Tu mamá está en la ciudad

—Por favor, tengo que atender esta llamada, puedes adelantarte a la oficina —súplica en voz baja, y al asentir ella continúa con la llamada.

No hay problema en esperarla, pero tampoco no le veo el problema en adelantarme. Esto es normal, el sentimiento de que todo fracase o de que se me salga de las manos, intento ser la mujer optimista, pero el miedo se aprovecha de mi sensibilidad.

—Buenos días —dijo con voz desinteresada en cuanto crucé el umbral de la puerta, dejándome con la boca abierta porque la única persona que está dentro del salón es Adal.

Estábamos en una sala bien iluminada, con una gran mesa, sillas y un minibar, todo para los clientes.

Crucé los dedos para no ser la víctima del día, no quiero perder la razón. Es que lo de ayer fue demasiado fuerte y no soporto la idea de que él quiera volver a tocar el tema de mi niño.

¿Qué es lo que debo hacer?

No puede ser, tengo que recordar que él puede venir a la empresa en el tiempo que desee, no puedo correrlo y ofenderlo. ¡Tengo
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