17 Años después…
—Yo quiero una boda así, sencilla y hermosa —dijo Rosie mientras miraba el álbum con las fotografías de nuestra boda.
—Sí, en unos… veinte años más o menos—interpuso Peter.
Rosie giró los ojos con disgusto. Su padre era demasiado celoso, tanto que, a sus diecisiete años, no había traído ni un pretendiente a casa. Ni decir de amigos, eso era tabú para Peter Keanton.
—Cuéntame de nuevo. ¿Cómo hiciste para que mamá se enamorara de ti por segunda vez?
Nuestra hija era muy inteligente, sabía cómo desviar la atención de los temas escabrosos, como en el caso de su futuro con algún chico. También era una cantante talentosa, eso lo heredó de Peter. A mí que ni me digan, porque desafino más que un gallo mañanero.
No podía dormir sabiendo que Carrie corría peligro, que ese degenerado quería, no solo saciar sus deseos carnales con ella, sino torturarla hasta que recuperara sus recuerdos, sin reparar en el daño físico y mental que le estaba causando.Yo solo deseaba cuidarla, cobijarla en mis brazos y hacerla sentir segura. Anhelaba besarla con devoción, acariciarla con ternura… cantarle canciones de amor al oído.Necesitaba a mi musa, la necesitaba tanto que mi vida se volvía más oscura con cada segundo que transcurría sin ella.Ella era mi luz.Ella le dio sentido a mi miserable vida.Ella era todo para mí.¿Cómo haré para recuperarla? Con Henry convaleciente, y con mi maldita ceguera, no había mucho que pudiera hacer. No confiaba en nadie más que en Henry y, hasta unos días atrás, en Gerard. ¿Y l
CARRIEAtrás había quedado el horror que viví con Leo todos aquellos años. El FBI ingresó al edificio donde me tenían sometida, arrestó a Leo, a Mario y Anton. Gerard y Andrew nunca estuvieron ahí, creo que fue una trampa para Leo como un castigo.Todo fue planeado. El FBI ya tenía la información y la ubicación de la droga que escondí en un depósito. Solo necesitaban que sirviera de señuelo para atrapar a El Don y desmantelar el cártel.—¿Estás segura de esto? —insistió Hyde.—Es lo mejor para Peter —afirmé. Pero mi corazón estaba tan destrozado que me costaba mantenerme en pie.Todo tuvo sentido cuando recordé el accidente. Yo vi a Peter gritando, lo vi buscando a su hija. Vi a Kaili a un lado de la carretera, inmóvil. Yo causé todo aquello. ¡Yo le qu
Los ángelesLlegué del supermercado con una nueva provisión de pañales, toallas húmedas y leche de fórmula. Rosie, con apenas cuatro meses, era una consumidora compulsiva.Cambié los conciertos y los viajes en autobús, por horas de insomnio con mi pequeña glotona… y lo hice con todo el gusto. Amaba cada minuto a su lado, no me importaba la hora que fuese.Entré a la habitación de Carrie y me encontré con una hermosa escena, ella dormida con Rosie en su pecho. Verlas me aceleraba los latidos y me inspiraba a escribir canciones, letras que solo hablaban de amor. Ellas eran la mejor composición que mi corazón podía cantar.Me acerqué a mi soñadora y le acaricié la mejilla con suavidad. Carrie no tardó en despertarse, y al verme, sonrió con esa naturalidad e inocencia que solo ella podía trasmi
Peter y Carrie recorrieron un camino minado, y varias bombas estallaron en el campo de batalla. Pese a ello, su amor nunca se apagó, la llama seguía encendida, solo requirió un poco de trabajo avivar el fuego.Peter vio en la pérdida de memoria de su soñadora una oportunidad. Le hablaría de su pasado, sí, le contaría quién era Leo, Andrew, Gerard, Pattie y Scott, pero solo lo necesario. Los tres primeros estaban en prisión, pagando su condena, Pattie fue asesinada, pero no por Leo como Carrie asumió al inicio, fue Scott. Él quería heredar los bienes de su difunta esposa y aprovechó la oportunidad, por eso reveló la verdad de Donald Geller, para tener un móvil. Pero, como era de esperarse, la policía lo descubrió y está cumpliendo su condena.Henry al fin pudo recuperar a su sobrina, quien era hija de su difunto hermano Donald Geller, tras
