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Capítulo 2 – Serenata.

-Amigo, ¿Por qué has tardado tanto? – Le pregunto Collin a William que se acercaba en su dirección, y aprovechaba para pasarle el brazo por los hombros a una linda chica rubia a la que él en realidad no conocía.

-La mesera me ha dado problemas – Bufo.

-¿Problemas de qué tipo? – Pregunto Arthur de manera solemne burlándose de William.

-No de los que yo quisiera, de eso pueden estar seguros – William rodo los ojos, recordando lo impertinente que le había parecido aquella chica.

-¿Intentaste ligarte a la mesera? – Arthur soltó una carcajada monumental, y Collin lo miro como a un enfermo de psiquiátrico.

-No sería el primero de nosotros que lo hace – Recordó.

-El hombre tiene razón, y… ¿Conseguiste algo con ella? – Arthur se llevó la botella a la boca, le dio un largo trago y entonces se la ofreció a William que hizo exactamente lo mismo.

-No, ni siquiera conseguí que me tratara bien – Respondió, aunque de alguna manera, en ese momento, aquello le pareció gracioso a William, quizá se debía a que nadie nunca lo había tratado parecido, bueno, nunca un mesera, mucho menos una tan guapa.

Collin y Arthur se burlaron un rato más de su amigo, y entonces se entretuvieron con algo mucho más divertido que él, suponía William, las desconocidas chicas que había en la casa de la piscina de Arthur.

-Pensé que ibas a llamar a Lindsey – Asevero William en dirección al artífice del plan.

-Lo hice, pero está molesta por algo que cree que yo hice, y no pensaba rogarle, si queria venir, pues bien, si no, llamamos a las amigas de Collin – Respondió él como si nada.

-¿No significa nada para ti? Lindsay, quiero decir – Pregunto Will después del tercer trago a la botella de whiskey.

-Si significa, pero ella hace las cosas demasiado difíciles, no quiero lidiar con eso ahora, tenemos 23, en menos de lo que creemos vamos a graduarnos, y entonces tendremos que tomarnos la vida enserio, de verdad. Y no quiero apresurar eso, no quiero desperdiciar ni uno solo de los minutos que me queda. Yo sé que tú lo entiendes, Will – Arthur ladeo la cabeza en dirección a William, y este asintió, porque por supuesto que él lo entendía, lo entendía más que nadie porque él estaba exactamente en la misma posición, las cartas de aquellos hombres no eran diferentes las unas de las otras.

Sin embargo, allí sentado en la casa de la cabaña, mientras la música sonaba con fuerza y Collin y Arthur ligaban con desconocidas y hacían bromas, William no pudo evitar pensar si quizá, eso que hacían ahí era justamente desperdiciar la vida. Si bien era cierto que Will no era un hombre filosófico, que no pensaba demasiado las cosas, si había cierto razonamiento que le pedía que mirara a su alrededor con detenimiento, estaban en una fiesta improvisada, bebiendo whiskey que el padre de Arthur pagaría, mientras coqueteaban con chicas de las que el día de mañana probablemente no recordarían el nombre. En cualquier momento, eso le habría parecido bien a William, le habría parecido el mejor jodido plan de la vida, pero no allí.

Después de todo, Arthur tenía razón, no faltaba mucho para que los tres tuvieran que hacerse cargo de las empresas de sus padres, que tuvieran que honrar el linaje familiar, como al padre de William tanto le gustaba decir, eso suponía un jodido sacrificio que Will por lo menos, no queria aceptar, porque por como él veía las cosas, eso significaba venderle el alma al diablo, con todo lo que aquello significaba, y aunque detestaba esa idea, había una que parecía mucho peor y más repulsiva.

Y era la idea de que sus padres tuvieran que elegir una esposa para él, una mujer lo suficientemente valedera que tuviera el derecho de entrar en aquella familia, y conservar la tradición, de todo aquel mundo de porquería, eso era lo que más lo asqueaba, no se compraba el amor, por muy cursi que sonase, no podían simplemente encerrarlo en una habitación con una desconocida a la que él tendría que verse obligado a amar – Pensaba Will.

William ciertamente no justificaba, por ejemplo, al padre de Arthur con todo lo que él le hacía a su esposa, no justificaba las noches en vela de la madre de Arthur, mucho menos las dudas, pero tampoco podía ser ciego y no aceptar que aquello había sido algo a lo que lo habían empujado también sus padres, porque lo habían obligado a casarse con una mujer que, a pesar de todo, él aún no había sido capaz de amar.

