Narra Diego. Veo a Fabiola con una suplica que hace demasiado tiempo no expreso hacia nadie. Y aún así, ella sacude la cabeza en negación. —Ya comí, pero gracias... —dice suavemente, dándose vuelta. —¿Y a tomar algo? —insisto, pero la veo sacudir de nuevo la cabeza. Ruedo los ojos—. ¿La merienda...? —digo y ella se gira para verme. Me desarma cada vez que me ve, por dentro me ha estado debilitando al pasar estas horas y me quema el alma—. Vamos, ¿hace cuánto que no te comes un raspa'o? La pelinegra sonríe un poco y eso me llena el pecho de alegría. —Hace mucho, pero no, gracias... Es tan rápida que ni veo cuando abre la puerta. Solo desaparece. Me odia tanto que en serio no aceptó ni por agradecimiento. Gasté casi todo el dinero que me quedaba en efectivo en su teléfono y ahora tengo el estómago muerto de hambre. No puedo tocar el dinero que tengo en la cuenta bancaria porque solo estoy esperando una última transferencia para pagarle al idiota que no ha parado de escribirme.
Narra Fabiola. Años atrás... Días después de mi cumpleaños número 15 y gracias al hecho de habernos convertido en novios, Diego y yo tuvimos nuestra primera cita. La única justificación que tuve con mi madre para vestirme tan bien esa tarde fue que era el cumpleaños de una de las chicas del barrio, así que ella me dejó ir con tranquilidad ya que estaba agradecida por lo que ellas habían hecho por mí el día de mi cumpleaños. Me sentí mal al mentirle, pero no estaba segura de cómo reaccionaría ella o mi papá respecto a tener un novio, puesto que me recalcaban de vez en cuando que mi única responsabilidad eran mis estudios; y a decir verdad, desde que había conocido a Diego y los demás, me estaba descuidando un poco. Vi la silueta de Diego pasar por mi lado en nuestro lugar de encuentro y me giré para verlo pero él se escondió detrás de mí. Reíamos mientras él evitaba que nos viéramos a la cara y cuando finalmente atrapé su mano, él me llevó con delicadeza hasta su abdomen y con una
Narra Fabiola. (Continuación - Años atrás...) Me quedé un par de horas en casa de Diego, hasta que ambos sentimos que el sueño nos iba a vencer. Él decidió llevarme a casa en su bicicleta y se regresó a dormir, con la promesa de que no habría un día en que no intentara convencer a papá de dejarnos ser novios; pues de ida a la panadería mi padre le había negado su petición. Los días fueron pasando, todas las mañanas al ir al bachillerato mi padre me llevaba en el auto, y Diego comenzó a esperarnos en su bicicleta para también unirse al viaje. A mi padre le pareció algo molesto al principio, incluso cuando al salir del bachillerato sabía que Diego había comenzado a buscarme junto con nuestros demás amigos; hasta que llegaron las vacaciones navideñas. —Hija, ¿te pasa algo? —No quieres que esté cerca de Diego —murmuré cruzándome de brazos. —Oh, hija... —Sonrió y se sentó a mi lado—. Nunca les pedí que se dejaran de ver, solo no quiero que tengas en tu mente otra cosa que no s
Narra Diego.Mientras espero que ella realmente salga de su trance, pienso en que ha sido la única a la que me le he confesado de corazón.Fabiola fue calor en mis días fríos, fue como esa moneda de oro en un momento de pobreza extrema. Ella fue mi luz. Y para ser sincero, como le dije, siempre ha sido la mujer de mi vida.Al principio cuando la vi de nuevo y empezamos a interactuar, demonios, estaba tan molesto que estuve actuando como un imbécil, pero ella tiene mi corazón desde que bajó de aquél camión de mudanza. Y no solo necesito que me crea, sino que pueda sentir lo mismo por mí. Porque no quiero sentirme solo otra vez, porque no quiero seguir siendo infeliz buscando un "algo" en aventuras pasajeras, solo para darme cuenta en este instante que todo lo que quiero, es a ella.Siempre ha sido ella.—Me tengo que ir...La veo levantarse rápidamente y saco el dinero que me queda en efectivo para dejarlo en la mesa de la cafetería y correr detrás de ella. —¡Fabiola detente! —le pid
