Después de salir de la mansión paterna, Patrick se puso a pensar, tenía que encontrar una solución. ¿Quién demonios querría casarse con él?Las chicas de su estatus social lo conocían y lo evitaban, algo que a él en ese momento no le importaba, pero que ahora era trascendental e importante, de vida o muerte, casi literalmente.Pensó en su padre, enfermo y cansado, y un ramalazo de ternura y cariño le inundó el pecho. Tendría que sacrificar mucho, mañana hablaría con el doctor Morris, necesitaba de toda la ayuda que fuera posible.Esa noche Patrick se fue a dormir sabiendo que un gran cambio estaba gestándose en su interior, lo que no sabía era si iba a ser capaz de hacerlo a tiempo para poder cumplir con las cosas que le había prometido a su padre.Pero, a pesar de la gran tensión y el estrés que esto podía causar, esa noche se durmió más tranquilo que muchas de las noches anteriores de su vida adulta. Sí, Patrick Hamilton estaba cambiando.……….Ese día, Rachel Anderson se levantó con
Rachel pensó lo mismo que Ada, pero luego decidió no hacerle mucho cerebro. Salió de la oficina y se dirigió a las oficinas de recursos humanos, allí fue bien recibida, en especial por Laura, una de las secretarias con quien parecía congeniar mucho aunque esta era un poco mayor que ella porque ya rondaba los veintiocho o veintinueve años.—Señorita Andreson, ¡qué gusto! —le dijo saliendo a recibirla— ¿Va a hablar con el señor Robertson?—Así es Laura —le dijo y luego pensó en algo más— Laura, tú sabes bastante de teléfonos móviles?—En realidad sí, señorita. Soy fanática de la tecnología —le dijo con cara de sorpresa.—¡Excelente! Déjame hablar con el señor Roberts y luego conversamos, ¿Sí?—Está bien, señorita êdijo sin quitar la cara de asombro.Rachel se dirigió a la oficina particular del señor Roberts y tocó brevemente.—Adelante —se escuchó la voz de Roberts.Cuando Rachel entró las facciones del hombre se iluminaron con una sonrisa.—¡Mi querida señorita Andreson! —dijo con en
Al salir de la oficina de Roberts iba llena de entusiasmo de nuevo.—Laura —le dijo a la secretaria— El señor Roberts me permite que salgas conmigo, voy a necesitar tu ayuda, ¿Te parece bien?—¿Salir con usted, señorita? —le dijo con sorpresa.—Así es, voy a necesitar algo de ayuda —le dijo Rachel— Recoge tu cartera y ven conmigo.—Por mi, encantada, señorita Anderson —Dijo ella buscando su bolso para salir.De pronto el señor Robertson se asomó a la puerta de su oficina para llamar a Rachel.—¡Señorita Anderson! Espere un momento —El señor Robertson movió su voluminosa humanidad hasta llegar a donde Rachel esperaba.—¿Se me olvidó algo? —dijo Rachel.—No, señorita Anderson —dijo Robertson— Sólo que llegó el motorizado del banco, le traen sus tarjetas y la chequera de su cuenta corporativa. Quiere recibirlas aquí o lo envío a su oficina.—¡Ah! Ok señor Robertson, por favor envíelo a mi oficina, se lo agradeceré mucho —le sonrió— Y gracias por todo.—Para servirle, jefecita —rió de su
Cuando Rachel terminó las compras invitó a Laura a comer en un restaurante por donde pasaron, luego de allí se dirigieron a las oficinas para continuar con la jornada de trabajo, antes de entrar Laura detuvo un momento a Rachel.—Quería agradecerle por su amabilidad, señorita Anderson —le dijo— Es un privilegio que me haya invitado.—No te preocupes, Laura —le respondió— Necesitaba ayuda y me ha encantado salir contigo, quizás podamos repetirlo en otra ocasión.—¡Caray! Gracias, señorita —dijo con entusiasmo— Eso sería super cool.Rachel se echó a reír por la expresión de Laura y luego entraron en el amplio lobby, allí se separaron y Rachel se dirigió a los ascensores ejecutivos.Cuando entró en la oficina se puso a revisar lo que había comprado, su propio teléfono móvil de última generación y con un plan de telefonía que pensó que jamás podría gastar semejante cantidad de minutos de llamadas ni los Gigabytes de datos que venían incluídos en el plan, y si eso fuera poco, tenía un plan
Patrick no pudo evitar reírse ante la salida del doctor, pero no le quitaba razón.—A mi también me gustaría saberlo, doc —dijo con una mueca que no llegó a sonrisa— Pero ahora que sé a lo que me enfrento el mundo me ha caído encima, doc.El doctor Morris se le quedó mirando por unos momentos, entendía perfectamente lo que Patrick le decía, había estado tratándolo el tiempo suficiente para saber sus carencias y sus luchas.—Bueno, mi querido amigo, solo te puedo decir que tendrás que enfrentarte a tus miedos, pelear contra ese dragón que tanto te atemoriza —hablaba con lentitud estudiada para que sus palabras fueran calando apropiadamente en su oyente— Pero no tienes porqué enfrentarlos solo, yo estoy aquí para ayudarte.Patrick se le quedó mirando unos segundos antes de hablar.—Entonces vas a tener que seguirme de padrino y pedir algunas manos por allí por mi —lo dijo bromeando, aunque su cara no expresaba nada parecido a la risa.—Bueno eso podría ayudar, pero hay métodos mejores.
