Atrápenla, no dejen que escapen, cierren las puertas, cubran el área – Nicolás, gritó su hombre quemaba debido al disparo
- ¡Nick! – Amelia, se alarmo al ver el hombre de su marido sangrar considerablemente
- Estoy bien, entra a la casa – Nick, la empujo
- No puedes quedarte aquí, ven conmigo por favor – sus ojos se llenaron de lágrimas, no quería perderlo
- Vete, cierra las puertas de la casa, todas no permitas que nadie salga de casa, cuida de nuestra hija
- ¡No voy a dejarte! – ella se rehusaba a seguir sus ordenes
- No puedes quedarte conmigo, vete por favor – casi fue una suplica
- Prométeme que volverás – se preocupó mucho más al ver que la sangre no se detenía, necesitaba un medico
- Te lo prometo, ¡entra ahora! - Nicolás le ordeno antes de echarse a correr por donde
Amelia, vistió a Nicolás, a toda prisa, sus gritos se habían escuchado por toda la casa, sus padres entraron, espantados al ver el cuerpo de Nick, desmayado en el sofá, su rostro estaba pálido, lamento no haberse esperado, su esposo había perdido mucha sangre, el miedo se instaló en su corazón.- Hemos llamado al Dr. Morán, esta de camino, tranquilízate Amelia, por favor – Hidalgo, no podía comprender el mal que iba tras ellos, ni en la ciudad ni en la hacienda parecía que tendrían paz.- ¿Qué sucedió? – Angélica, bajo con la niña entre sus brazos, cuando los había dejado solos, parecía que todo estaba bien, no comprendía como había terminado su hijo desmayado- Supongo que ha sido la pérdida de sangre – Hidalgo habló antes de que Amelia, pudiera decir algo en todo caso &iq
Su risa se escuchó baja y divertida. Se sentó en la silla completamente complacida, estaba segura de que pronto tendría noticias, se sirvió un poco de Whisky. Observó detenidamente la habitación era la biblioteca de su padre, pocas veces la utilizaba, ya que siempre estaba en la Hacienda, el lugar estaba llenos de libros sobre agricultura, específicamente sobre caficultura. Ella no era amante de la tierra como lo era su padre. Huía cada vez que podía de la Hacienda, ubicada en la Costa Sur del país, ellaamaba la ciudad, sus estudios también eran un factor a su favor, pocas veces tenía tiempo para subir a su auto y viajar ciento de kilómetros para refundirse en la nada. Sonrió después de terminar su copa. No podía creer que llevaba una hora en casa y nadie se había dado cuenta, quizá por fin podría ser libre, sus pensamientos se fueron apagando junto a sus ojos que se fueron cerrando lentamente era lógico eran cerca de las dos de la mañana. <
Nicolás respiró profundo, había desplegado varios hombres por seguridad, de haber previsto que la niña solamente estaba jugando con él, se habría ahorrado mover a tanta gente innecesariamente, un helado ¡Ella solo quería un maldito helado! Sintió por un momento la necesidad de matarla y esconder su cuerpo, pero por todos los cielos, era un hombre de treinta años, con experiencia de diez años en el campo, dueño de su propia agencia. Necesitaba mantener la calma y sobre todo mantener las manos lejos de la chica si quería sobrevivir en esta misión. Aunque la tentación de matarla cada segundo que pasaba se le antojaba como una buena opción. —Gracias Arredondo. Puedes ir a dormir, disfrute mucho el helado —la sonrisa angelical que le dio Amelia, le dijo claramente que estaba disfrutando de su fechoría, llevaba sin dormir más de veinticuatro horas por culpa de la chiquilla. Esa maldita chica tenía cara de ángel y corazón
La reunión con sus amigos no había sido como esperaba. Nada era normal en su vida desde que Nicolás llegó. Nicolás había enviado a más de cinco hombres a custodiarla. Para cada esquina que miraba, había uno de los hombres de Arredondo, era molesto, el restaurante era pequeño y sentía que estaba atrapada; pero había decidido portarse bien; además quería saber realmente ¿Cuál era el problema que Nicolás tenía con ella?, creía firmemente que no era solo el asunto de su comportamiento inmaduro. Aunque reconocía que desde que se habían conocido él había evitado relacionarse con ella, pero la cosa empeoró dos años atrás ante de que se viera plantado por su novia. —¡Amelia! ¡Amelia! —su amigo le gritó y tuvo que sacudirla un poco para tener su atención. —Perdona estaba pensando en otros asuntos, ¿Qué decías? —Amelia le sonrió disculpándose por su falta de atención; pero era difícil concentrarse en la plática, cuando sus pensamientos est
