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Cuando la oveja se comió al lobo pt 1

Todo estaba perfectamente planeado, se decía a sí mismo Altair Sallow, que se encontraba recostado sobre una cómoda cama king size mientras cubría su desnudez con una fina y delgada sábana de seda color zafiro como sus ojos, la emoción que sentía por humillar a aquella cobriza de piel nívea lo había excitado de más y solo tuvo que marcar un número al azar de su larga lista de contactos para conseguir con quién desahogar aquella necesidad primaria, después de todo, no había mujer que se le pudiera resistir, claro, su divertida tarde terminaba como estaba acostumbrado, había tenido que soportar el cursi lloriqueo de quién fue su entretenimiento esas horas, al haber rechazado de la peor forma a la chica que momentos antes había confesado su amor por él, siempre era lo mismo, mujeres aburridas que juraban sobre su nombre amarle más que nadie en el mundo, aquello, por supuesto, era una gran mentira, nadie podía amarlo porque él no amaba a nadie, la vida se vivía mejor de esa manera, tenía suficiente dinero para pagar por risas y por lágrimas, su poderosa herencia le aseguraba un inminente triunfo sobre cualquiera y era, además, un hombre apuesto, no veía necesario amar ni que lo amarán, tenía todo cuanto cualquier ser con sangre en las venas pudiese desear.

Meditaba, cómo solía hacer, en la soledad de su lujoso apartamento, había abierto ya la regadera para darse un buen y merecido baño, el agua resbalaba por su piel de canela dejando pequeños ríos que se marcaban entre su abdomen perfectamente trabajado, si, ese era Altair Sallow, el chico más malditamente sexy de todo Carrington, se consideraba a sí mismo como un sex symbol, el no necesitaba de cosas cursis y patéticas como el amor para sentirse pleno, sexo, dinero, belleza, lo tenía todo, no había nada que él no pudiera obtener, mujer que le gustaba era mujer que se llevaría esa misma noche a su cama, y era todo cuanto creía, necesitaba.

Terminado aquel placentero baño, comenzó a vestirse, había planeado su perfecta venganza en contra de aquella insolente mujer que se había atrevido a mirarle hacia abajo, el traje Armani color negro con la camisa azul rey de la misma marca, lo hacían lucir como lo que se consideraba, decidió no usar corbata y dejar los primeros botones de su camisa desabrochados para hacer notar lo que esculpía en el gimnasio, sus zapatos de vestir lucían impecables, se colocó el reloj Rolex que solo usaba en ocasiones "especiales" y se acomodó su largo y trenzado cabello a un costado, dios, al verse al espejo lucia endemoniadamente sexy, y esa noche se prometió, burlarse de la joven que tuvo bien ocupada su mente durante toda una maldita semana y sintió alivio de que su orgullo finalmente sería vengado, prometiéndose eso, se encaminó hacia el lugar de la recepción dónde culminaría su pequeña venganza.

En el departamento de Andrómeda Miracle, dos jovencitas se reían y terminaban de arreglar los últimos toques de sus atuendos para esa noche, Andrómeda había solicitado permiso a su amado jefe André para poder asistir con su amiga y hermana a la que sería la primera fiesta que tendrían como universitarias, las dos brillaban por la emoción y hacían tanto escándalo que terminaron siendo regañadas por el pequeño hermano de la bella cobriza ya que no le permitían concentrarse en su tarea, la tía de aquella joven vivía con ellos, y estaba más que feliz por poder estar allí viendo a su amada sobrina tan dichosa y emocionada, sabía bien que Andrómeda no salía mucho y era reconfortante saber que al menos una noche, la jovencita podría olvidarse un rato de todo aquello que siempre la agobiaba y ser como cualquier chica de su edad, no había podido ayudar a sus sobrinos los dos primeros años después de que su madre murió por que su familia se lo impedía, pero al ser mayor de edad, pudo ser libre de hacer lo que quisiera y se mudó al pequeño departamento que el buen André les presto para tener un techo donde vivir y estar juntos.

- Bien Andrómeda, ¡Estamos listas! - dijo la también emocionada Nereida a su hermana del alma que se miraba al espejo sin creer el cómo lucia.

La hermosa cobriza lucía un vestido estraple de vuelo en la parte baja color vino que le llegaba unos dedos arriba de las rodillas, este, enmarcaba muy bien su abultado busto y su estrecha cintura, la espalda descubierta de la joven lucia sedosa, sus alargadas y torneadas piernas se hacían notar más gracias a los tacones color dorado que llevaba puestos, su escote en forma de corazón hacia ver parte de su bien formado busto y era sutilmente ocultado por el hermoso collar dorado con piedras a juego del color de su vestido, su larga cabellera la llevaba suelta, solo un par de dorados sujetadores a los lados hacían caer su cabello en una bella cascada de ondulados mechones, el sutil y jovial maquillaje le daba el toque y perfecto final a la ya de por sí bella chica, lucia majestuosa.

