Eres perfecta

Leia lo vio con desconfianza y se obligó a pensar en otra cosa que no fue el cosquilleó en su estómago, por encontrarse otra vez en una situación bastante peculiar con Caleb.

Habían recorrido durante diez minutos la terracería por una angosta vereda, llegaban a una planicie. Observó con las luces del auto un gran y viejo árbol que era rodeado por arbustos y pastos altos.

—¿Hay un nuevo mirador? – preguntó y se sintió tonta ante su absurda y desubicada pregunta al recordar las palabras dichas por él.

Ahora que se veía ahí, el nerviosismo y expectación por el qué ocurriría y cómo ocurriría, la invadieron.

—Sí, uno kilómetros más adelante, con vista al mar y la ciudad — le dijo mientras volteaba atrás para estacionar el a

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