Capítulo 333 La risa de un niño
Nina

La fría mañana se convirtió en una tarde cálida y soleada, y Enzo y yo estábamos cansados de estar solos en nuestra gran casa de la montaña.

En un último esfuerzo por inyectar un poco de normalidad a nuestras vidas, Enzo y yo decidimos conducir hasta la ciudad para visitar las tiendas, respirar aire fresco y tomar un café.

El viaje fue casi terapéutico, el sonido de los neumáticos en la carretera, el zumbido del motor de la camioneta y el tamborileo casual de los dedos de Enzo en el volante parecían tranquilizarme de un modo extraño, recordándome que el mundo seguía existiendo fuera de mi pequeña burbuja de melancolía.

Nos estacionamos a un lado de la carretera, en la calle principal, donde estaban todas las tiendas. El ambiente se llenó de las dulces notas de una tarde de principios de verano: niños riendo, perros ladrando y la lejana melodía de un músico callejero rasgando su guitarra.

Mientras paseábamos agarrados de la mano, me fijé en los pequeños comercios que ocupaban
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