- Bienvenida a palacio, Cat.
La voz era grave, y seguramente cualquier persona que no conociera a Alfa Dean la habría calificado de agradable, pero a mi me revolvió todo el cuerpo su simple sonido en mis oídos. Traté de localizar al Alfa que me había llevado hasta allí a la fuerza, pero postrada en la enorme puerta del palacio, con el so golpeando mis ojos, y tan cansada que apenas era capaz de mantenerme en pie, me resultó imposible ubicarlo.
La sala de recepciones de aquel palacio era muy grande, quizá demasiado para el tamaño de aquella manada, que no superaba las dos mil personas, y aún así, aunque todos y cada uno de los súbditos de Alfa Dean estaban presentes, a mi me pareció que el salón estaba medio vacío.
Iba atada, por supuesto los guardias que me habían capturado mientras intentaba escapar, no habían querido arriesgarse a que huyera, y su señor los castigara severamente, como yo estaba segura de que ese inmenso hombre haría.
Alguien, supongo que uno de los guardias tiró de la cuerda que me sujetaba, y tuve que moverme tropezando, intentando no caerme mientras mis captores daban fuertes tirones que me hacían tambalear. Escuché la voz de mi made suplicando que no me trataran de ese modo, y me enfureció saber que ella también se encontraba allí, aunque realmente lo había sospechado desde el principio.
- ¡Guardias!- Retumbó la voz de Alfa Dean de nuevo, haciendo que éstos pararan de golpe, asustados.- dejen de arrastrar de ese modo a nuestra invitada.
- Pero señor… la muchacha intentó escapar tres veces mientras la atábamos, si la soltamos, no podemos garantizar que no huya.
- ¡Guardias! El Alfa de esta manada soy yo, y he dado una orden, ¡suelten a nuestra invitada!
Uno de ellos, bufando en voz baja, se acercó hasta mi y tiró del nudo con brusquedad, arañando aún más mi magullada carne, y haciendo que las muñecas sangraran ligeramente. Escuché el grito de mi madre al ver el estado de la piel cercana a mis manos, y no pude por menos que resoplar, aquella m*****a mujer seguro que estaba preocupada por si aquellas marcas dejarían o no cicatriz, como siempre había ocurrido desde que yo era pequeña.
- ¡Cat!- gritó el hombre de nuevo, haciendo que diera un respingo ante su tono autoritario.- acércate hasta aquí.
Barajé la opción de escapar, ahora que mis manos ya no estaban atadas, de hecho, giré la cabeza a izquierda y derecha, pero al ver gente que fijaba sus ojos en mi, creí que escapar sería un gran error, me atraparían de nuevo antes de haber llegado a la puerta, y volvería a meterme en problemas.
Así que avancé paso a paso, arrastrando mis pies cansados, y fui recorriendo el pasillo libre de gente hasta que acabé frente a Alfa Dean.
Era un hombre de un tamaño descomunal, debía de medir más de un metro noventa, era fuerte, y su mirada de ojos azules tenía un aspecto gélido que hacía que mi cuerpo se encogiera involuntariamente. Debía reconocer que había cierta apostura en su rostro, tenía la cara alargada, las mejillas marcadas, y una sombra de barba rubia las recorría.
- Bueno, Cat, ya estás aquí.
- Deja que descanse, por favor.- gimió mi madre varios pasos más atrás, y aunque no conseguí verla, supe que era ella por su voz.- apenas se tiene en pie.
- La señorita Lofwong podrá irse a descansar enseguida, querida Esme.
Yo sabía lo que él quería, no hacía falta ser muy listo para saber que el Alfa Dean solo buscaba mi aceptación, la confirmación pública de que yo lo reconocía como Alfa.
- Cat.- dijo el Alfa Dean.- ha costado mucho que estuvieras ante nosotros, ¿no estás de acuerdo?
Yo asentí, pensado en como debería actuar ante las preguntas de ese hombre, tratando de ganar tiempo. Creí que mi asentimiento lo había convencido, pero cuando vi como comenzaba a bajar del altillo en el que estaba subido, junto a los miembros más selectos de su corte, entre los que se encontraba mi madre, me encogí de nuevo.
Bajó hasta donde yo me encontraba parada, y de pronto, ante él, con su imponente presencia, me sentí pequeña y tuve miedo de que me golpeara, quizá quisiera utilizarme como ejemplo, demostrar a todos los que estaban en aquel salón que él era el nuevo amo y señor de la manada, sin embargo, Alfa Dean levantó su poderoso brazo, y con una delicadeza que no creía que fuera posible, me apartó el pelo que sudado y sucio se pegaba a mi cara, y susurró:
- Estás preciosa, Cat, como siempre.
- Gra gra gracias.- murmuré.
- Sé una buena chica, Cat, y confirma mi liderazgo ante toda esta gente y podrás descansar en las habitaciones que te corresponden por derecho, querida.
Yo sabía de sobra a que se refería, aunque fingí no entenderlo. Sabía que desde mi nacimiento, mi pelo oscuro, tan negro como el azabache, y mis ojos negros, me señalaban como Luna de la manada.