La bella castaña, llevaba un vestido entallado al cuerpo en color negro, era de corte estraple también, pero lo descubierto de su espalda llegaba hasta donde terminaba la misma, unos tacones rojos y un collar a juego del mismo color, así como su cabello sujeto en una cola alta y el maquillaje tipo smoking que llevaba le daban un toque sensual, ambas lucían hermosas.

- ¡Andrómeda! ¡Ha llegado el joven André por ustedes! Bajen ya y no lo hagan esperar demasiado - escucharon el gritó de la tía Zara llamarlas desde la puerta.

- ¡Vamos enseguida tía! - respondía Andrómeda mientras ambas jóvenes tomaban sus carteras para salir rápidamente a su primera fiesta de universidad.

Un perplejo André abría sorprendido sus labios y ojos al ver lo fatalmente hermosa que lucía la joven que le robaba el aliento.

- ¿Verdad que luce como una diosa? - le pregunto divertida Nereida al notar la mirada del joven peliblanco que parecía haber dejado de respirar al ver a la cobriza con esos atuendos...

- La ropa es mía pero definitivamente le luce mucho mejor a Andrómeda - dijo entre risas la castaña mientras animaba a su amiga a salir del trance en el que quedó atrapada al notar la mirada de aquel hombre que amaba desde hacía algunos años atrás.

- Luces increíble Andy - contesto tragando saliva el peliblanco notablemente nervioso al ver la visión de su amada niña como si le llegará del cielo... definitivamente había dejado su niñez atrás para convertirse en una mujer realmente bella.

- Gracias - contesto la cobriza muy apenada y sintiendo sus mejillas arder al ver la reacción de André, un cosquilleo en su vientre y corazón que sentía la quemaban, la hacían reafirmar una vez más lo enamorada que estaba del hombre que más la había apoyado y protegido, solo a él le permitía ver sus lados secretos, su fragilidad o timidez y eso, la hacía sentirse bien con ella misma.

- Adelante princesas, por esta noche seré su chófer y guardaespaldas, conmigo estarán seguras - dijo en tono divertido el peliblanco que aún sentía un ardor recorrer su cuerpo al ver tan perfectamente hermosa a la jovencita que le había arrebatado el corazón del pecho desde hacía tiempo.

El trayecto había transcurrido entre risas y bromas, el trio de jóvenes ya habían acordado que André regresaría por las chicas a las 12 am que terminaba la fiesta, Nereida tenía su propio auto, pero desde que destrozó parte de la defensa por ir distraída con el celular, sus padres le habían retirado la licencia por tiempo indefinido como castigo al ser el tercer coche que la joven destrozaba, en un momento, se encontraron afuera del antiguo edificio en el campus dónde se llevaba a cabo la celebración de bienvenida, las chicas se despidieron del sumamente apuesto Alex quien acababa de caer en cuenta al darse un duro golpe con la realidad...todos los asistentes de esa fiesta verían de la misma manera que él, incluso lasciva, a la dueña de su corazón...y con ese pensamiento en mente, se metió de nuevo en su coche y se encaminó a algún lugar cercano a esperar la hora de recoger a las jovencitas.

Dentro del recinto, se encontraba ya Altair Sallow, que esperaba ansioso la llegada de la joven que había arrebatado sus pensamientos durante más tiempo del que podía y quería soportar, se vengaría, y aunque su mejor amigo le repetía mil veces que era una estupidez querer joderle la vida universitaria a una chica que no quiso nunca chocar con él y a la cual el mismo había insultado teniendo como resultado las palabras e indiferencia que la joven le mostró, no, definitivamente no podía dejarlo pasar, para su amigo era una tontería...para él era su orgullo, algo que no dejaría que nadie pensará que podían pisotear...ya no.

El lugar desbordaba elegancia, decoraciones plateadas y con un símbolo de lobos y media luna se miraban por todo el espacio, se notaba que el encargado de la fiesta de ese año se había esmerado en que todo luciera perfecto.

- Los Gastrell se encargaron de la celebración de este año - dijo Nereida al observar el símbolo presente en todas las decoraciones del lugar.

- ¿Los Gastrell? - pregunto Andrómeda.

- Si, es una de las 5 familias, ya te conté una vez de eso - respondía Nereida arrastrando a su amiga dentro del lugar sin notar ambas chicas que un par de ojos color zafiro las observaban al fondo del recinto.

