Amelia, fue dada de alta una semana después, Javier, también le había permitido llevarse a la niña, la pequeña había sido capaz de respirar por su cuenta, tres días antes del alta, debía estar bajo observación.
Ami, tomó a Daniela entre sus brazos, mientras su padre y su suegra se hicieron cargo de la maleta, sólo encontró la verdadera paz, cuando su niña fue depositada en sus brazos, era realmente hermosa, se parecía mucho a Nicolás, escuchar su llanto hacía que todo el tormento sufrido valiera la pena, aunque no era esa la idea que tenía de dar a luz, muchas veces nada sale como uno se lo imagina.
Nicolás caminaba a una distancia prudente no había visto a Amelia, desde el incidente en la habitación, pero estuvo pendiente de ella, atento esperando por su momento en la sala de espera, dividiéndose entre cuidar a Amelia, y en
Amelia, cerró los ojos cuando Nick, acostó a Daniela a su lado, le dolía pero no podía perdonarlo tan fácilmente, no después de todo lo vivido, Nicolás, no confiaba en ella, no podía flaquear, debía ser fuerte y darle la oportunidad de convivir con la niña, pero trataría de mantener la distancia entre ellos, sobre todo por sus padre, estaba segura que Angélica dejaría si Nicolás se iba.La mañana llegó, Amelia, estaba nerviosa en la biblioteca donde esperaba a su marido, junto a Daniela, su hija balbuceaba en su carruaje después de alimentarla. Pensaba en llevarla de paseo, pero su padre había insistido que hablara con Nick, había accedido peo no estaba segura que fuese una buena idea, estaba arrepintiéndose cuando la puerta se abrió.- ¿Querías verme? – Nick, se acercó con cuidado no quer&ia
Amelia, se sintió feliz al dejar la ciudad, quería olvidar todo lo que había vivido, aunque trato de hacer su vida normal, era imposible, con el peso de los recuerdos sobre su cabeza, el viaje a la hacienda fue en completo silencio, Daniela durmió la mayor parte del camino y cuando no lo hizo, estuvo alimentándose, sus padres ocuparon otro auto, por seguridad, aunque Diego Fernández, estaba muerto, su dinastía seguía con vida.Cuatro horas después, llegaron a su destino, Amelia, siempre se consideró una mujer de cuidad, incapaz de sobrevivir en el campo, sin embargo hoy por hoy, necesitaba la paz que podía encontrar en la hacienda, con la seguridad de que su hija estaría a salvo.- Hogar dulce hogar – Hidalgo, sostuvo a su esposa de la cintura, mientras los empleados se hicieron cargo de las maletas- Por fin puedo respirar tranquila – Amelia, beso la cabe
Atrápenla, no dejen que escapen, cierren las puertas, cubran el área – Nicolás, gritó su hombre quemaba debido al disparo- ¡Nick! – Amelia, se alarmo al ver el hombre de su marido sangrar considerablemente- Estoy bien, entra a la casa – Nick, la empujo- No puedes quedarte aquí, ven conmigo por favor – sus ojos se llenaron de lágrimas, no quería perderlo- Vete, cierra las puertas de la casa, todas no permitas que nadie salga de casa, cuida de nuestra hija- ¡No voy a dejarte! – ella se rehusaba a seguir sus ordenes- No puedes quedarte conmigo, vete por favor – casi fue una suplica- Prométeme que volverás – se preocupó mucho más al ver que la sangre no se detenía, necesitaba un medico- Te lo prometo, ¡entra ahora! - Nicolás le ordeno antes de echarse a correr por donde
Amelia, vistió a Nicolás, a toda prisa, sus gritos se habían escuchado por toda la casa, sus padres entraron, espantados al ver el cuerpo de Nick, desmayado en el sofá, su rostro estaba pálido, lamento no haberse esperado, su esposo había perdido mucha sangre, el miedo se instaló en su corazón.- Hemos llamado al Dr. Morán, esta de camino, tranquilízate Amelia, por favor – Hidalgo, no podía comprender el mal que iba tras ellos, ni en la ciudad ni en la hacienda parecía que tendrían paz.- ¿Qué sucedió? – Angélica, bajo con la niña entre sus brazos, cuando los había dejado solos, parecía que todo estaba bien, no comprendía como había terminado su hijo desmayado- Supongo que ha sido la pérdida de sangre – Hidalgo habló antes de que Amelia, pudiera decir algo en todo caso &iq
