No había visto a Héctor tan apuesto como esa tarde, cuando se acercó y, tomándome por sorpresa, puso su mano sobre mi brazo desnudo para llamar mi atención. Me giré y vi el brillo de sus ojos claros, entre azules y verdes, sonrientes porque éramos cómplices de lo que parecía un amor oculto, siéndolo sin serlo del todo, al menos solo por un tiempo, como me advirtió cuando hablamos para citarnos fuera del hotel.
Nadie se puede enterar de que nos morimos por besarnos, que deseamos andar tomados de la mano y acariciarnos cuando estemos solos, o en compañía, sentados en una banca, en la sala de mi casa, en el restaurante al que ahora nos dirigimos y qué se ha llenado de tantos recuerdos en tan pocos meses.
Nos dimos el gusto de tomar nuestras manos cuando estábamos a varias cuadras del hotel, próximos a entrar en la Sazón de Emilia. Ya no se formaba la larga
Era la primera vez que iba a viajar en avión y no estaba nerviosa. ¡Estaba aterrorizada! Se suponía que, como su mamá y protectora, debía transmitirle seguridad a Verónica, pero la verdad era que ella estaba más tranquila que yo y hasta se paraba en la silla, miraba para un lado y otro, subía y bajaba la ventanilla, preguntaba por la función de cada uno de los botones del asiento, de la pantalla de televisión, del control, de lo que hacía o dejaba de hacer el equipo de oxígeno sobre el asiento y yo solo pensaba que, cuando nos fuéramos a elevar, el avión iba a fallar y nos íbamos a chocar contra el suelo.—¿Estás bien, mamá? Es que te veo muy blanca. ¿Quieres ir al baño? ¿Tienes dolor de estómago? A mí me pasa que cuando me duele la barr
El hotel era precioso y las habitaciones lo eran más. No podía creer la cantidad de lujos que tenía. Las dos camas eran tamaño Queen y estaban en el mismo espacio, frente a un televisor de cincuenta pulgadas. Había otro espacio más sencillo, con una cama doble y un televisor de treinta pulgadas que, supuse, sería par al niñera de Verónica. Había, además, un comedor sencillo, de cuatro puestos, una pequeña cocina con un microondas -el artículo más odiado por los cocineros profesionales, debo decir-, una cafetera y una estufa de dos hornillos. Estaba también el característico mini-bar y la neverita de todos los hoteles, y, sobre la encimera que dividía la cocina de la sala -un pequeño espacio con un sofá y dos sillas, frente a un gran balcón que, de inmediato, odié que estuviera, por la seguridad de Ver&oacut
Al momento de ingresar en el restaurante Boca Canoa, que estaba reservado para los concursantes, fui ovacionada como la “chica del cartel”, lo que me sonrojó mucho más de lo que ya estaba por el hecho de haber sido la última en entrar y llamar la atención de todos por el precedente de haber superado a Teressa Bianchi. Para mis colegas, varios de ellos chefs con grandes restaurantes de renombre, yo ya era una estrella y tenían una muy alta expectativa de mí.Los saludé a todos antes de sentarnos y ser presentados. Reconocí a algunos chefs famosos, la mitad del grupo, mientras que a los demás no los identifiqué. Después me enteraría de que el formato del concurso había reunido a chef reconocidos con amateurs, como yo.Cuando me aproximé a Tere
Imágenes hermosas que no me puedo, y no me quiero, sacar de la cabeza, la de Esmeralda en ropa interior. Qué sexy y tierna se vio en ese momento, toda sonrojadita y apenada, pobrecita, pero me encantó esa estampa. Es preciosa, tiene el cuerpo de un hada. Delgada, sin mucho busto, las piernas de una bailarina de ballet y, aunque no lo alcancé a ver, fue sencillo adivinar, por sus proporciones, que también tiene una colita encantadora, dos suaves almohadones en los que no veo la hora de recostar mi cabeza.Pero, por ahora, durante estos dos meses de grabación del concurso -o a menos que sea descalificada antes- solo puedo imaginarla en esa estampa de semidesnudez y pasar saliva al hacerlo.También, por el momento, me debo contentar con el espectáculo del que disfrutarán mis ojos cuando la vea en
Pese a que me esforcé, no pude dormir un solo minuto. Desde las once de la noche, hora en que llegué a la habitación, hasta las seis de la mañana, cuando sonó el teléfono del hotel para “despertarme”, no pude dejar de pensar y dar vueltas en la cama. Estaba muy nerviosa. Me duché y vestí sin hacer apenas ruido, para no despertar a Verónica, que dormía a sus anchas. La niñera, Nicole, me saludó con la mirada y, de la misma forma, me indicó que no me preocupara. Le agradecí con un gesto y salí del cuarto. Afuera, Alice me estaba esperando para el desayuno.—¿Dormiste? —Me preguntó.—Nada, pese a lo cansada que creía que iba a estar.—Es normal, no
Cuando nos sentamos a almorzar para elegir al chef de nuestro equipo, todas las miradas recayeron en Teressa.—¿Por qué me miran a mí? —dijo Teressa— ¿Como soy italiana tengo cara de pizza?—Y seguro Yoshihiro tiene cara de sushi, el chef Zhen de chon faw y yo, por ser mexicana, de tacos, güey —dijo Daniela, palmeando a Teressa en el hombro—. Puede que tu especialidad al día de hoy no sea la comida de tu país, pero fue allí en donde te formaste, ¿o me equivoco?Con los brazos cruzados, Teressa asintió.—Sí, es cierto, y tal vez tengan razón y sea la que más sabe sobre pizza entre todos nosotros, ¿pero es que cómo pretenden
El primer día de concurso cumplió con todas las expectativas y, en opinión del director, incluso las superó. Todavía harían falta quince días para el estreno en televisión, la verdadera prueba de fuego, pero según los primeros análisis tras la edición del video, la reacción de Esmeralda cuando vio a Ramsay le daría un sentido “muy humano” al show, junto con su respuesta cuando el chef-juez intentó ser sarcástico con ella.—Esta chica se va a ganar el corazón del público. —Me dijo Efraín luego de haber estado reunido con los ejecutivos de producción—. Y la distribución de los equipos no pudo ser más afortunada, porque la dejó en el mismo grupo con Teressa.Eran muy buenas not
En la noche, comimos en el Boca Canoa y en esta ocasión pude llevar a Verónica, para que los conociera a todos. Se ganó, de inmediato, la atención de todos los demás participantes, que de inmediato creyeron que era mi hija y la chef Clare hasta me felicitó porque, después del parto, había quedado perfecta. Hubiera preferido no hacerlo, pero tuve que aclararle que Verónica no era mi hija biológica -Teressa me ayudó con la traducción-, sino mi sobrina.—Oh, lo siento, pero como escuché que la niña te decía mamá, jamás se me pasó por la cabeza que esa fuera su verdadera relación.Le dije a la chef que entendía, desde luego, y que ya yo también estaba hecha a la idea de que Verónica era mi hija,