Altair no podía creer lo que veía, aquella chica estúpida de toscos modales y que lo había ofendido, lucia como una reina, no pudo evitar notar su grande y bien formado busto, lo estrecho de su cintura, sus largas y torneadas piernas y su desnuda espalda que dejaba ver una sedosa y tersa piel, sin perder detalle de su largo cabello y el hermoso rostro que lucía divertido.

- Maldita, ¿Como te atreves a mostrarte así? - se dijo más para sí mismo Altair, sintiendo un tirón en su entrepierna.

- Vaya, ya llegó mi dulce Nereida, Altair, ahora te dejo, que no pienso dejar a mi chica a la deriva en medio de este montón de lobos - dijo Alexandre al piel canela que apenas si le puso atención al estar su mirada clavada en la cobriza que ya arrancaba los suspiros de muchos estudiantes que la miraban de muchas formas.

- ¿Así que lobos eh?, Esta noche yo seré el lobo que se comerá esa oveja y después exhibiré su desollada piel - río y dijo por lo bajo Altair Sallow, sin despegar su vista de la deliciosa presa que ya le había robado bastante de su atención desde aquella mañana que chocaron en aquel infortunado primer encuentro.

Un peliplata recién llegaba al recinto donde se llevaba a cabo la celebración a los alumnos, que como el, eran de nuevo ingreso, dio unos cuantos pasos desde la entrada al interior del lugar y su celeste mirada se clavó en la figura de una hermosa mujer que reía divertida junto a una castaña y un moreno de ojos azules que él conocía muy bien al ser cercanas sus familias, la belleza de aquella joven se había robado la atención de aquel muchacho de plateados cabellos, el chico llevo una de sus manos hacia su frente removiendo hacia un lado mechones, sin notar que muchas jovencitas de aquel sitio lo miraban como si estuvieran viendo un sueño, y como no? la piel ligeramente bronceada del apuesto joven contrastaba con su plateada y larga cabellera, la entallada camisa cobriza Oscar de la Renta le lucia espectacular pegada a su bien formado cuerpo, el pantalón negro de la misma marca y la corbata descolocada color roja, sumado a su fruncido ceño, le daban un aire sexy y rebelde, sin pensar muy bien porque, camino hacia donde estaba ese trio de jóvenes del cual la joven de piel nívea se había robado su atención. 

- Sera una noche divertida después de todo – dijo aquel joven de animados ojos celestes al entrar en aquel lugar, posando sus ojos en la hermosa cobriza que desde que llegó se robó de inmediato su atención.

- Hola Alexandre, Nereida - saludo en todo despreocupado el peliplata clavando sus ojos en aquella jovencita que le regalaba una hermosa sonrisa sin siquiera conocerlo, cosa que hizo que un leve sonrojo se asomara en las mejillas del joven de aire rebelde.

- Vaya, pero si es Edward Gastrell, entonces los rumores en el circulo eran ciertos, vuelves del extranjero a estudiar a tu país, vuelve el hijo prodigo a casa, ¡Bienvenido! - dijo entre burlas y alegría el moreno de azules ojos abrazando al peliplata que reía divertido a su amigo que correspondía su abrazo, Edward y él siempre se habían llevado bien, solían intercambiar videojuegos en las aburridas reuniones de su círculo social cuando eran más jóvenes.

- Así es Alexandre, estaré lo que dure la carrera en Londres, cuando termine, deberé ocuparme de las empresas de mi padre en Estados Unidos, ya sabes, Draco, es su primogénito y por ende su sucesor en las empresas principales - dijo con cierto resentimiento el joven de cabello de plata.

- No me piensan presentar a su amiga? - dijo Edward lanzando miradas a la hermosa joven que se encontraba con sus viejos amigos.

- Claro que tonta soy jaja, ella es Andrómeda Miracle, mi mejor amiga y casi hermana - dijo orgullosa Nereida que no tardo en notar las miradas que el joven de ojos celestes le lanzaba a su amiga y esta, como siempre, no parecía notarlo.

- Un verdadero placer conocerla, señorita Miracle - beso la delicada mano de la hermosa joven aspirando disimuladamente el olor de su perfume.

- El placer es mío mí Edward, puedes llamarme Andrómeda, cualquier amigo de mi querida Nereida es un amigo mío - sonrió con calidez al chico que le recordaba ligeramente a su amado André, no podía negarse que el parecido era sorprendente, pero la mirada era muy distinta entre ambos, la de aquel chico hablaba de cierta altivez y arrogancia, y la de su amado era suave y cálida, al menos, esa era la mirada que del peliblanco conocía. 

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