿Abogado de qué? ¿Por qué no me dijiste que necesitabas un abogado?—¡Fue antes de conocerte! —exclamó—. Leander… yo… ¡Estuve presa!Los ojos de Elisa se volvieron llorosos.Leander frunció el ceño al escucharla, luego alzó las cejas, sorprendido de lo que le decía.—¿Por qué? Dime, ¿Por qué estuviste presa? ¿Por qué nunca me lo dijiste?Elisa hundió la mirada, tragó saliva, mirò sus ojos, cuando èl tomó su mentón, elevando su rostro para que lo viera.—Habla —ordenó.—Fui a la cárcel, porque mi primer marido tuvo un accidente, cayó de un edificio, fui condenada por su muerte, me acusaron de asesinato, Leander.El hombre se puso pálido, sus ojos se abrieron enormes.—¿Qué?—Soy inocente, me creas o no. Rafael f
Leander ayudó a Elisa a bañarse, sus acciones eran caricias. Cuando enjuagó delicadamente su cuerpo, ella comenzó a recuperar la cordura.La fiebre había bajado demasiado, y sus miradas se encontraron.—Leander, yo…Él siseó.—Necesito que te pongas bien.—Y yo necesito hablar… ¿Quieres el divorcio?Los ojos de Leander se abrieron incrédulos.—¿Quieres dejarme?Ella negó, èl se acercò a sus labios.—Menos mal, porque no lo permitiría —sentenció.De pronto, sus labios reclamaron los suyos, besándola con tanta pasión.La envolvió en la toalla, y la llevó hasta la cama. El cuerpo de su mujer estaba húmedo, pero ya no había fiebre, y era una tentación total difícil de evadir.Las manos de Elisa le quitaron la camisa, necesitaba sentirlo, ya no estaba pensando con lógica.Cayeron en la cama, sedientos de deseo.Los labios de Leander hacían magia, besando su cuello lentamente, mientras sus manos subían a sus pechos turgentes, masajeándolos hasta hacer erizar su piel, y su lengua bajó para
—¿Elisa, estás ahí? —exclamó Rafael.—Sì… ¿Esto qué significa, Rafael, ¿quién es el culpable de lo que pasó con mi esposo?—Necesito verte. Tengo una cita en el orfanato de Chaise, tengo entendido que tu esposo creció ahí.—¡Sí! Quiero ir, por favor —suplicó.—No solo eso, Elisa, también he pedido una petición para exhumar el cadáver de Lisardo Expósito, y tú debes autorizarlo.Elisa sintió que su corazón dio un vuelco.—¡¿Qué dices?! ¡Dios mío! Eso sería necesario, así sabía exactamente que Lisardo está bajo tierra, y si su corazón está con èl —dijo con la voz rota.—Mañana ven a verme en el puente de Loreto, a las doce del día.Rafael colgó la llamada.Elisa estaba desesperada, quería conocer la verdad ya.***Por la noche, Leander llamó a Elisa, le informó que debía atender a unos socios extranjeros, y los llevaría a una cena, por lo que debía estar llegando tarde.Elisa no quiso salir de su habitación, pidió que le trajeran la cena, no tenìa ganas de ver o hablar con nadie.Durante
Elisa sintió cómo el coche se detuvo, tenìa miedo, rezaba.«¡Lisardo, por favor, mi amor, perdóname si fallé en tu venganza!», pensó.Las lágrimas rodaban por su rostro desesperado, abrieron el maletero, pero ella aún tardó en adaptarse a la luz. Fue entonces cuando sintió unas manos fuertes que la sacaron de ahí.—¡Aléjense! —gritó.Fue en ese momento en que la dejaron sobre el suelo, ella estaba arrodillada, sus ojos se adaptaron por fin a la luz.Dos hombres sujetaron sus brazos, y ella mirò a Gustavo a los ojos.—¡Por favor, no me haga daño! ¿Qué hace? ¡Mi esposo le matará si me hace daño!Gustavo se rio por lo bajo.—¡Tonta! Tu esposo ahora cree que eres una zorra màs que se metió con su cuñado.El rostro de la mujer palideció, pensó en sus palabras, las lágrimas corrieron por su rostro, entonces lo supo: era una trampa.«¡Tan mala es Sonia! Puede hacer esto para deshacerse de mì, ¿qué haría para conseguir el corazón para Leander? ¿Matar a Lisardo y tomar su corazón?»El hombre l
