Capítulo 0250
Ella no se suicidaría. Ya lo había comprendido, especialmente por los dos inocentes hijos en su vientre.

¿Cómo podría morir fácilmente? ¿No sería cumplir el deseo de Celia? Tenía que vivir, vivir bien; aún necesitaba ver a Celia, esa deshonesta mujer, morir.

Luna se volvió, dejó de mirar a Leandro y observó el paisaje por la ventana.

Un pajarito recién nacido, con sus tiernas alas grises, aterrizó junto a la ventana, chillando sin parar. Miraba a su alrededor, como si estuviera buscando algo.

Luna se agachó lentamente, con una suave sonrisa en los labios, tocó ligeramente la ventana, jugueteando con el ave. Después de descansar un poco, el pajarito finalmente extendió sus alas y voló hacia el cielo azul, desapareciendo en segundos de su vista.

—Ve, ve a buscar a tu mamá —murmuró suavemente Luna.

Leandro había estado observando a Luna en silencio desde atrás.

—Señora, los postres están listos —dijo Margarita al llamar a la puerta de la sala de flores y entrar.

—Déjalo allí —Luna miró a
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