Mi nacimiento, con esas peculiares características físicas, teniendo en cuenta que todos los miembros de la manada tenían cabellos rubios, casi blancos, y ojos azules; estaba escrito en los libros de los Antiguos. Yo nunca supe nada,al menos no hasta mis ocho años, cuando mi padre me habló de los escritos, y me dijo que como nueva Luna sería la encargada de unificar mi manada y la de al lado, territorios que llevaban siglos separados, y que al fin podían unirse de nuevo.
Ahora el Alfa Dean, que había derrocado a mi padre, después de que él le denegara el casamiento conmigo, había tomado el poder por la fuerza, y necesitaba que yo lo reconociera como Alfa para que su alzamiento se convirtiera en legítimo. Toda aquella gente que se habia reunido en aquel salón esperaba lo mismo, esperaba que yo le diera mi aprobación, que me uniera legalmente a ese hombre y que los territorios de las dos manadas se fusionaran en uno solo.
Yo me giré, observé los rostros expectantes de toda aquella gente, y pensé en lo fácil que sería aceptar y hacer felices a tantas personas. Acabar con el derramamiento de sangre que había asolado mi manada en las últimas semanas, y cumplir con la leyenda que había marcado toda mi vida.
Volví el rostro en dirección a Alfa Dean, y al mirarlo, no pude por menos que recordar que mi padre había perdido el liderazgo de su manada a causa de ese hombre. Abrí la boca para pronunciar las malditas palabras, pero antes de poder decir nada, sentí como mis fuerzas se desvanecían, y el salón comenzaba a dar vueltas ante mis ojos.
El mundo comenzó a girar a mi alrededor, y yo me desvanecí ante los ojos de toda la manada que me observaba.
Observé a aquella mujer con ojo crítico, pensé que tal vez lo único que estuviera haciendo fuera fingir, y había encontrado el modo perfecto para librarse de mis pretensiones. Sin embargo, cuando unos segundos después, su madre echó a correr en nuestra dirección y la cogió entre sus brazos, me convencí de que no estaba fingiendo nada, realmente había perdido el conocimiento.Me fijé en sus rasgos exóticos, su cabello de color azabache, su piel ahora muy blanca debido al desmayo, y su cuerpo más bien delgado, completamente extendido en el suelo de mi salón.Aquel era el salón en el que mis padres se habían unido ante la Diosa de la Luna, y mis abuelos antes que ellos, y así, varias generaciones consecutivas. A pesar de las muchas batallas que la manada había pasado, la casa siempre se mantuvo intacta, y eso era motivo de orgullo para toda su familia.Yo aspiraba a que aquella desconocida se convirtiera también en mi compañera, aspiraba a que reconociera mi autoridad como Alfa, y de es
Dormí durante dos días y dos noches, lo supe al despertar. Lo que yo pensaba que había sido una pequeña siesta, se había convertido en un sueño profundo, dos días completos, que al parecer pasé como invitada en la casa de la Manada de mi enemigo: el Alfa Dean.Desperté rodeada de médicos y de mi madre, todos ellos mirándome como si fuera un extraterrestre recién caído de los cielos.- ¿Qué hora es?-lo pregunté creyendo que solo habrían pasado unos minutos, y fue cuando conocí la realidad.- Dejadme con la invitada, por favor.- la que habló fue mi madre, y aunque hacía tiempo que no se comportaba como la Luna que había sido para mi manada, todos los presentes la obedecieron sin hacer ningún tipo de comentario.Ella esperó pacientemente a que salieran, y cuando el último de los doctores hubo salido por la puerta,se abalanzó sobre mi, cubriéndome el rostro de besos.- Cat, llevaba tanto tiempo queriendo verte…-Pues era fácil encontrarme, madre, vivía en la misma casa en la nací y crecí
- ¿Por qué no organizas una fiesta para presentarla a todos los miembros de tu manada?Las palabras de Esme eran suaves, pronunciadas con su delicada voz, y Alfa Dean agradeció que lo tratara tan amablemente incluso cuando no había nadie más presente. Realmente esperaba que su hija se pareciera más a ella, que a su padre; un hombre duro y despiadado que parecía no sentir afecto ni siquiera por su propia familia, a juzgar por como había tratado a su propia esposa.- Es una gran idea, Esme, pero, ¿en calidad de qué organizaría esa fiesta? Ella aún no ha admitido mi autoridad, no se ha comprometido conmigo, en definitiva, no puedo organizar una fiesta sin saber en calidad de qué debo presentarla.- Está confundida, de verdad, necesita más tiempo, a fin de cuentas, es muy joven, ni siquiera tiene claro lo que quiere en su vida.- No es más joven que el resto de jóvenes que se unen a sus compañeros cada día, y desde luego, yo no pretendo forzarla a tomar una decisión que no desea, pero ent
