Mi Pareja y Heredero Perdieron la Cabeza Después de Alcanzar el Poder
Mi Pareja y Heredero Perdieron la Cabeza Después de Alcanzar el Poder
Por: Seven Seas
Capítulo 1
"¿Cariño, no se suponía que hoy tenías una reunión con la alianza? ¿Qué haces aún aquí, encerrada en el despacho?" Preguntó Damián mientras se acercaba por detrás y comenzaba a masajearme los hombros, tal como solía hacerlo antes, con esa voz suave que usaba cuando quería parecer atento.

Apagué la computadora, alcé la vista y le sonreí. "La maestra de Toriel me comentó que ha estado tosiendo un poco últimamente. Me preocupé, así que contacté al sanador pediátrico más reconocido y le agendé una cita para mañana."

"Cada vez que Toriel estornuda, entras en pánico", comentó Damián, acariciándome el cabello con una expresión conmovida. "Cuando crezca, seguro que te cuidará tanto como tú lo has cuidado a él."

Lo miré directamente y respondí sin rodeos: "Soy su madre. ¿De quién más debería ocuparme, si no de él?"

Damián sonrió con ternura. "Cariño, que te hayas convertido en mi Luna y criar a un hijo contigo ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida."

Me sostuvo la mirada con aparente afecto, así que le devolví una sonrisa leve, sin decir una sola palabra. Llevábamos tres años enamorados y siete como pareja vinculada. Diez años en total, llenos de momentos compartidos e historias que creía significativas.

Cuando lo conocí, él era el Alfa de la Manada Luna Plateada, y yo la hija del Alfa de la Manada Luna Dorada. Tras la alianza entre nuestras manadas, la mía se integró a la suya, pero yo asumí todas las responsabilidades de gestión, mientras que él vivía despreocupado, disfrutando del lujo y el prestigio sin esfuerzo alguno.

A veces me preguntaba por qué me casé con alguien tan inútil. ¿Fue por la ilusión de sentirme amada? ¿Fue porque, en sus gestos tiernos, cuando me enfermaba o me sentía agotada, creí ver devoción?

Siempre tenía una sorpresa o un detalle para mí, incluso en los días comunes y corrientes. Y en los momentos de pasión, me apretaba contra él y me susurraba que me amaría por siempre.

"¡Tía Eloísa! ¡Por fin llegaste!" De repente, la voz emocionada de mi hijo resonó en la sala de estar.

Me puse de pie de inmediato y salí del estudio. Allí estaba Eloísa, cruzando la puerta con familiaridad, alzando a mi hijo en brazos y dándole un beso en la mejilla. "Mi pequeño Toriel, ¿me extrañaste?"

Apenas terminó la frase, me vio de pie en el umbral y su sonrisa se congeló de golpe. La incomodidad se le dibujó en todo el rostro.

Antes de que pudiera emitir palabra alguna, Damián se adelantó con rapidez: "Amor, hoy había una actividad de padres e hijos en el jardín de infancia, con temática de selva. Pensé que estabas muy ocupada con el trabajo y no te quise molestar, por eso le pedí a Eloísa que nos acompañara."

Nerviosa, Eloísa bajó al niño de inmediato y se apresuró a añadir: "Sí, sí, mi Luna. Usted me ha apoyado durante tantos años que siempre le he estado agradecida, quise devolverle un poco de esa bondad y apenas el Alfa me llamó, vine corriendo."

Mientras la escuchaba justificarse, no pude evitar recordar el día en que Toriel nació. También en esa ocasión, bajo el pretexto de visitar al recién bebé nacido, Eloísa había llegado con Damián a la cabaña del sanador. Caminaba ansiosa de un lado a otro por el pasillo, con las manos inquietas y los ojos brillantes.

Cuando di a luz, fue la primera en abalanzarse sobre mi hijo, con las lágrimas asomando en sus ojos.

La partera, sorprendida por su efusividad, incluso bromeó: "¿Y tú qué eres del bebé? ¡Pareces más emocionada que la propia madre!"

Y Eloísa... tenía esa misma mirada nerviosa y los mismos ojos que evitaban los míos.

Ahora, viéndome callada, trató de justificarse otra vez: "Mi Luna, solo pensé que Toriel es tan lindo... que no me pude resistir a besarlo. No se va a molestar conmigo... ¿verdad?"

Le sonreí con calma. "Por supuesto que no. He estado tan enfocada en el trabajo que he descuidado a mi familia, debería darte las gracias por cuidar de Toriel."

Ambos, Eloísa y Damián, parecieron relajarse de inmediato.

Entonces, Toriel corrió hacia mí con sus ojitos llenos de entusiasmo. "Mamá, ¿vas a ir a tu reunión hoy o vienes con papá y conmigo al jardín de infancia?"

Le acaricié la cabeza. "¿Qué tal si lo decides tú?"

Sin dudarlo, respondió: "¡Quiero que vayas a trabajar, así mi tía Eloísa y papá me pueden llevar al jardín!"

Incómodo, Damián lo alzó en brazos y se apresuró a intervenir: "Cariño, Toriel solo quiere que puedas concentrarte. La otra vez incluso me dijo que estabas muy ocupada y que no debía molestarte por cosas sin importancia."

"Es un niño tan considerado", agregó Eloísa con una sonrisa. "Solo alguien como la Luna Ariel podría criar a un hijo tan educado."

Miré al niño con ternura. "Entonces haremos lo que Toriel dice."

Al oír eso, el niño dio saltitos de emoción, tirando de la mano de Eloísa y de la de Damián mientras los arrastraba hacia la puerta.

Los observé alejarse, los tres reían como una pequeña familia feliz, y sonreí con indiferencia.

"Ariel, ¿cómo puedes sonreír en un momento como este?" Murmuró mi loba internamente, presionando sus patas con inquietud y ladeando la cabeza.

"Porque puedo hacerlo", le respondí. "Cuanto más felices se vean ahora... más fuerte será su caída después."
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