—¿Estás bien? Gerard me dijo lo que pasó en el auto —preguntó Peter cuando llegué a su casa.
—No es la primera vez que me pasa algo así, pero sí la primera que me lastimo. Creo que me estoy volviendo loca, Peter.
—No estás loca. Buscaremos un buen especialista para que te ayude. Yo cuidaré de ti —prometió, abrazándome a su pecho, calmándome como él solo podía hacerlo. Quise quedarme ahí por la eternidad, pero no era una posibilidad, tenía que dejarlo para mantenerlo a salvo.
¿Cómo se suponía que lo haría si lo único que quería era estar con él? ¿Cómo, si al estar en sus brazos, oliendo su perfume, sintiendo su corazón latiendo contra mi pecho, me sentía segura?
—No puedes cuidarme —dije cuando la voz me salió.
&mda
—Podías fingir al menos el orgasmo —me reclamó Leo cuando acabó—. Creo que le daré una visita al invidente.—¡No! Puedo hacerlo mejor —le supliqué.Peter recibió otra paliza cuando me negué a tener sexo con Leo la noche anterior y, si lo golpeaban de nuevo, lo matarían. ¡No podía arriesgarme!—¿Sin fingir? —Asentí—. Quizás más tarde. Vístete, tenemos una visita que hacerle a Dawson.—¿Qué me pongo?—Elige alguna ropa del armario, toda es de tu talla. ¿Tienes hambre?—Cuando volvamos. Si como ahora, vomitaré —respondí.—Bien. Te espero afuera, campanita —besó mis labios y salió de la habitación.Aunque quería limpiarme la boca y echarme a llorar, no lo hice. Leo tenía c
—Hubiera preferido morir —murmuró Peter mientras besaba a Leo. Su dolor alcanzó mi propio corazón, pero era un sufrimiento que podía soportar. Perderlo sería irreparable—Viene la policía. ¡Tenemos que escapar! —gritó Anton desde una de las entradas del almacén.Leo me agarró por la muñeca y me arrastró fuera de ahí. Grité con desesperación el nombre de Peter, pero él no podía hacer nada por evitar que mi verdugo me llevara con él.—¡Te encontraré, Carrie! —prometió. Su voz hizo eco en el lugar y vibró en mi piel. Le creí, sabía que no descansaría hasta encontrarme.Todavía era de día cuando salimos del almacén. Leo tiró de mí con fuerza, haciéndome correr detrás de él hacia los árboles q
Sus manos suaves se deslizaron en el interior de mis muslos, una a cada lado, separando mis piernas con delicadeza. Aire caliente alentó al fuego a arder con más fuerza. Luego su lengua, suave y cadenciosa, marcó una línea recta de abajo arriba, hasta alcanzar mi punto más sensible. Murmuré su nombre en mi boca, cinco letras, dos vocales. ¡Peter! Enredé mis dedos en su cabello sedoso, tirando de él con fuerza con cada embestida en mi sexo. El corazón golpeaba mi pecho al ritmo de un tambor, armonizando la letra de una canción de amor y pasión. Espasmos intermitentes se intensificaron, trasladando mi sangre a la piel palpitante de mi sexo. Eché la cabeza atrás, mis labios separados, jadeando fuera la excitación.—Te amo, Peter—pronuncié con voz trémula. —¡Natalie! —grit&oa
Me desperté temblando en la cama, hacía frío y no llevaba cobertor. Leo estaba dormido a mi lado, su brazo recostado en mi estómago, su respiración lenta y frágil, como la de un bebé inocente. Pero no era inocente. ¡Era un enfermo!Saqué la almohada de debajo de mi cabeza con lentitud. Si la ponía sobre su rostro el tiempo suficiente, lo mataría. Quería que muriera. ¡Lo despreciaba tanto! Pero Leo se removió en la cama y me atrajo hacia él con fuerza. Su respiración me crispó y no de forma positiva. Lo odiaba con toda el alma y le haría pagar por todo lo que me había hecho. Sus labios rozaron mi nuca y viajaron lentamente hasta la comisura de mis labios. Y, aunque me sentía asqueada, dejé que continuara. Lo necesitaba vulnerable y manso.—Sabía que lo recordarías —dijo acariciando mis labios con los s