Y tenía sus razones para estar contento, a pesar de toda la resistencia que el cerebro de Patrick había forjado contra las mujeres, parecía que al menos una, había logrado penetrar su coraza y su calma, aunque él no se hubiera dado cuenta.—Bien, ¿Cómo te sientes, Patrick? —preguntó el galeno.—Bastante mejor, doc. —luego de decir esto miró al doctor y una mirada de picardía brillo en sus ojos— Aunque me siento medio violado.Una franca carcajada se dejó escuchar en la oficina, el doctor reía de buena gana y Patrick no tardó en unirse a las risas del médico, su comentario había sido genial.—Excelente, amigo —dijo el médico recuperándose de las risas.—¿Y ahora qué sigue, doc? —le preguntó.—Tengo una idea que creo que puede ayudarte, Patrick. —dijo el médico misteriosamente.— Incluso creo que puede ayudarte incluso con el problema que tienes con tu herencia y ese loco testamento.Patrick lo miró intrigado—¿En qué estás pensando, doc?—Dame unos momentos. Necesitamos primero cubrir a
Patrick, en medio de sus propios sentimientos que aún no estaban claros ni en control total, tuvo un atisbo de lucidez sobre lo que el doctor estaba diciendo. ¿Rachel Anderson? ¿¡Pero en qué rayos estaba pensando el doctor!?—¿Rachel Anderson?, ¿la vicepresidente ejecutiva? —preguntó cuando pudo por fin articular las palabras.El doctor Morris se limitaba a mover la cabeza de arriba a abajo en señal de afirmación.—Pero, ¿Ella por qué?—A ver, necesito que respires, Patrick, tu cerebro no se está oxigenando apropiadamente. Respira profundo, vamos.Ante la imperativa sugerencia Patrick comenzó a respirar profundamente hasta que se sintió mejor, menos confuso.—Como puedes ver por ti mismo, el salir de una depresión como la que tú tenías es un asunto complejo, y aunque ya estás casi curado por completo aún hay algunas barreras que debes tirar.—Gracias, doc. Tiene usted razón, ya me siento mejor.—Ahora podemos hablar de la idea que te propuse. ¿Qué piensas de ello?—Estoy sorprendido,
Patrick se levantó esa mañana pensando, como si sus pensamientos estuvieran siguiendo el hilo, y lo que pensaba era lo mismo en que había estado pensando toda la tarde y noche del día anterior: ¿Cómo decirle a la joven y talentosa, Rachel Andreson que se casara con él por contrato?Esto no hubiera sido tan malo si el contrato no involucrara el hecho de tener un hijo, Patrick no estaba seguro, pero por lo que podía intuir, y estaba casi seguro de ello, Rachel era virgen, una joven de su casa criada a la antigua.Cuando estaba para salir hacia la oficina aún su mente trabajaba en buscar una manera de hacer las cosas.Tres semanas después…«Hoy sí se lo diré»Era la centésima vez que se lo repetía después de salir de su lujoso y exclusivo apartamento en Park Avenue, pero cuando llegaba al majestuoso edificio donde estaban las oficinas del consorcio parecía que la resolución de Patrick flaqueaba, así que cuando llegaba hasta su oficina en lugar de buscar un acercamiento con Rachel, lo evi