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Una cuestión de sal

Hacía ya varios días que no dormía tan bien como esa noche.  Lo atribuí a la ausencia de estrés  y la idea de tener que presentar otra prueba. Pese a que me levanté temprano para llevar a Verónica al lobby del hotel, en donde la recogía el vehículo que la llevaba al centro educativo, me desperté muy descansado incluso sintiéndome renovado como si me hubiese librado de un enorme peso que llevaba encima. 

—¿Cómo te fue ayer, mamá? —preguntó Verónica mientras la estaba vistiendo.

Suspiré hondo y pausado.  Pese a que me había preparado para darle esa mala noticia,  sentía como si nunca lo hubiera hecho y me hubiera tomado por sorpresa.  Entonces me di cuenta de que ni la mejor de las preparaci

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