Y Will no se sentía con el derecho suficiente de recriminarle eso. Y era justo tal cosa la que lo asustaba, él no planeaba construir una familia con el único propósito de avergonzarla y destruirla, no pensaba mantener en el que sería su hogar a una mujer que lo esperase por las noches y con la que las interacciones se basaran en un plano meramente sexual, la idea era detestable.

Lo peor de todo el asunto era, que durante todo aquel tiempo, Will se había cohibido a la idea de enamorarse, quizá porque sabía que ninguna relación iba a prosperar, quizá porque le tenía miedo, si, William Fitz le tenía miedo al amor y a las consecuencias que eso acarreaba.

Le daba miedo depender emocionalmente de otra persona, le daba miedo parecer vulnerable, se suponía que la gente como ellos no tenía permitido ese tipo de cosas, él debía ser fuerte, impenetrable, y eso le estaba arrebatando lo que quizá podía ser la mejor experiencia en su vida. El ultimo respiro antes de que su vida de verdad comenzara, y ya no hubiera vuelta de hoja.

-¿Por qué estas tan silencioso? – Inquirió una chica pelirroja que se acercó descaradamente a Will y se sentó a su lado en el sofá.

-Eso no es algo precisamente de tu incumbencia – Sentencio él, dándole otro sorbo al trago, no sabía en qué momento había monopolizado la botella, ni mucho menos, de donde habían conseguido Collin y Arthur la otra botella de whiskey que compartían con sus chicas.

-Ya me habían contado que eras alguien difícil – Ella se recostó en el sofá, y puso sus pies en el regazo de William.

Él simplemente la observo, se detuvo un segundo en sus piernas sobre él y entonces soltó una risa seca y negó con la cabeza. Algo le decía al chico, que esa era otra de las razones por las que nunca se había enamorado, él realmente no sentía que valiera la pena enamorarse de ninguna de las chicas que había conocido hasta el momento.

Todas eran lo mismo, huecas, tontas, y lo único que buscaban era alguien que considerase siquiera casarse con ellas en algún momento, con el único fin de terminar con todos sus problemas. Mujeres como la que estaba a su lado, creían que el dinero lo era todo, y él más que nadie sabía, que aquello no era cierto… No en lo absoluto.

-¿Qué es lo que quieres? – Le pregunto a la desconocida, de la cual ciertamente no le interesaba conocer el nombre.

-No lo sé, tu proponme algo interesante, y entonces yo sabre que es lo que quiero – Contesto.

-Me temo que has dado con la persona equivocada, resulta que en realidad a mí no me gusta hacer propuestas, a mí me gusta oírlas – Le dijo William mientras intentaba adivinar hasta donde era capaz de llegar aquella mujer.

-No lo sé… – Titubeo.

-No te preocupes, podemos ir despacio, ¿Por qué no me cuentas un poco de ti?

-¿Qué quieres saber? – Inquirió ella, claramente nerviosa.

-Lo que quieras, veamos – Chaqueo la lengua –¿Vas a Yale?

-No.

-¿A alguna otra universidad? – Pregunto.

-Tampoco.

-¿Entonces… Trabajas?

-¿Trabajar? ¿Yo? ¡Por supuesto que no! – Soltó con un gesto de desagrado.

-Si no vas a Yale, tampoco a otra universidad, y no trabajas, ¿Qué es lo que haces con tu vida?

Ella no soltó palabra alguna, y él se aburrió de aquella conversación que desde el principio sabía que no iba a terminar en nada, esa noche en particular Will no estaba dispuesto a irse con cualquiera.

-Estas desperdiciando tu vida, y en este momento, me haces desperdiciar la mía, y solo para aclarar, yo no soy difícil, simplemente no estoy interesado en la compañía – Asevero quitando con ímpetu las piernas de ella de su regazo.

Ella se sentó aparentemente ofendida, y entonces lo miro con odio.

-Eres un jodido imbécil – Una más a la lista de aquellas que pensaban eso, se dijo William para si mismo mientras escuchaba sus zapatos de tacón sonar en dirección opuesta a donde él se encontraba.

Will no le respondió, sobre todo, porque sabía que no valía la pena hacerlo, así que se quedó allí, sentado alrededor de todas aquellas personas que estaban en la cabaña, bebiendo de aquella botella que le acarrearía muchas consecuencias a alguien más. William pensó en Diana, en lo que le había dicho, en sus ojos encendidos, y en su rostro pálido, en su cabello dorado, y entonces como si alguien le hubiera susurrado al oído lo que debía hacer, se puso en pie, dispuesto a salir de la cabaña e ir a buscarla.

-¿A dónde vas? – Le grito Collin desde donde estaba.

