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Salió de la cama y su madre entró en ese instante con varias sábanas dobladas.

—Buen día, hasta que por fin se levanta la dormilona. Debo ir a trabajar en un rato. ¿Vendrás conmigo? —le preguntó.

Se tomó la cabeza, le dolía un poco y le costó responder. ¿Qué hora era ya? Al voltear la cabeza, notó que eran casi las diez de la mañana. ¡Dios! Sabía que eso pasaría. Miró apenada a su madre.

—Lo siento mamá, es súper tarde.

—Te he dicho que no te quedes hasta tarde con el teléfono, porque eso es lo que ha pasado, ¿no es así? Has estado hasta tarde viendo el móvil, tan entretenida que no has descansado lo suficiente. ¿Te duele la cabeza?

—Sí, mamá —para qué negarlo, de todos modos siempre sabía lo que le ocurría.

Suerte que no podía leerle la mente. Suficiente con que fuera enfermera. Quiso reírse de lo que pasaba por su cabeza, pero hacerlo solo aumentaría la molestia en su cabeza. Así que asintió y se puso en pie. Su madre negó con la cabeza. Era realmente un grave problema el uso de los
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