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CAPÍTULO 5: No me digas lo que debo hacer

La mayoría saludan a Victoria con educación y reverencia cuando pasa ya sea por educación o porque la conocen, excepto los guardias pero ellos debían estar alertas todo el tiempo. Al llegar finalmente con el ama de llaves ve que está planeando una cena que tendrán dentro de un mes, por orden de la Reina. -Señora Estela, ya debe conocerlo pero aquí está Andrew y será uno de los primeros sirvientes personales de la Reina Joselinne y quiero que le instruya todo su conocimiento a él desde cómo vestir, modales, porte y demás tareas. Tiene un mes, no… Mejor dicho, 15 días empezando desde hoy.- Mira a Andrew a los ojos directamente.

-Cuando tengas tus horas de comida, ven a vernos en el estudio de manera inmediata y con una tasa de té con una rebanada de pastel de fresas, por favor. Otra cosa, señora Estela, sea consciente que tiene 15 días para hacer al joven Andrew un auténtico caballero y sirviente personal de la Reina, si no... Pasará sus últimos días en el calabozo del Castillo.-

-Si, mi señora... ¡¿Solo 15 días?!- Se sorprende y la ve a ella mientras suspira cansada pero hace que un guardia se acerque. -Necesito que traigas más chicas para el banquete que habrá en un mes.- Escucha lo último que dice la tigre de bengala blanca y niega con la cabeza. -Le enseñaré todo sobre cómo debe comportarse para que no haya necesidad de hacer lo último.- Le entrega las hojas a su ayudante. -Apresúrate en traer a las chicas mientras voy entrenando al muchacho en todo lo que debe saber.-

Asiente cuando le dice de sus horas libres pero no le gusta la idea de no estar sola en esos momentos de privacidad para comer ya que era el único momento en el día, en que se sentía libre y podría pasear sola por el jardín pero pasar tiempo con la reina Joselinne sonaba excelente y le gustaba la idea. -No la defraudaré respecto a esto.-

-Bueno Andrew, te veré en tu hora de comida, sé puntual con lo que te pedí y disfruta tus clases. Iré con la Reina e ignoraré su petición de querer estar sola, voy a ir a la torre del este por si me necesitas.- Sale de la cocina para ir a la torre donde decide subir pero se queda por una ventana a la mayoría del Reino, dejando salir el aire para sentirse triste nuevamente ero no provenía de ella. -Joselinne... Ya basta, por favor.- Aún estando sola en la torre, es su momento para dejar salir todo lo que ella siente.

Annabelle o más bien, Andrew, va con Estela hacia el comedor real mientras escucha lo que le dice sobre los modales y de cómo vestirse también pero ella solo tenía un solo traje algo sucio pero funcional, n sabía dónde conseguir algún otro que fuera elegante. Le gustaba porque era sencillo y no deseaba llevar nada extravagante. -Tendré que hacerme a la idea de todo esto pero... Pasar tiempo con la Reina Joselinne no es tan malo.- Al menos las noches eran suyas para poder pasear por el jardín y hacer otras cosas personales.

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A la hora del almuerzo, Annabelle llevaba la tarta de fresas y también la taza de té que supuso era para la Reina Joselinne, así que la había decorado con las fresas en forma de rosa. Al llegar al estudio, toca la puerta y entra cuando le dan permiso.

Le ordena que pase y ve que es e mismo sirviente de la mañana y que ya era el que había nombrado como sirviente personal per se extraña por lo que lleva en las manos y voltea a ver a su guardiana. -¿De nuevo cuestionando mi autoridad, Victoria?-

Se levanta para sentarse mientras lame su pata tranquilamente. -Aprendí de la mejor, no te tengo miedo, Joselinne. Es solo que de nuevo no estás comiendo bien.- le indica a él que se acerque. -Si quieres que Andrew sea tu sirviente personal, debe velar por tu bienestar y sobre todo, que no estés sola.- Puede ver que se tensa un poco pero después ve el té con el postre. -Come antes de que se te baje la energía.-

Deja todo frente a la Reina y se agacha para cambiar el vendaje que le había colocado a Victoria esta mañana luego de lavar sus patas traseras pero primero las limpió con un paño húmedo que había traído en su delantal. -Está mejor o ¿aún le duele, señorita Victoria?- La venda de nuevo y evita que se apoye en esas patas para que no se lastime más.

-Mmm…- Empieza a comer el pastel y las fresas que saben bien y sigue leyendo, también sintiendo alivio cuando cura las patas de Victoria, logrando relajarse un poco más pensando en ese tonto contrato de matrimonio que debe hacer.

-No, muchas gracias por curar mis heridas.- Cuando termina de curarla, se siente mejor y también de tener un ambiente diferente en el estudio. -Andrew, necesito que te quedes aquí. Puedes sentarte en la silla de enfrente al escritorio- Ve la mirada de Joselinne de que no le gusta la idea. -Por favor, toma asiento. No muerde, así que acompaña su soledad.-

-Si, señorita.- Se sienta frente a ella y deja sus manos en su regazo mientras va recordando lo que la señora Estela le había explicado en toda la mañana sobre los modales, las habitaciones, cómo debía vestirse y varias cosas más pero le prestó atención a la Reina Joselinne, en caso de que necesitara algo. Ve que busca un documento y quería tratar de ayudar pero no quería que se molestara. Ve que hay uno debajo de la mesa y se agacha para recogerlo y dárselo. Nota que se relaja y eso también hace lo mismo en su cuerpo.