Pero él no le respondió, y por el contrario siguió caminando hacia la casa, como no pensaba hacer un espectáculo, por lo menos hasta ese momento, Will entro por la puerta de servicios que llevaba directamente a la cocina, y fue cuando trastabillo contra el piso de granito de la entrada, que se dio cuenta de que quizá estaba mucho más bebido de lo que había creído, sin embargo, eso no lo detuvo.

-¡Diana! – Llamo en cuanto estuvo adentro.

Un par de meseros y el chef miraron en su dirección, unos sorprendidos, y otros un poco más despreocupados, simplemente volvieron a sus trabajos mientras lo ignoraban, William sabía que no era la primera vez que alguien como él hacia una escenita, o planeaba hacerla, esas cosas eran pan de cada día.

-Diana – Volvió a gritas, mientras la chica entraba en la cocina con una charola de plata en la mano.

-Creo que te están buscando, Diana – Anuncio otro de los meseros mientras ella lo observaba con desdén.

Diana rodo los ojos con fastidio ante la imagen que tenía frente a si, y entonces se acercó lo suficiente como para darse cuenta de que aquel hombre estaba completamente ebrio.

-Necesito hablar contigo – Le pidió él en cuanto ella estuvo cerca.

-¿De qué? ¿Usted y yo no tenemos nada de lo que hablar? – Susurro bajito, Diana se sentía por completo avergonzaba, y por muy estúpido que sonase, William no alcazaba a entender muy bien por qué, después de todo, la mesera era ella, no él.

-Solo necesito que me escuches, Diana, no te estoy pidiendo demasiado, ¿O sí? – Siguió mientras se adentraba en la cocina.

-Estoy trabajando.

-Eso ya lo sé, pero esto no tomara demasiado tiempo – No viendo otra alternativa a la situación en la que se encontraba, ella bufo, dejo la bandeja de canapés en la encimera de la cocina, y entonces tomo a William del brazo y lo llevo afuera, lo que menos queria era parecer una idiota frente a sus compañeros de trabajo por un hombre que a ella realmente la tenía sin cuidado.

William se fijó en la forma en la que ella lo arrastraba afuera, y entonces suspiro, Diana era fuerte, y eso le gustaba, ella no era una damisela en peligro que necesitara ser rescatada.

-Te pareces a mi madre – Soltó él una vez que estuvieron afuera – Ella también me tomaba del brazo para obligarme a hacer mis deberes, por supuesto, eso pasaba cuando yo era un pequeño – Se burlo.

-¿Tu haciendo deberes? – Soltó una risa sarcástica – Ahora si dime, ¿Qué es lo que quieres?

-Parece que cuando estamos afuera ya no soy señor, que interesante, Diana – Murmuro William, pero ella realmente no pensaba disculparse por eso, porque tenía razón, adentro de aquella casa, en medio de esa fiesta, todos eran clientes y ella debía tratarlos con el respeto que se suponía se merecían, pero allí, cuando solo estaban ellos dos, entonces ella lo iba a tratar justo como él se merecía, como un completo cretino.

Al ver que Diana no pensaba soltar palabra alguna, Will recostó su mano contra la pared tras de ella, haciendo que sus cuerpos estuvieran ligeramente juntos, y ni que decir de sus rostros, cosa que hizo que Diana se sintiera incomoda, y nerviosa, ambas en partes iguales, él la ponía nerviosa, y lo sabía, pero no como había puesto nerviosa a aquella chica en la cabaña, no, en lo absoluto, algo le decía a William, que Diana estaba muy lejos de ser como aquella mujer. Diana estaba nerviosa de una forma diferente, una que a él le gustaba.

Y tenía razón, porque allí, sintiéndose como un ratón atrapado, ella no pudo dejar de observar los ojos tan particulares de ese chico, Diana detallo su iris, ese color ámbar que lo rodeaba, se fijó en sus facciones, demasiado bien formadas, en sus cejas pobladas, en su raíz respingada y ligeramente torcida, e incluso se fijó en su cabello castaño por completo desordenado.

Will era atractivo, lo era demasiado, pero eso no era suficiente para ella.

-¿Qué es lo que quiere, señor? – Pregunto ella con ironía tratando de aminorar esa tensión que sentía.

-No, ya no es necesario que me digas señor, ya me ha quedado claro que no me respetas – Respondió, tratando de jugar un poco con ella.

-Yo respeto a todos los clientes – Diana se cruzó de brazos, casi que, creando una barrera entre sus cuerpos, necesitaba apartarlo como fuera.  

-No lo parece, Diana – Susurro despacio él, y aunque Diana jamás se lo admitiría, sus palabras, tan cerca de ella, y con esa voz ronca le erizaron los vellos de la nuca.

