—¿Palermo? ¿En Sicilia? ¿En Italia? ¿En Europa? ¿Ese mismo Palermo? —pregunté sin poderlo creer, pese a las afirmaciones de Anura, que seguía insistiendo en que sí, me estaba ofreciendo dirigir el restaurante que estaba por abrir allí, en unos tres a cuatro meses.
—En ese tiempo te capacitaría en la dirección de cocina y en los platos del menú con el que abriría el restaurante.
Me tuve que coger de la mesa de escritorio de Anura, que me había citado, a primera hora, en su despacho.
—Pero… si aquí solo me dedico a cortar y ni siquiera he completado los cien paquetes de jamón —dije, todavía abrumada y sin poder asimilar la oferta que Anura me estaba haciendo&
Salía de una reunión con el arquitecto del próximo hotel, al que ya solo le hacía falta ajustar el tamaño de la tercera piscina, cuando Efraín se presentó en mi oficina. Lo hice seguir de inmediato y, después de servirle un whisky, le conté sobre mi idea de llevar el proyecto a la televisión, y no dejarlo reducido solo a ser una serie web.—Es ambicioso, eso sí, pero no imposible —contestó, sentado frente a mi escritorio y con el whisky en la mano—. Pero para eso, necesitaríamos, sí o sí, de una coproductora que estuviera dispuesta no solo a financiar una parte del proyecto, sino que también tenga los medios para llevarlo a la televisión.—Me imagino que conoces a varias —dije, sentado en mi puesto.
Durante esa jornada, recibí un montón de felicitaciones y hasta regalos de mis compañeros de trabajo. No se habló de otra cosa que no fuera la sorpresa que todavía les generaba mi victoria y, como era de esperarse, tuve que explicarles cómo había conseguido dos platos tan perfectos.—Creo que el secreto estuvo en los cortes que le hice a la caballa —dije, a la hora de nuestro almuerzo, sentados en el comedor improvisado de la cocina—. Estaban tan finos que, al vaporizarlos, liberaron todo su umami sobre el caldo y la grasa fue la perfecta para que no resultara muy espeso, tampoco demasiado líquido.—Vaya, no puedo creer que solo unos cortes hayan tenido ese efecto —reconoció nuestro sous chef, quien, según los planes que me adelantó Anura, ser&
Llegamos a casa de Rubí sobre las siete de la noche. Llevé una botella de vino y pan baguette, y Verónica insistió en que también lleváramos una bolsa de caramelos, según ella, para el postre.—Se ven deliciosos —dijo Rubí cuando los recibió—. Y por supuesto que serán nuestro postre, pero solo se servirá a quienes se coman toda la cena.—Si mi tía va a cocinar, no hay problema —dijo Verónica—, porque sé que me va a encantar todo.—Ay, pero esta noche tu tía es la invitada, lo mismo que tú, así que no va a cocin…—Le hice una seña a Rubí, para que cambiara su respuesta—. Pero bueno, siendo la mejor chef que conozco,
Me reuní con Gerardo en la noche, luego de una intensa sesión con la junta directiva para que aprobaran un ajuste en el presupuesto y, de esta forma, poder hacer realidad la transmisión del concurso en la televisión europea. Mi mamá no participó de la reunión y lo hizo por medio de uno de sus abogados, que actuó con un poder para negarse a votar de forma favorable; sin embargo, dado el impulso que el proyecto obtuvo por la excelente demostración del día anterior, los demás miembros de la junta votaron favorablemente y solo tuve que añadir mi voto para opacar el intento de boicot de mi madre.Cuando leí el acta que me permitió un aumento de hasta el treinta y cinco por ciento del costo aprobado el día anterior, no pude dejar de preguntarme qué opinarían los miembros de la junta si sup
La velada estaba muy entretenida, pero todos teníamos trabajo al día siguiente y nos fuimos a acostar. Rubí me ofreció el cuarto en donde ya estaba durmiendo Verónica, así como un cepillo de dientes que no había abierto y una de sus pijamas. Agradecí sus atenciones y, después de pasar al baño, me acosté al lado de mi sobrina. Aunque estaba muy cansada y con el vino en la cabeza, no conseguí dormirme, pensando en la decisión que debía tomar y comunicar en solo unas horas.Daba vueltas sin conciliar el sueño, ajustando los pesos en la balanza. Los veía muy parejos, pero sabía que había algo que los estaba desequilibrando y me esforzaba por saber qué era, porque ahí estaba la respuesta que necesitaba.Creo que lo p
Pese a que me lo suplicó y llegó a echarse al piso, de rodillas, no le dije a Rubí lo que había decidido. Quería conservarlo en secreto hasta no haber hablado con Anura.—Y una pistica, así, pequeñita —insistió, encogiendo los dedos—. Porfis, a mí, que te dio posada anoche.—Posada y serenata —dije, con ganas de desquitarme por lo colorada que llegó a ponerme frente a su novio, con sus comentarios sobre mis pretendientes.—¿Serenata?Imité el sonido de sus jadeos.—Ahhh, aaahhh, aaaaahhh.Se puso coloradísima, pero de la risa que la
Era mediodía y no había recibido noticias sobre la decisión de Esmeralda, lo que me tenía en un estado de zozobra tan lamentable, que me costaba concentrarme en otra cosa que no fuera mi celular, que atendía ante cualquier sonido, a la espera del mensaje que esperaba leer, fuera positivo o negativo. Cuando terminé la reunión con uno de los proveedores y bajé al restaurante a almorzar, no aguanté más y llamé a Gerardo, pero debí colgarle de inmediato cuando vi a mi mamá en la entrada del hotel.—Mamá, qué sorpresa. —La saludé y besé su mejilla—. Sigue. ¿Vienes a almorzar?—Precisamente, necesito hablar contigo.Caminamos juntos al restaurante y nos sentamos.
Cuando le comuniqué mi decisión a Anura, vi que reaccionó de una forma muy distinta a la que había esperado que lo hiciera. No me dijo nada, solo se levantó, se acercó y yo me paré. Me abrazó.—Sabía que eso era lo que ibas a decidir, pero me gustaría saber cuáles son tus razones —dijo después de que me hubiera soltado.Esperé a que ella se sentara para volver a hacerlo.—No voy a vivir sabiendo qué habría pasado…—Si no hubiera ido al concurso —concluyó ella—. En mi vida hay algo que tengo muy claro, Esmeralda, y es que siempre prefiero arrepentirme por algo que hice, que por algo que dejé de hacer.