Narra Fabiola.Cuando llegué a mi piso me encontré con Sarai diciendo que se llevaría la tarjeta de pase porque volvería tarde, así que ahora me encuentro en el balcón de la habitación, observando el cielo.Me pregunto si acaso mi madre estará mirándome y si ella se siente orgullosa de mí por todo lo que he logrado. Me pregunto qué me diría ahora que mi corazón se encuentra en este laberinto con ninguna salida que pueda darle una verdadera paz a mi corazón.Suspiro cuando una repentina oleada de dolor me abruma el pecho, y sin entender por qué realmente, lo justifico a la carga de emociones recientes. Tomo el nuevo teléfono en mis manos y llamo a Danilo, ya que le he escrito al volver aquí y aún no tengo respuesta de él.El teléfono repica y me manda a buzón. Es extraño porque son las nueve de la noche y sé que no está en el trabajo ni está durmiendo.Debería estar viendo televisión con su madre, o algo parecido. Pues mi prometido no es un hombre que realmente le guste frecuentar s
Narrador. Giselle se encuentra entrando al cine con sus amigas de la secundaria. Una vez ubicadas en sus asientos, una de sus amigas, Bianca, hace una apuesta sobre quién no soportará ver la película y como excusa se irá al baño; ya que es una película de terror con suspenso, y se han retado a ir porque todas odian ese género. —Si estamos juntas, lo superaremos —expresa María Antonieta. —¡Boooooo! Todas gritan aterradas en su asiento cuando Giselle grita aquello de repente, y estallan en risas con el corazón bombeando fuerte por el susto. —¿Eres loca? —la acusa Bianca—. Nos pueden echar antes de que empiece. —Oye no seas aburrida, solo estamos... —Giselle cuenta las personas en la sala—. No más de veinte. La idea de ir solas a ver una película de terror a las nueve de la noche no fue de ella, pero supone que así podrán superar este miedo. —Oye, Giselle, ¿podrías ir por más palomitas? —le pregunta Natalie con su tono cantarín—. Creo que me las comeré todas antes de que empiece
Narrador. En cuanto Fabiola cierra la puerta tras ella, se siente sofocada. La idea de estar a solas con él en una habitación quién sabe por cuánto tiempo, la hace sentir nerviosa. Para cuando ve a Diego intentar sentarse en la cama de Sarai, Fabiola le hace una seña para que no lo haga. Diego va al pequeño sofá y ella llama a Sarai. Necesita saber a qué hora volverá. No lo acostará a dormir allí sin su permiso. Pero llama y esta no responde. —No volverá esta noche —le dice el ojimiel, lanzando la tarjeta en la mesa en donde hay un televisor—. Me la dio. Está con Piter, el camarógrafo. Fabiola lo ve y aunque duda unos segundos, sabe que no puede estar mintiendo, después de todo, ha visto el coqueteo de estos dos. —Bien, que descanses... La pelinegra se hunde rápido en su cama, se arropa hasta la nariz y se queda inmóvil mientras cierra los ojos. Mientras tanto, Diego reprime su risa. Le parece divertido cómo ella a pesar de odiarlo, no puede dejarlo a un lado. Sabe que debe sa
Narra Fabiola.Una especie de serpiente eléctrica invisible se desplaza por todo mi cuerpo mientras el brazo y pierna de Diego chocan con mi cuerpo durante el viaje al aeropuerto.Exhalo la tensión en mi pecho cuando el ojimiel se levanta un momento ya que Piter lo ha llamado desde atrás del bus.Miro hacia ventana, todo el paisaje, la calle, las personas, y al cerrar los ojos me recuerdo a mí misma anoche, cambiándome, con el corazón en la boca, mientras bajaba buscando un maldito lugar en donde pudiera conseguir sus empanadas.¿Por qué?, ¿por qué tuve esa urgencia y ese sentimiento tan repentino de querer que él estuviera bien?Me gustaba más cuando sentía que debía ser malvada con él, pero ahora, siento una mezcla de pena por lo que pasó, y al mismo tiempo esa pequeña mariposa revoloteando en mi corazón, al recordar cada palabra ayer en la cafetería.—¿Segura que no quieres? —cuestiona sentándose a mi lado, extendiendo una de sus empanadas—. A ver, se te hace agua la boca, cariño. D