La chica del pandillero

Clara escuchaba la respiración agitada del flaco cuando se bajó de encima de ella. A veces tenía que contener las ganas de vomitar cuando este la besaba, pero lo hacía con un sólo pensamiento en su mente: ¡Venganza!.

—¿Quedaste satisfecha, mi amor? —preguntó el flaco aún agitado por el esfuerzo físico.

Al menos tenía que reconocerle que se preocupaba por su bienestar y por cómo se sentía. El flaco había resultado un buen proveedor, tampoco era tan mal parecido a pesar de que tenía marcas de viruela en la cara y un conjunto de cicatrices que le desfiguraban un tanto el rostro.

—Sí, querido —le dijo, aunque no había quedado muy satisfecha, pero no por culpa de él, era que no podía sentir. Pero no era hora de ponerse nostálgica, con un gran esfuerzo le sonrió— Estoy bien, ¿y tú?

—Estoy muy bien —le dio un rápido beso en los labios y se levantó para vestirse.

Tenía mucho que hacer, necesitaba moverse para preparar el secuestro de las chicas y en esto no iba a fallar, sabía que no podía ha
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