Cuando el perdío

Los ojos azulinos de Leia se deslizaron insistentemente por las personas que abarrotaban los pasillos de su facultad, reconoció esa ansiedad y negó en silencio, aunque su mirada traidora volvió a echar un último vistazo mientras ella se forzaba a avanzar.

—¿Qué estoy haciendo? — se reprochó.

Esa mañana había sido doblemente difícil abrir los ojos, su mirada lucía cansada y rojiza, su aspecto era deplorable y ella se había forzado a seguir, había intentado fingir naturalidad al levantarse y preparar un sencillo desayuno para sus huéspedes, Hillary seguía disgustada y Kristel y Elric por suerte, respetaron su decisión de no hablar más del asunto, aunque el joven ojiazul realmente sabía poco de ello.

Había llegado a la facultad y logró no buscar con la vista el auto del rubi

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