Ese día entendí las razones por las que Esmeralda ya era, en solo tres días, la estrella del concurso. y lo seguiría siendo. Estaba metida de lleno en la competencia, disfrutaba cada momento, incluso una cena con los jueces, la salida a pescar, el paseo de vuelta en el autobús, en el que, después me dijeron, se durmió sobre el hombro de la chef Daniela Soto. Se hacía sentir y querer por todos, hasta los jueces. Creo incluso que ninguno de los participantes se atrevería, en este momento, a elegirla para ser eliminada. Claro, a medida que la competencia avanzara y hubiera menos opciones, ese momento llegaría, lo mismo que las rondas en las que tendría que enfrentarse a alguno de los chef master, pruebas en las que la habilidad se sobrepondría al carisma, pero, incluso en eso, parecía destacar y, aunque contó con la ayuda de Daniela en la preparación,
En nuestro segundo día libre, tuvimos la opción de ir a visitar la ciudad y llevé a Verónica al recorrido programado que organizó el hotel. También se sumaron los chef master Clare, Anne, Siba y los dos españoles, Pepe y Toño, pero durante el trayecto los noté a todos muy distantes, como si me evadieran. Procuré no prestarle atención y, aunque ese detalle estuvo por arruinarme el viaje, también me permitió hablar más con Vero y pasar más tiempo juntas. A la hora del almuerzo, que tomamos en un restaurante local, aproveché la distancia que me impusieron los “Starway” para hablar con Verónica sobre mi relación con Héctor, al que llamamos Beto para evitar inconvenientes.—Entonces ya no vas a necesitar a un papá de internet, ¿verdad mamá?
El día de la tercera prueba debimos estar listos más temprano de lo usual, porque haríamos un viaje a una reserva ecológica, en donde nos quedaríamos por dos días, lo que implicaba pasar la noche en un hotel especializado en glamping. Eran las cabañas de las que me había hablado Héctor cuando me arrinconó en la oficina del hotel y nos besamos tan rico. Cuando nos bajamos de las lanchas que nos llevaron a la pequeña isla, noté que Teressa y Filip estaban juntos, aunque intentaban disimularlo y Teressa todavía no me había dicho todavía nada. De camino a las cabañas, caminé a su lado e intenté que me lo dijera.—Ayer pasé por tu habitación, para entregarte un obsequio que te traje de la ciudad —dije.—Ah, era
Anochecía y el sol parecía estarse derritiendo en el agua del mar, como si chorrease salsa sobre la superficie y allí, bajo esa contraluz, estaba Héctor, en vestido de baño, sin darse cuenta de que Teressa y yo lo observábamos jugando con las olas. Se dejaba llevar por el agua, hasta la arena, se volvía a zambullir y salía de nuevo, sobre el agua. Parecía un niño y me conmovió verlo tan contento. Cuando se percató de que estábamos allí, se acercó a nosotras, todavía bañado por el brillo del último resplandor del sol. Sabía que era grueso, de espalda y pecho grandes, pero no había visto su torso desnudo y solo podía imaginarlo. Era más atlético de lo que había pensado. Sus músculos estaban más pronunciados y, perlados por el rocío del mar, me provocaron un suspiro, q
Me llevé el susto de mi vida cuando vi a Esmeralda hundirse en el agua y, antes de que Teressa me avisara que la había perdido de vista, yo ya había presentido que algo malo había pasado cuando vi su pie, inmóvil, tragado por la ola. Para el momento en que Teressa giró a buscarme, yo ya estaba prácticamente encima de ella y me sumergí. Ya no había luz del sol y el agua estaba oscura, negra como la pes, así que tuve que remover el agua e intenta sentir su cuerpo, haciéndome a una idea del lugar en donde la había visto por última vez, al tiempo que calculaba hacía dónde la arrastró la ola. Nunca se lo llegué a decir, pero tuvo suerte porque creo que, dos segundos después, otra ola la habría golpeado y nunca más habríamos sabido de ella.Sentí su piern
Apagamos las luces, simulando que dormíamos. Teressa había quedado con Filip que estaría en una hora después de haber entrado en las cabañas. Esperamos, hablando cosas varias de nuestras vidas, la prueba del próximo día, cuál era, después de Filip, el chef más apuesto, qué tan apuesto era Héctor -tema que evadí apenas planteado por Teressa, con un “no es mi tipo”- algunas cosas sobre nuestro pasado, en fin, que cuando menos nos dimos cuenta, ya había pasado hora y media y Filip golpeó en la ventana, dándonos un susto de muerte.—Quedamos que entrarías por la puerta —susurró Teressa, en inglés, pero ya algo le entendía—. Casi nos morimos del susto que nos diste.—Lo siento, pero just
No fue así y quien abrió fue Héctor que, con los ojos iluminados, me tomó de la mano y me arrastró dentro, hasta que nuestros cuerpos se juntaron y, mientras empujaba la puerta con el pie, me abrazó y nos besamos como si llevásemos una eternidad sin hacerlo y es que, para mí, que me sentía enamorada de él, era como si lo hubiera sido.Mientras nos besábamos, puso su mano en mi nuca y con la otra tomó mi cintura, para estrecharme aún más contra su cuerpo. Se me olvidó el dolor en mis senos y los pegué a su abdomen, en tanto que mi lengua buscaba la suya. Sabía a cerveza dulce, cálida y embriagante. No sé en qué momento puso su mano en mi cola y la apretó con fuerza, casi haciéndome suspirar. Ya quería que me empujara a la cama, se abalanzara e
Nunca había dormido tan rico en mi vida, tampoco abrazado, por esa corta noche, al cuerpo más especial que podía aferrar entre mis brazos. Pese al calor, no quería soltarla, deseaba que mi piel estuviera unida a la de ella sin dejar nunca se sentirla, recorrer sus hombros con mis labios cada que quisiera, pasear mi lengua mi por cuello y verla, contemplar su rostro, adormilado, a mi lado, sabiendo que podía, cuando el deseo me empujara a hacerlo, besar sus labios, sus párpados, sus mejillas y su frente. La amaba y estaba seguro de eso, de que el destino había conspirado conmigo para que Esmeralda y yo estuviéramos juntos, para siempre. Era, en ese momento, en una pequeña cabaña en medio de un hotel de glamping, entre unas sencillas sábanas de poliéster, el hombre más feliz del mundo.El despertador de mi celula
La decisión de los juecesDe pie, con todas nuestras miradas puestas sobre él, Ramsay leyó los resultados. Por la diferencia de veinte puntos, los blancos se alzaron con su primera victoria. No podía creerlo. Fui la chef que llevó a los negros a sus primera derrota. Teressa me abrazó y sumergí mi rostro en su hombro, para que no me vieran llorando, porque estaba muy triste. Habíamos perdido por muy poco y después de haber llevado una clara ventaja. Estaba muy desilusionada. Era la primera amenazada de nuestro equipo y ahora debíamos decidir quién me acompañaría. Nos reunimos. Teníamos quince minutos para decidir quién, aparte de mí, iría a enfrentar a los jueces. Como habíamos previsto Teressa y yo, se barajaron los nombres de Siba y Zheng. Querían poner a un chef master a mi lado para así enviarme a casa. Se hizo obvio, aunque nadie dijo nada, que los Starway me querían fuera, porque ya me veían como una amenaza, y esta era su oportunidad de hacerlo. —Me da igual cuál de ustedes do