En la noche, comimos en el Boca Canoa y en esta ocasión pude llevar a Verónica, para que los conociera a todos. Se ganó, de inmediato, la atención de todos los demás participantes, que de inmediato creyeron que era mi hija y la chef Clare hasta me felicitó porque, después del parto, había quedado perfecta. Hubiera preferido no hacerlo, pero tuve que aclararle que Verónica no era mi hija biológica -Teressa me ayudó con la traducción-, sino mi sobrina.
—Oh, lo siento, pero como escuché que la niña te decía mamá, jamás se me pasó por la cabeza que esa fuera su verdadera relación.
Le dije a la chef que entendía, desde luego, y que ya yo también estaba hecha a la idea de que Verónica era mi hija,
Esta vez sí dormí mejor, aunque tuve una pesadilla en la que el secreto de mi relación con Héctor era descubierto. Michelle, la presentadora, nos saludaba y, después de explicarnos en qué consistía la prueba (¿cazar un tiburón y asarlo en la playa?), recibía una nota de uno de los asistentes de producción.—Concursantes, tengo una noticia que darles —decía, hablando en español—. Esmeralda y Héctor, el CEO de la cadena hotelera en la que nos hospedamos, son novios y Esmeralda está esperando una hija de él.La chef Clare se acercaba y me preguntaba si eso era cierto. Le respondía que sí, y que me había embarazado sin que ni siquiera hubiéramos hecho el amor. Cuando estábamos en alta mar, comprendimos por qué nos dijeron que tendríamos un tiempo de descanso después de la primera parte de la prueba. Aunque estuvimos ayudando a Max y la tripulación de su bote a pescar, también pudimos relajarnos con el paisaje y turnarnos para tomar un siesta después de un almuerzo, más bien frugal, a bordo de la nave. Nunca había estado en un barco, mucho menos en altamar, lo mismo que algunos de mis compañeros, entre ellos Filip, al que le dieron fuertes sacudidas de vómito y, por increíble que fuera, a mí no, de hecho disfruté bastante de la travesía y estuve en todas y cada una de las redadas de pesca.Sacamos unas cuantas caballas de la red, devolvimos las que no íbamos a utilizar y fuimos también por algo de atún, mero y jurel. De la lista de mSegundo día (II)
Ese día entendí las razones por las que Esmeralda ya era, en solo tres días, la estrella del concurso. y lo seguiría siendo. Estaba metida de lleno en la competencia, disfrutaba cada momento, incluso una cena con los jueces, la salida a pescar, el paseo de vuelta en el autobús, en el que, después me dijeron, se durmió sobre el hombro de la chef Daniela Soto. Se hacía sentir y querer por todos, hasta los jueces. Creo incluso que ninguno de los participantes se atrevería, en este momento, a elegirla para ser eliminada. Claro, a medida que la competencia avanzara y hubiera menos opciones, ese momento llegaría, lo mismo que las rondas en las que tendría que enfrentarse a alguno de los chef master, pruebas en las que la habilidad se sobrepondría al carisma, pero, incluso en eso, parecía destacar y, aunque contó con la ayuda de Daniela en la preparación,
En nuestro segundo día libre, tuvimos la opción de ir a visitar la ciudad y llevé a Verónica al recorrido programado que organizó el hotel. También se sumaron los chef master Clare, Anne, Siba y los dos españoles, Pepe y Toño, pero durante el trayecto los noté a todos muy distantes, como si me evadieran. Procuré no prestarle atención y, aunque ese detalle estuvo por arruinarme el viaje, también me permitió hablar más con Vero y pasar más tiempo juntas. A la hora del almuerzo, que tomamos en un restaurante local, aproveché la distancia que me impusieron los “Starway” para hablar con Verónica sobre mi relación con Héctor, al que llamamos Beto para evitar inconvenientes.—Entonces ya no vas a necesitar a un papá de internet, ¿verdad mamá?
El día de la tercera prueba debimos estar listos más temprano de lo usual, porque haríamos un viaje a una reserva ecológica, en donde nos quedaríamos por dos días, lo que implicaba pasar la noche en un hotel especializado en glamping. Eran las cabañas de las que me había hablado Héctor cuando me arrinconó en la oficina del hotel y nos besamos tan rico. Cuando nos bajamos de las lanchas que nos llevaron a la pequeña isla, noté que Teressa y Filip estaban juntos, aunque intentaban disimularlo y Teressa todavía no me había dicho todavía nada. De camino a las cabañas, caminé a su lado e intenté que me lo dijera.—Ayer pasé por tu habitación, para entregarte un obsequio que te traje de la ciudad —dije.—Ah, era
Anochecía y el sol parecía estarse derritiendo en el agua del mar, como si chorrease salsa sobre la superficie y allí, bajo esa contraluz, estaba Héctor, en vestido de baño, sin darse cuenta de que Teressa y yo lo observábamos jugando con las olas. Se dejaba llevar por el agua, hasta la arena, se volvía a zambullir y salía de nuevo, sobre el agua. Parecía un niño y me conmovió verlo tan contento. Cuando se percató de que estábamos allí, se acercó a nosotras, todavía bañado por el brillo del último resplandor del sol. Sabía que era grueso, de espalda y pecho grandes, pero no había visto su torso desnudo y solo podía imaginarlo. Era más atlético de lo que había pensado. Sus músculos estaban más pronunciados y, perlados por el rocío del mar, me provocaron un suspiro, q
Me llevé el susto de mi vida cuando vi a Esmeralda hundirse en el agua y, antes de que Teressa me avisara que la había perdido de vista, yo ya había presentido que algo malo había pasado cuando vi su pie, inmóvil, tragado por la ola. Para el momento en que Teressa giró a buscarme, yo ya estaba prácticamente encima de ella y me sumergí. Ya no había luz del sol y el agua estaba oscura, negra como la pes, así que tuve que remover el agua e intenta sentir su cuerpo, haciéndome a una idea del lugar en donde la había visto por última vez, al tiempo que calculaba hacía dónde la arrastró la ola. Nunca se lo llegué a decir, pero tuvo suerte porque creo que, dos segundos después, otra ola la habría golpeado y nunca más habríamos sabido de ella.Sentí su piern
Apagamos las luces, simulando que dormíamos. Teressa había quedado con Filip que estaría en una hora después de haber entrado en las cabañas. Esperamos, hablando cosas varias de nuestras vidas, la prueba del próximo día, cuál era, después de Filip, el chef más apuesto, qué tan apuesto era Héctor -tema que evadí apenas planteado por Teressa, con un “no es mi tipo”- algunas cosas sobre nuestro pasado, en fin, que cuando menos nos dimos cuenta, ya había pasado hora y media y Filip golpeó en la ventana, dándonos un susto de muerte.—Quedamos que entrarías por la puerta —susurró Teressa, en inglés, pero ya algo le entendía—. Casi nos morimos del susto que nos diste.—Lo siento, pero just