Cuatro años antes…La gimnasia rítmica combina elementos de danza, gimnasia artística y acrobacia. El aro, pelota y cinta, cobran vida cuando las gimnastas realizamos movimientos que varían en forma, amplitud, dirección, plano y velocidad. Es una combinación de arte y deporte, donde la música juega un papel fundamental.Ser gimnasta amerita responsabilidad, esfuerzo, dedicación, talento y corazón. Exige armonía, belleza y gracia. Eso soy, una gimnasta hasta los tuétanos. Mi vida es danza, movimiento, cintas multicolores, bailando al ritmo que yo les ordeno. Aunque no es la vida que elegí, es la que me impuso mi madre. Sé que suena a reproche, y créanme, le declaré la guerra cuando me hizo abandonar las artes plásticas por la gimnasia, pero ahora se lo agradezco.—¿Estás lista, Natalie? —me preguntó Amelia, mi ent
Yo lo maté. ¡Lo maté!Eso es sangre, sangre saliendo de su estómago. Esos son gritos, gritos de dolor. ¡Huye! ¡Corre ahora!No, tengo que ayudarlo. No, tienes que huir. Él te matará, Natalie. ¡Corre o muere!Aquellas voces zumbaban en mi cabeza, me atormentaban, me impedían tomar una decisión. Aunque, en el mismo momento que accioné el arma, la decisión estaba tomada.—¡Me la vas a pagar, maldita perra! —gritó, su voz con evidente dificultad.Saqué una sudadera del armario y salí de la habitación. La cabaña tenía dos puertas que daban al exterior, una al frente y otra al fondo. Usé la de atrás, dejando mi calabozo.No sabía qué camino seguir, no tenía idea de dónde estaba y qu&ea
Más de un año atrás…Es increíble cómo cambian las cosas en tres años. En aquel entonces, mi vida giraba alrededor de la gimnasia y ahora mi mundo era él, solo él. Lo amaba como jamás pensé amar a alguien y lo mejor era que él me correspondía con la misma pasión y locura. Leo era perfecto. Su cuerpo, sus labios, sus ojos, su corazón… no había desperdicio alguno en su ser.Me levanté de la cama con cuidado, tratando de no despertarlo, y caminé hasta la sala, desde dónde pude presenciar la salida del sol, inundando de dorado la ciudad de Los Ángeles.Él era publicista y, por cuestiones de trabajo, tuvo que mudarse a Estados Unidos y yo no dudé en seguirlo. Mi madre casi sufrió un infarto cuando le di la noticia, seguirlo implicaba renunciar a la gimnasia y no me importó, ya no me hacía
El corazón se me agitó estrepitosamente cuando la patrulla dobló la esquina, hacia la entrada de la casa de Peter. No quería otra cosa que verlo y que sus cálidos brazos me rodearan. Anhelaba su olor, su calor… su voz. Lo añoraba tanto que los segundos me parecían eternos y fatigantes.El oficial Green me abrió la puerta, luego de detenerse frente a la entrada. Me bajé, nerviosa. Las piernas me temblaban como un flan y el corazón se me aceleró, inclusive más de lo que ya latía. Estaba tan asustada. Me daba miedo que el oficial le hiciera preguntas a Peter, que se descubriera mi mentira y, peor aún, que encontraran el arma con la que le había disparado a Leo.¿Estaba vivo? ¿Llegaría alguien a tiempo para salvarlo? ¿Y si venía por mí? Cada pregunta incrementaba aquella sensación de miedo e incertidumbre. Esa que