El viaje a la haciendo fue largo tanto que, Amelia no pudo evitar quedarse dormida ante el silencio en el auto. Nicolás estaba demasiado serio, más de lo normal. Había querido preguntar qué era lo que le sucedía; pero no quería tener un nuevo enfrentamiento con él innecesariamente. Sobre todo, cuando estarían encerrados demasiadas horas dentro del pequeño auto. Despertó al sentir el dolor recorrer sus piernas, observó el reloj en su muñeca, llevaban cuatro horas viajando. Hasta que por fin divisó la entrada a la hacienda. Suspiró aliviada, por fin pudo estirar las piernas y salir del confinamiento. —¡Amelia! —su padre saludó efusivamente, casi no se veían por vivir en sitios diferentes. Ella se aferró al abrazo de su padre. Amelia se estremeció al pensar que el disparo recibido pudo ser mortal y no habría tenido la oportunidad de volver a ver a su padre. Quiso llorar; pero lo último que deseaba era preocupar a su padre. —¡Papá! —Amelia s
Amelia se lamentó el resto de la noche por el beso, Nicolás se había apartado de ella, su indiferencia le dolió tanto que tuvo que resignarse al hecho de saber que él, nunca dejaría de verla como una carga, un simple trabajo. Salió de su habitación enfadada consigo misma, estaba bien, debía estarlo, nadie moría por amor, al menos ella estaba decidida a no morir por Nicolás. Eran las cinco de la mañana, estaba tentada a ensillar su caballo y salir de paseo sola, sin escolta, pero el recuerdo del hombre disparándole le causó escalofríos. No podía ser imprudente, nada le podía garantizar que el tipo o los tipos que intentaron matarla estuvieran lejos. Volvió a su habitación, cogió una bata de baño y se dirigió a la piscina, el agua debía estar cálida, la ventaja de vivir en una región de la Costa Sur, era el apabullante calor. El chapoteo del agua la hizo detenerse, correr había sido su primer impulso; pero la hacienda era segura. Nadie podría entrar al área sin
Amelia entró a su habitación, después de un largo viaje, Nicolás, no le había dirigido la palabra, se limitó a coordinar su llegada desde la radio, ella escucho su voz y suspiró, él la frustraba, pero no podía dejar de pensar en él, no después de ese beso que le hizo temblar todo el cuerpo.Subió a su habitación, era domingo por la noche, no tendría mucho que hacer, más que descansar, no tenía hambre, pero bajo a la cocina, esperaba no encontrarse con Nicolás, estaba lo suficientemente cansada para lidiar con una discusión de nuevo, bebió un poco de agua y salió rumbo a su habitación.⧓⧓⧓⧓⧓⧓⧓⧓⧓⧓Nicolás, apenas pudo concentrarse durante el viaje, se sentía estresado, cansado, Amelia, definitivamente era una tentación para él, y pensar que hasta hace poco la consideraba totalment
Nicolás, se sentía febril, algo le había causado ese estado, pero no podía pensar menos con García cerca, su cuerpo estaba demasiado cerca del suyo para su gusto.- ¡Arredondo! – Amelia entró a la cocina enojada- ¿Por qué gritas Amelia? – García perdió la formalidad y pregunto de manera irritadaAmelia paso de la mujer, tomó a Nicolás del brazo y lo saco de la cocina, aprovechando que él no había puesto resistencia ya se encargaría de la mujer después, Nicolás realmente se veía mal.La custodio se dio cuenta de su error al hablarle sin ningún respeto a Amelia, pero estaba irritada, porque tenía que volver, porque no se había perdido en la dichosa fiesta y olvidado de Nicolás esa noche.Por favor, Señorita, Nicolás, no se ha sentido bien, déjeme l