Ella
Laura estaba sentada sobre su cama cuando escuchó los toques en la puerta y esa vocecilla que le robaba la paz.
—Laurita, abre la puerta —llamó su tía. No entendía cómo podía hablar como si estuviera cantando. Laura abrió la puerta y esta empezó a hablar como una cotorra. —Laurita, Frank está en la sala esperando por ti. ¿No te dije que él venía a visitarte hoy?
«¡Lo que le faltaba! ¡Tener que atender a ese pedante!», pensó.
—Lo siento, tía. Pero me siento indispuesta.
—No me vengas con excusas. Arréglate y sal a recibir a Frank —le ordenó. Laura bufó con decepción y fastidio. Cerró la puerta tras de sí y se instaló en la cama de nuevo. «Que espere», pensó.
Una sensación amarga la recorrió. Realmente no quería ver a Frank. No soportaba su constante acoso y su egocentrismo. Pero no es que tuviera opción. Preferiría mil veces salir a atenderlo que tener que escuchar los reclamos de su tía. Lo que más quería era tranquilidad. ¿Hasta cuándo soportaría todo esto? Su vida se volvió un caos después de una tragedia. Su madre murió en un accidente de tránsito y, desde ese entonces, Laura se quedó sola. Nunca supo de su padre. Al parecer, fue un cretino que embarazó a su madre y desapareció. ¡Ni siquiera un nombre tenía! Después de la muerte de su madre, quedó en manos de su abuela y su tía insoportable. Su abuela murió cuando ella empezaba la pubertad y quedó en las maléficas manos de su querida tía, quien siempre la criticó y trató como un pedazo de basura. No perdía la oportunidad para echarle en cara el que tuviera que criarla por lo irresponsable y resbalada que fue su madre. Sí, le reclamaba el que hubiera nacido. No entendía por qué la odiaba tanto si al final era su hermana. No recordaba haber escuchado algún comentario agradable acerca de ella o su progenitora. Su almohada era testigo de todas las lágrimas derramadas, de la impotencia y la vergüenza. Su tía era una amargada que miraba a los demás por encima de los hombros. Sus comentarios estaban rellenos de veneno. Nunca se casó, por lo tanto, nunca tuvo hijos.
Para sumarle a su angustia, Laura tenía tres primas por parte de su tío Mico, las cuales nunca la trataron como de la familia, más bien como enemiga. Laura recuerda la primera vez que puso los pies en la mansión de los Gutiérrez. Después de la muerte de su madre, estuvo en un orfanato por varios días hasta que su abuela la llevó a su casa. Pensó que encontraría refugio y consuelo con esa familia que ignoraba que existía, pero lo único que encontró fueron críticas destructivas y rechazo. Sufrió acoso constante por parte de sus primas y, cuando llegó a su adolescencia, todo empeoró, ya que ella fue dotada por la naturaleza, a diferencia de las primas. Se levantó con flojera y salió del dormitorio en dirección a la sala. Se paró frente a él y este la saludó.
—Hola, preciosa.