—¡Responde! —gritó Leander ante el silencio de su madre.—¡Yo no hice eso! Esta mujer es una ramera, ¿sabes lo que hizo?—¡Cállate!—¡Intentó seducir a Alberto! —dijo Sonia.Leander frunció el ceño, había en su gesto una violencia que hizo temblar a Alberto.—¿Qué has dicho? —Leander mirò a Elisa, ella tuvo miedo, sus ojos estaban cubiertos de lágrimas.—¡Juro que no es cierto, Leander! Te juro que yo no hice nada malo, no seduje a nadie, ¡no sé por qué tu madre me odia tanto! Yo estaba en el jardín, no podía dormir, esperaba por ti.—¡Mustia, mentirosa! —gritó Ana.—¡Cállate, Ana! Habla, Elisa —sentenció.—Este hombre llegó, estaba molestándome, intentó tocarme, le dije que me dejara en paz, hice todo para que se alejara, luego tu madre y Ana llegaron, me golpearon, y Gustavo me llevó hasta ese lugar, ¡no hice nada! Lo juro.Alberto sintió que cualquier rastro de alcohol se esfumó de su sangre.—¡No es cierto! Ella intentó besarme y seducirme, le dije que era tu esposa, pero… —Leande
Llegaron a una cabaña, afueras de la ciudad.Entraron, él encendió la chimenea, y Mariza fue y trajo mantas para cubrirse del frío que estaba haciendo ahí.Se sentaron sobre algunas mantas en el suelo, y otras que los cubrían.—¿Cómo te sientes?—Bien. Lamento todo esto, Leander, no quería esto.—¿Qué?—Tu familia, ahora me odian, ahora te he alejado de ellos, pero te juro que…Él siseó, colocando su dedo sobre sus labios.—Ya no importa, olvídalo, no voy a creer en otros, porque quiero creer en ti, pero no me mientes, no me ocultes nada, estoy aquí para ti, ¿lo entiendes?Ella le mirò dudosa.«¿Quién eres, Leander Moctezuma? No puedo compararte ahora ni con el mismo Lisardo», pensó.Asintió despacio.—Sé que lo que te pediré es difícil, pero te pido que olvides el pasado, seamos tú y yo el presente y el futuro, quiero amarte, sentirte mía, no quiero pensar que tu mente está en alguien más, sé que es triste que tu antiguo esposo murió, fue injusto que te inculparan, pero quiero que aho
Ana fue a la habitación de su esposo.—¡Me iré contigo! —aseveróEl hombre negó.—¡No, permanece aquí! Debes ayudarme, debes suplicar al abuelo para que me deje volver, de lo contrario, no podré hacerlo.Ana entendió todo, ella amaba a ese hombre, porque había sido su único, sollozaba sin control.Alberto besó su frente y se fue.Ella se quedó ahí, culpando de todo a Elisa.***Elisa se encontró con Rafael.Ordenó a su chofer y guardia que la dejaran en una iglesia y ella salió por la puerta trasera.Cuando se vieron, Rafael le preguntó por Leander.—Bueno, sabe que yo vendría al orfanato, pero, no, no sabe que estoy contigo.—¿Sabe sobre Lisardo?Ella negó.—Al menos por mí, pero… no sé si…—¿No sabes si Leander haya conocido a Lisardo, si son gemelos o solo un tipo raro de dobles? ¿Tampoco sabes si Leander fue capaz de matar a Lisardo para tomar su corazón?—¡Detente! —exclamó ella repentina, el hombre paró el auto y la mirò con duda.—¡No digas eso! No lo digas por favor.—¿Qué har