Sin Dios nada, con él todo. Él me da la fuerza, la inspiración, me dio la vida y la imaginación.En segundo lugar, a mis padres, hermanos, esposo e hijo, por apoyarme con todo su amor en cada uno de mis proyectos. Gracias por entender mis ausencias y por ayudarme en el proceso creativo.A mi hermana iris, mi cómplice desde que esta historia nació. Sus aportes y comentarios me impulsan a hacerlo mejor.A mi hermanita Rossi, por enseñarme el mundo de la lectura y lograr que me enamorase de él.A Isabel Sierra, por hacer más que leer la historia, por hacerme ver las cosas desde otro punto de vista, por dedicarle su tiempo a Carrie y Peter. Miles de gracias.A Grace Lloper, una excelente escritora que dispuso de su tiempo para ayudarme con la corrección y maquetación del libro. Fue un verdadero honor contar con tu apoyo.A mis lindas y hermosas betas: Iris Urdanet
—Natalie —dijo una voz suave, melancólica… tan lejana como un murmullo—. Natalie —pronunció de nuevo, ahora más cerca.Traté de abrir los ojos, pero fracasé. Mis párpados se sentían como dos compuertas de titanio. El cuerpo me pesaba igual, se había transformado en una prisión de la que no podía escapar y estaba desesperada por hacerlo.—Natalie, mi amor —insistió la voz.¿Quién es Natalie? ¿Por qué la llama?Mi mente vagaba por calles intrincadas y oscuras, donde no había más que neblina y silencio, un silencio tan devastador que crispaba cada parte de mi ser. Pero, en medio de las tinieblas, vi un haz de luz que comenzaba a consumirse.Corrí en esa dirección.Luché contra la oscuridad que me quería arrastrar de regreso a aquel abismo.
Diez minutos o tal vez más, mirando mi reflejo en un espejo, tratando de convencerme de que esa rubia de ojos grises, labios finos y nariz perfilada era yo. Perdía el tiempo, por mucho que lo intentase, seguía siendo una desconocida. Nada llegaba a mi cabeza, ni siquiera el destello de un recuerdo.¿Quién es Natalie? ¿Quién soy yo? Dos preguntas que me había hecho desde que desperté sin memoria cuatro meses atrás, sin un motivo neurológico que lo justificara. Según los médicos, yo era la única que lo podía controlar. ¡Ja! ¿Controlar? No recordaba ni siquiera mi nombre. ¿Qué carajo podía controlar?—¡Leo está aquí!—anunció Pattie desde la planta baja.Le dije con un grito que enseguida bajaba. Me recogí mi cabello liso en una cola de caballo, tom&e
Cuando mi turno terminó en el café, salí de ahí y me subí a mi bicicleta para llegar a la escuela pública de arte, donde todos los jueves daba clase de pintura a niños de entre nueve y trece años.Pattie no entendía cómo podía pintar de esa forma porque, según ella, nunca había tomado un pincel y mucho menos sabía dibujar. Mi antiguo yo era gimnasta, pertenecía a la Selección Nacional de Canadá y hasta había participado en los Juegos Olímpicos. ¡Polos opuestos en un mismo cuerpo!Al llegar al aula de clases, saludé a mis alumnos –siete niños y tres niñas–, y les pedí que se sentaran delante de su caballete para comenzar a trabajar. Ese día les enseñaría el arte abstracto.Comenzaron a trabajar luego de darles una breve explicación de lo que har&iacut