Su risa se escuchó baja y divertida. Se sentó en la silla completamente complacida, estaba segura de que pronto tendría noticias, se sirvió un poco de Whisky. Observó detenidamente la habitación era la biblioteca de su padre, pocas veces la utilizaba, ya que siempre estaba en la Hacienda, el lugar estaba llenos de libros sobre agricultura, específicamente sobre caficultura. Ella no era amante de la tierra como lo era su padre. Huía cada vez que podía de la Hacienda, ubicada en la Costa Sur del país, ellaamaba la ciudad, sus estudios también eran un factor a su favor, pocas veces tenía tiempo para subir a su auto y viajar ciento de kilómetros para refundirse en la nada. Sonrió después de terminar su copa. No podía creer que llevaba una hora en casa y nadie se había dado cuenta, quizá por fin podría ser libre, sus pensamientos se fueron apagando junto a sus ojos que se fueron cerrando lentamente era lógico eran cerca de las dos de la mañana. <
Nicolás respiró profundo, había desplegado varios hombres por seguridad, de haber previsto que la niña solamente estaba jugando con él, se habría ahorrado mover a tanta gente innecesariamente, un helado ¡Ella solo quería un maldito helado! Sintió por un momento la necesidad de matarla y esconder su cuerpo, pero por todos los cielos, era un hombre de treinta años, con experiencia de diez años en el campo, dueño de su propia agencia. Necesitaba mantener la calma y sobre todo mantener las manos lejos de la chica si quería sobrevivir en esta misión. Aunque la tentación de matarla cada segundo que pasaba se le antojaba como una buena opción. —Gracias Arredondo. Puedes ir a dormir, disfrute mucho el helado —la sonrisa angelical que le dio Amelia, le dijo claramente que estaba disfrutando de su fechoría, llevaba sin dormir más de veinticuatro horas por culpa de la chiquilla. Esa maldita chica tenía cara de ángel y corazón
La reunión con sus amigos no había sido como esperaba. Nada era normal en su vida desde que Nicolás llegó. Nicolás había enviado a más de cinco hombres a custodiarla. Para cada esquina que miraba, había uno de los hombres de Arredondo, era molesto, el restaurante era pequeño y sentía que estaba atrapada; pero había decidido portarse bien; además quería saber realmente ¿Cuál era el problema que Nicolás tenía con ella?, creía firmemente que no era solo el asunto de su comportamiento inmaduro. Aunque reconocía que desde que se habían conocido él había evitado relacionarse con ella, pero la cosa empeoró dos años atrás ante de que se viera plantado por su novia. —¡Amelia! ¡Amelia! —su amigo le gritó y tuvo que sacudirla un poco para tener su atención. —Perdona estaba pensando en otros asuntos, ¿Qué decías? —Amelia le sonrió disculpándose por su falta de atención; pero era difícil concentrarse en la plática, cuando sus pensamientos est
El viaje a la haciendo fue largo tanto que, Amelia no pudo evitar quedarse dormida ante el silencio en el auto. Nicolás estaba demasiado serio, más de lo normal. Había querido preguntar qué era lo que le sucedía; pero no quería tener un nuevo enfrentamiento con él innecesariamente. Sobre todo, cuando estarían encerrados demasiadas horas dentro del pequeño auto. Despertó al sentir el dolor recorrer sus piernas, observó el reloj en su muñeca, llevaban cuatro horas viajando. Hasta que por fin divisó la entrada a la hacienda. Suspiró aliviada, por fin pudo estirar las piernas y salir del confinamiento. —¡Amelia! —su padre saludó efusivamente, casi no se veían por vivir en sitios diferentes. Ella se aferró al abrazo de su padre. Amelia se estremeció al pensar que el disparo recibido pudo ser mortal y no habría tenido la oportunidad de volver a ver a su padre. Quiso llorar; pero lo último que deseaba era preocupar a su padre. —¡Papá! —Amelia s