Él
Kevin Mars estaba en su estudio escribiendo algo con una mano sobre el papel y la otra sosteniendo su guitarra. Para él era una costumbre encerrarse en aquella habitación a crear arte. Había convertido aquel lugar en un taller, pues había cuadros por doquier, telas, pinturas, varios caballetes, pinceles y un sinfín de instrumentos y materiales artísticos. También había un piano a un lado. El lugar era un desastre que nadie se atrevía a ordenar, ya que solo él y a quien este invitara podían entrar allí. Todos tenían claro que ese lugar era sagrado y que, bajo ninguna circunstancia, podían ordenar nada, ya que su desorden era su orden. Si algo era movido de su lugar, a él se le hacía imposible utilizarlo cuando lo necesitara. A pesar del caos, era agradable entrar a aquel lugar y admirar sus hermosas pinturas. Kevin siempre se interesó por el arte, en especial por la música y la pintura. Le iba muy bien vendiendo sus canciones y cuadros, a tal punto que no necesitaba hacer uso de su fortuna. Siempre fue muy independiente y autónomo. Sus padres se separaron cuando él tenía diez años. No tuvo una vida estable, ya que su mamá se fue a vivir al extranjero y se lo llevaba cada cierto tiempo. Durante años estaba con ella y luego unos cuantos con su padre. Lo más loco de esta familia es que su madre y su padre no volvieron a casarse ni tuvieron una relación amorosa con alguien más, pues nunca dejaron de quererse. Cada vez que ella regresaba de viaje se, quedaba en la casa familiar, en la misma habitación del señor Mars; y, claro, vivían un tiempo como novios hasta que ella se marchaba. Otras veces era él quien viajaba para verla a ella. La vida de sus padres era desconcertante y muchas veces, para él, fue una desgracia, puesto que nunca estuvo establecido en un lugar o en el seno familiar; por lo que debió despedirse muchas veces de sus amigos y novias y empezar de nuevo. Con el tiempo, se acostumbró a su loca vida y, cuando cumplió la mayoría de edad, decidió estudiar arte en París y vivir por su cuenta. Su forma de vida lo llevó a conocer muchas personas y a desear tener algo estable con alguien a quien él amara, por eso decidió estudiar lo que le gustaba con el objetivo de formar una familia cuando encontrase a la persona que lo complementara y que pudiese disfrutar con él una vida libre y sin complejos; una persona que luche a su lado por tener un hogar estable y unido, un hogar real con sus altas y bajas, pero nunca una vida falsa ni superficial.
La familia Gutiérrez y Mars siempre tuvieron buenas relaciones, en especial con los negocios. Cada cierto tiempo se reunían a compartir y empezar o dar seguimiento a nuevos proyectos. Incluso tenían un club campestre. Claro, tardaban años en reencontrarse. Kevin solo asistió una vez en su adolescencia, ya que cada vez que su padre tenía esas reuniones, casualmente, él estaba con su madre en el extranjero. Y cuando ella estaba en el país, no le gustaba asistir, puesto que no se llevaba bien con esa familia, en especial con Clara Gutiérrez (la tía de Laura).Las vacaciones de verano habían llegado y los preparativos para un nuevo viaje comenzaron.—En dos díasnos reuniremos en el club con los Mars —avisó Clara mientras desayunaban—. Pasaremos las vacaciones allá. —Las hermanas Gutiérrez gritaron de la emoción.—¿
Las chicas empezaron a murmurar entre ellas y a agitarse de la emoción. Laura permanecía sin moverse, observaba a los chicos, tratando de recordar dónde los había visto antes. El ama de llaves los saludó inclinando la mirada. Estos se detuvieron reparando en las chicas.—¿Nos recuerdas? —se apresuró a preguntar Claudia, dirigiéndose directamente a Kevin, pero manteniéndose en el mismo lugar junto a sus hermanas, detrás de Laura.—Por supuesto —contestó—. Ustedes son las hermanitas Gutiérrez, recuerdo que iban a visitarnos a la casa. —Ellas asintieron. El dirigió sus ojos a Laura. Sus miradas quedaron cruzadas por unos segundos, como si trataran de recordarse—. A ti… te conozco —apuntó su dedo hacia ella y se acercó, como tratando de recordar algo.De repente, sus grandes ojos miel se abrieron agrand