- ¿Qué estamos haciendo aquí?

-Has sido tu quien me ha arrastrado hasta aquí, asi que tu dime – William sonrió.

Ella soltó un bufido, rodo los ojos, y entonces, exasperada, lo aparto con sus manos, necesitaba que se alejara, porque estaba teniendo extrañas sensaciones en su cuerpo, y aunque sabía que se debía simplemente a su faceta más carnal, seguía siendo incorrecto.  

-Claramente no puedo jugar, asi que me voy – Ella esquivo su cuerpo, pero antes de que pudiera siquiera da un paso más, Will la tomo de la muñeca, obligándola a permanecer allí con él.

-Queria pedirte disculpas, quiero que sepas que no siempre soy un idiota insensible – Confeso con seriedad.

Ella no dijo nada, pero por como él veía las cosas, tampoco era necesario que lo hiciera, porque sus ojos grandes mirándolo de aquella forma allí en la oscuridad de la noche, eran todo lo que él necesitaba.

-Bien, lo entiendo – Ella asintió y miro momentáneamente a la mano de William que sostenía su muñeca.

-También queria darte esto – él la libero de su agarre, metió las manos en su bolsillo, saco su billetera y le dio un par de billetes de dólar, Diana frunció el ceño, y lo observó sin entender muy bien porque le estaba pagando.

-¿Para qué es eso?

-Es para pagarte la botella que me he llevado antes.

-Pues creo que eso no será suficiente, porque tus amigos se han llevado un par más – Soltó bajito recordando lo mucho que había odiado a los amigos de William.

-¿Es suficiente con esto? – Will extendió unos cuantos billetes más, y ella negó con la cabeza.

-Esto no es necesario, de verdad, pasa más de lo que uno creería, ya estamos acostumbrados a esto, asi es el trabajo – Dijo levantado los hombros con indiferencia, aunque en realidad aquello le afectaba más de lo que cualquiera podría imaginar, no era el dinero como tal, se trataba de todo lo que podía hacer con él.

-Pero está mal, no debería ser de esa forma.

-Las cosas son como son – Ella lo miro genuinamente, y aunque Will sabía que no podía, en ese momento quiso poder abrazarla, quiso decirle que las cosas no siempre eran como eran, aunque él sabía que ella tenía razón.

Algunas cosas no cambiaban.

-Si, supongo que si – Acepto al fin.

-Creo que ahora si tengo que irme, debo volver adentro o los chicos pensaran que algo me ha sucedido – Ella sonrió, y él tuvo la sensación más extraña del mundo en el cuerpo, su rostro sonriendo, era algo sublime.

En ese momento, William quiso hacer muchas más cosas de las que sabía que podía, queria acariciar su mejillas que se veía aterciopelada, quiso acariciar su cuello, quiso pasar su dedo pulgar alrededor de sus labios rosados, sabía que eran cosas que no le estaban permitidas, y esa situación era difícil de describir, nunca había estado junto a una chica a la que no pudiera tocar, o tener como el quisiese, y aunque probablemente aquellas emociones estaban alentadas por el alcohol, no dejaba de ser extraño para él.

No podía hacer con ella lo mismo que hacía con el resto, y eso solo alentaba sus ganas.

-Diana, creo que antes no me presente adecuadamente, mi nombre es William Fitz – Extendió su mano hacia ella.

-Supe quién eras desde que te vi en la cocina.

-¿A si? ¿Como?

-fácil, hace un par de meses estuve trabajando en una de las fiestas de inauguración de tu padre – Justo allí, él se sintió un completo estúpido por no haberla visto antes, por no haber notado su presencia, pero para Diana aquello no era extraño, después de todo, ella era solo una mesera, no era alguien a quien se considerase digno de atención, y ella lo sabía, y aunque durante mucho tiempo eso la había jodido, de alguna forma se había acostumbrado.

-No te vi.

-Eso no tienes ni que explicarlo – Ella frunció los labios – Debo irme.

-Diana, ¿te gustaría acompañarnos un rato? No estaríamos solos, estamos en la casa de la piscina, y allá están un par de amigos y algunas chicas – Le pidió, en un arrebatado deseo por estar un poco más con ella.

Ella soltó una carcajada, una que le alcanzo a molestar.

-Por supuesto que no – Dijo.

-¿Por qué no ?

-¿Por qué no? ¿De verdad me estas preguntando eso? Ni en un millón de años iría contigo a ningún sitio.

-¿Por qué no?

-Porque conozco a los chicos como tú, y como tus amigos, y créeme, lo que menos desearía es pasar siquiera una tarde con ustedes – Dijo, como si fuera lo más obvio del mundo.