Tomo el papel para seguir trabajando y lo compara con el resto ya que era el tratado diplomático con el que estaba lidiando. -Victoria te quitó tu hora de comida, ¿no? Toma la mitad que dejé del pastel, no quiero que mi primer sirviente personal no tenga energías para su siguiente lección.- Deja de leer para recargarse en la mesa. -Ahhh... Victoria, ¿dónde está a botella que tenía en el escritorio esta mañana?-

-No, no dejaré que la botella acabe con tu vida. Ya tengo suficientes problemas con mantenerte viva como para que me des otra lata.- Se quedó a su lado donde ve que está frustrada. -Ya te dije que no te daré de beber vino u otra cosa para hacerte daño, no me importa si me lastimas de nuevo.-

Toma el pastel y lo prueba ya que nunca había comido en casi todo el día y gime bajo por el sabor. -¡Guao! Los ricos si que saben de estas cosas. Tontos con suerte.- Ella podría hacer uno pero nunca tendría los ingredientes frescos. Se lo come despacio para poder disfrutarlo, notando que la Reina está molesta de nuevo y suspira mientras deja el tenedor al terminar.

-Majestad... Sería mejor que bebiera el té en vez del licor. Eso solo hace que su cuerpo se enferme por dentro, porque aunque el licor sea delicioso, como me dicen que es, también es peligroso para el cuerpo. He visto como las personas dejan de comer. Vomitan, maldicen, están de mal humor... En fin, son muchas cosas y no son positivas.-

-Cállate, no te pedí tu consejo o que hablaras, Andrew. Es mi tiempo y mi vida que te estoy dando, así que no lo te sientas con suerte solo por subirte de rango.- Sigue de mal humor con la idea de tomar té en vez de licor.

Se sube a la mesa para rugir en la cara de su protegida para que le preste atención. -¡Ya basta Joselinne! ¡Siempre es lo mismo! No quieres que nadie te ayude, tus asuntos de trabajo solo son para distraer tu mente, salvas personas donde las hechas de aquí a los 15 días, dejándolas en la calle y sobre todo... ¡Quieres matar a este Reino con tu muerte! Estoy cansada de cuidarte todo el tiempo cuando te causas daño, no vine a este mundo a sufrir solo por lo que te dijo la Bruja Oscura.- Se sienta en el escritorio mirándola a los ojos. -Deja solo una vez, que tus sentimientos salgan para bajar esa amargura que tienes y deja que se acerquen a ti.-

-Lo siento, Majestad.- Baja la cabeza pero tiembla un poco cuando escucha el rugido de Victoria, hasta podría jurar que las paredes del Castillo temblaron. Ve que los papeles se caen y se levanta para poder recogerlos mientras solo lee un poco de ellos, ordenándolos luego por lo que tenían escrito y así ahorrarle algo de trabajo a Joselinne. -Tiene un hermoso nombre pero no puedo decirle en voz alta.- Deja las hojas en la silla ya que el escritorio estaba ocupado pero ve que las patas fe ella tiemblan. -Tiene que estar acostada, señorita Victoria. Sus patas aún están heridas.-  

-¡Yo también estoy harta de ti, Victoria!- Se levanta de la silla frente a su escritorio para verla a los ojos. -Desde que estás conmigo, pensé que serías una magnífica Guardiana Real para tener algo de sentido común pero parece que es todo lo contrario. Impones tu autoridad ante la mía, siempre me estás cuestionando todo lo que hago y sobre todo... ¡Hablas por mí cuando no quiero hacerlo!- Golpea la mesa con un puño no queriendo aceptar la realidad de lo que estaba sucediendo exactamente en este momento y en su vida.

Victoria sabía que debía evitar que su protegida siguiera dañando su propia vida pero era difícil el convencerla. -Es porque yo sé lo que sientes en verdad. Se cómo piensas, cómo te enojas, cómo lloras y te callas cuando quieres ayuda. Tú estás gritando por dentro que quieres que te ayuden pero desconfías tanto de tu destino y de tu instinto que alejas a todos para sentirte miserable tú sola y mostrarles que eres fuerte para llevar esta nación a la gloria, aún sabiendo que no puedes sin ayuda.-

-¿Ahora qué debo hacer? No me puedo meter en este tipo de situaciones para no molestar a nadie.- Se aparta pero se queda cerca en caso de que ocurriera algo malo pero tiene una idea. -Hay... Hay un método para liberar las frustraciones. A mí me funcionaba en mi hogar.- Se sonroja ligeramente cuando ve que tiene la atención de ambas. -Solía agarrar un objeto pesado y lo golpeaba varias veces mientras gritaba lo que me hacía sentir mal. Eso quitaba un poco mi estrés.-

-No, ella necesita algo más grande. Algo como para dejar que su egoísmo y necedad bajen para ser una mejor persona.- Se baja del escritorio y Joselinne se sienta en su silla de nuevo. -Estaré en la habitación, no saldré al jardín.- Sale de la oficina para ir a su cuarto donde puede estar tranquila.

-Vete... Vete de aquí.- Coloca una de sus manos en sus ojos para tranquilizarse. -¡Date prisa y lárgate de aquí!- Escucha el sonido de cómo recoge la bandeja con los platos y al momento en que la puerta se cierra, dejar salir las lágrimas pero sin emitir ni un sollozo y solo seguir trabajando.

Recoge las cosas y sale de la habitación para ir a las cocinas y limpiar todo pero va al resto de las habitaciones para poder limpiarlas también. No nota que alguien, algunos hombres, lo siguen y entra mientras ve que es el comedor para fiestas, por lo que decide ayudar a la señora Estela y pulir los cubiertos que usarían en la gala de baile que habría en un mes.

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