Todos se habían instalados en sus aposentos y disfrutaron de un tour por todo el lugar. Laura estaba impresionada con aquella villa, sentía un cosquilleo cuando pensaba en su habitación. ¡Era hermosa! Amplia, con su propio baño, con un vestidor, un cine y un pequeño estudio. Simplemente perfecta y elegante, con un toque campestre. Estaba totalmente encantada con aquel paraíso. Siempre le gustaron las casas de campo, esos lugares que te contactan con la naturaleza y el aire fresco, lejos del bullicio y contaminación de la ciudad. Tenía una pequeña cámara con la cual eternizaba fragmentos de la villa. Durante todo el recorrido sintió como dos ojos la seguían. Trató de ignorar aquello, pero cuando todos estaban en el comedor, pudo encontrar esos ojos que se aferraban a ella. Sintió que moriría de un infarto cuando se encontró directamente con los ojos verdes de
El día fue largo y exhaustivo. Las familias tuvieron la buena idea de ejercitarse en un lugar que parecía un campo militar. «¿Que esta gente no sabe lo que son vacaciones?», reclamaba en sus pensamientos. Apenas podía arrastrarse, los músculos estaban tensos y el dolor era tan fuerte que sentía que explotaría en pedazos.—Un paso más… —murmuró alcanzando la manilla de la puerta.—¡Tú, idiota! —la voz de Claudia era demandante. Las tres hermanas la rodearon con un brillo en los ojos que le transmitía mala espina. ¡Lo que le faltaba!—Tengo nombre —respondió tratando de no sonar intimidada.—Tan insolente como siempre —dijo Jimena dejando escapar una risita malvada.—Chicas, lamento terminar esta conmovedora charla familiar, pero necesito descansar. —Abrió la puerta despu
Laura se levantó llena de energía. Quería hacer algo diferente y divertido. Pensó que sería genial salir al pueblo, pues se empezaba a sentir presa en aquel lugar. El estar rodeada de personas todo el tiempo y con una rutina predeterminada la estaba hostigando. Después de vestirse, se paró frente al espejo, notó que las marcas de los golpes que le proporcionaron sus primas habían desaparecido. Dejó su cabello suelto, eso era lo que más le gustaba de su físico o, tal vez, lo único. Estaba saliendo de la villa y aún no sabía cómo llegaría al pueblo.—¿A dónde vas, Ojos melosos? —la sorprendió esa voz varonil que tanto le molestaba y… estremecía.—No es de tu incumbencia —respondió tajante—. Y, por favor, deja de llamarme así.—No pidas, imposibles, preciosa. &mdas
La tarde había llegado y la actividad fue todo un éxito. Las familias, junto a unos invitados de negocio, disfrutaron de una fiesta folklórica, donde compartieron diferentes costumbres y tradiciones. Cuando cayó la noche, ya todos los invitados se marcharon. Los jóvenes se sentaron alrededor de una fogata que habían encendido cerca del lago.—Entonces, Frank, ¿eres hijo único al igual que Kevin? —Pablo preguntó.—Sí, soy el único heredero de los negocios de mis padres. Me he preparado bien para tomar las riendas, en todas las compañías de mi padreno hay nadie que se me compare — expresó con orgullo. Kevin y Laura pusieron los ojos en blanco.—Entonces, tú también te dedicarás al negocio de la familia, Kevin —Frank afirmó.—No —respondió con seguridad.—&iques
Después de una mañana agitada, se reunieron en el lago donde los aguardaba un picnic. Todos se sentaron alrededor de la larga y fina manta que servía de soporte al festín que los esperaba. Kevin se sentó junto a Laura y le susurró:—Aún tengo a tu hijo conmigo. —Ella lo miró confundida.—¿Acaso los juegos de hoy te fundieron el cerebro? —Laura contestó con malicia. Él sonrió.—Me refiero al oso que gané en la feria. ¿Lo olvidaste?—¡¿El oso que ganaste?! Si más no recuerdo, no acertaste ni un mísero tiro. —Lo miró con picardía.—Yo lo recuerdo diferente —contestó ofendido. Laura rio. Su risa fue pura y sincera, le estremecía verla reír con esa libertad que poco veía en ella. El hecho de poder provocar eso en Laura lo llenaba de sat
Todos estaban en una pequeña sala con ventanas de cristal. Sus caras de aburrimiento observaban el exterior a través de aquellos cristales anhelando que no hubiera lluvia.—Chicos, ¿por qué no ven una película? —el señor Mars les sugirió.—¡Otra vez! —se quejaron al unísono. Habían transcurrido tres días de lluvia y ya habían visto todas las películas de la playlist.—Ojos melosos, te propongo algo —Kevin la abordó haciendo que su corazón se disparara. Últimamente era así. Una mirada, un gesto, su voz o cualquier cercanía que proviniera de él hacía latir su corazón fuera de lo normal.—¿Qué propones? Ya hemos revisado fotografías antiguas, famosas, profesionales, no profesionales, las que he tomado…—Sí, sí