Estaba sentada en una de las mesas del salón, donde comía la gran multitud de miembros de aquella manada que ahora la acogía como una invitada.Ya se había dado cuenta de que las comidas eran un momento de concentración de todos los miembros, excepto de aquellos que estaban cumpliendo turno de vigilancia, o los que tenían que trabajar en el hospital durante la hora de comer.Ella, como invitada, deseaba cumplir con las normas, y evitar que se levantaran murmullos sobre su persona; aunque a la vez, tampoco deseaba que la examinaran, y cotillearan sobre ella. A fin de cuentas, aún no había tomado una decisión sobre todo lo que me había dicho mi madre, así que siempre me sentaba en el medio de una de las mesas centrales, donde nadie se fijaba demasiado en mi.Las comidas eran sencillas, y yo sentía cierto grado de culpabilidad, puesto que todos los que habían acabado sentados a mi lado, habían murmurado que desde que empezó la guerra apenas había carne, tan solo purés de legumbres. A mi
Me quedé confundido al ver la buena disposición de Cat. La vi sonriendo durante todo el tiempo en que mi madre la obligo a colocarse delante de todos, y eso me sorprendió. Imaginaba a Cat como una mujer tímida, aunque valerosa, y supongo que ese valor fue al que tuvo que recurrir para colocarse delante de personas desconocidas y sonreír durante todo el tiempo, mientras su madre insitía en todas las cualidades que una buena Luna debía tener.Yo trataba de ser siempre justo, y sabía que mi madre, aunque buena gestora en aquella casa, era también entrometida, y estaba preocupada por mi, y por el compromiso que intentaba sellar con nuestros enemigos. Mi madre nunca había querido que creyera en leyendas pronunciadas por los antiguos sabios, y a mi… bueno, tampoco me convencían demasiado aquellas historias, pero era consciente de que mi pueblo necesitaba buenas noticias, y tenían que creer en algo,después del tiempo tan duro que habían vivido durante la guerra. Así que, yo me sacrificaría
Estaba tan nerviosa, y tenía tantas dudas sobre el destino al que nos dirigiríamos ese mismo día, que metí en la maleta toda la ropa que mi madre me había conseguido.- ¿De dónde dices que has sacado todos estos vestidos, pantalones y bañadores? ¿Acaso es una de las pocas personas que conocen a donde nos dirigimos el Alfa Dean y yo?- No seas boba, hija mia, nunca lo has sido, y dudo mucho que hayas perdido el entendimiento ahora. El Alfa no me confiaría la ubicación del lugar en el que piensa alojarte, ¿has olvidado que hasta hace poco yo no era más que una enemiga perteneciente a otra manada?- No, claro que no he olvidado nada, pero suponía que con la confianza que tenéis el Alfa y tú, te habría hecho alguna confidencia.- No, no sé adonde vais, pero si las cosas se siguen haciendo como en mis tiempos, supongo que viajaréis a algún hotel romántico, lejos de aquí, y que él te sacará cada noche a cenar, por eso he conseguido todos esos vestidos para ti. - ¿Pero de dónde has sacado r
Observé a Cat mientras comenzaba a quitarme la ropa. Había propuesto la idea de correr por la playa para observar su reacción ante mi cuerpo desnudo. Yo sabía que tenía un buen cuerpo, trabajaba largas horas en el gimnasio, pero ciertamente no lo hacía por vanidad, sino para encontrarme en la mejor condición física posible cuando se presentaba una batalla. Aún así, Cat estaba siempre tan distante conmigo, y se mostraba tan poco dispuesta a ser amigable, que yo comenzaba a dudar si se sentiría atraída por mi.Me quité la camisa con deliberada lentitud, observando a mi enemiga, y cuando los botones ya iban por la mitad del pecho, mostrando una fracción de mi pecho desnudo, ella se dio la vuelta, pudorosa, y pude atisbar como sus mejillas se teñían de rojo.Puede que solo fuera vergonzosa, pero sentí la necesidad de ponerme también de espaldas a ella, a pesar de que el fru fru de la ropa al caer hacia el suelo me desconcentrada, y me excitaba a partes iguales; deseaba girarme y observar
¿De verdad ese lobo era tan ingénuo que creía que podía caminar detrás de mi y que yo no me diera cuenta? Era una mujer adulta, con unos sentidos excepcionales gracias a mi loba interior, y además estaba entrenada en combate, claro que había sentido los sonidos, las pisadas, incluso la ligera puerta de entrada al salir.Podía olerlo, y por primera vez en mi vida, el olor de un macho me resultaba completamente delicioso e irresistible. No es que yo fuera inocente, ni mucho menos,pero hasta ahora había estado con tres lobos, todos ellos parte de mi manada, gente leal a mi padre, y que habían servido para calmar los impulsos de mi cuerpo a medida que crecía y me desarrollaba. Y si, me gustaba el sexo, pero nunca había sentido una atracción tan irresistible como la que sentí cuando vi la espalda de Alfa Dean de reojo. Me había girado casi instantáneamente cuando vi que comenzaba a quitarse prendas de ropa, pero no lo hice porque yo quisiera, sino porque no quería que observara la lujur