-No nos conoces – Le recordó él, por completo confundido.

-Y no quiero hacerlo, no son el tipo de personas con las que quiero estar.

-Pero te pague las botellas – Soltó, sin pensar en lo mal que aquello iba a sonar.

Diana cambio su semblante de inmediato, y entonces negó con la cabeza.

-Yo no necesito tu dinero, como he dicho, estamos acostumbrados – Asevero, y entonces, tiro los billetes al suelo y se fue antes de que William pudiera hacer algo para detenerla.

Diana no pensaba venderse por una botella que desde un principio él no debía haber tomado, el hecho de que él le hubiera pagado no queria decir que ella estaba a sus pies, eso ratificaba su teoría, William era un niño rico que creía que tenía a todo el mundo a su merced, pues bien, con ella se había equivocado, y se lo iba demostrar de todas las formas posibles.

William por su parte, miro los billetes en el piso, soltó una exclamación y entonces volvió a la cabaña maldiciendo, no entendía porque ella lo trataba de aquella forma, porque parecía odiarlo cuando ni siquiera lo conocía, no entendía porque no le daba ni siquiera el beneficio de la duda, era lo menos que se merecía, y ella ni siquiera eso pensaba darle, Diana era frustrante y desesperante.

En cuanto estuvo de nuevo con sus amigos, Will busco a la pelirroja que lo había abordado antes, y entonces, antes de que ella pudiera preguntar que pasaba, antes de que ella de alguna forma lo arruinara, o de que él pensara bien en lo que estaba haciendo, el chico la aparto de la mujer con la que hablaba y junto sus labios a los de ella.

La beso porque estaba desesperado, porque tenía rabia, y porque sabía que eso era lo que ella queria, mientras la besaba y le apretaba la cintura, escucho una ovación a su alrededor, una vez que la soltó, ella comenzó a reírse y él hizo lo mismo, de inmediato Collin le tendió la botella en la que aún quedaba licor, y él siguió bebiendo.

Esa era la parte que Diana conocía de ellos, la parte petulante y estúpida, pero Will no era solo eso, y ella no queria averiguarlo, pues bien, él le iba a mostrar a aquella chica lo estúpido que podía llegar a ser, después de todo, eso era con lo que ella se queria quedar.

Después de aquel beso, la chica se mantuvo junto a William el resto de la noche, pero ya no le interesaba, porque William tenía la compañía que entonces deseaba, y era esa exquisita botella de whiskey añejo, por la que después de todo, ya había pagado, él se bebió cada una de las gotas de licor, hasta que tanto Collin, Arthur y él, estuvieron más ebrios de lo que habían estado nunca. Todo se veía borroso, y a los tres les costaba pronunciar una palabra entendible. En ese momento, William quiso creer que era esa la razón por la cual no dudaron en secundar el plan que él les propuso a continuación.

-¿Por qué no le damos una vuelta a la fiesta de los mayores? – Pregunto arrastrando las palabras.

-¿Por qué haríamos eso? – Soltó Arthur mientras se reía solo.

-Porque hay alguien allá a quien quiero dedicarle una canción – Espeto William, y entonces, se quitó la parte de arriba del traje que llevaba puesto, porque de repente, en la cabaña hacia demasiado calor y se estaba asfixiando – Collin, trae tu guitarra – Le grito.

Collin entro como pudo al armario de los trastos de la casa de piscina, y entonces saco una guitarra.

-¡La tengo! – Vocifero.

Todos gritaron junto a él, aunque en realidad nadie sabía muy bien porque era que gritaban, pero entonces, William tomo la guitarra, y guio al grupo adentro de la casa principal.

Diana, que estaba sirviendo copas de champaña a los presentes, miro con el ceño fruncido hacia la puerta en donde se escuchaban ruidos extraños, y entonces lo entendió.

William, y los imbéciles de sus amigos, irrumpieron en la fiesta, se veían totalmente ebrios, aunque por lo menos, los otros dos amigos de William si llevaban toda la ropa puesta, porque William, llevaba únicamente sus pantalones y los zapatos.

Diana se fijó en su abdomen, en sus brazos fuertes, hasta que las exclamaciones horrorizadas de las personas a su alrededor la distrajeron de la imagen frente a sí.

-Esta canción es para ti, Diana- Balbuceo William mientras señalaba en dirección a la chica.

Los tres hombres comenzaron a hacer algo muy parecido a cantar, mientras las personas los miraban con pena, sobre todo, los padres de William que estaban a un costado de la fiesta.

Y Diana, que los observaba con lastima desde el fondo del salón.

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