Seamos amigos

Laura se levantó llena de energía. Quería hacer algo diferente y divertido. Pensó que sería genial salir al pueblo, pues se empezaba a sentir presa en aquel lugar. El estar rodeada de personas todo el tiempo y con una rutina predeterminada la estaba hostigando. Después de vestirse, se paró frente al espejo, notó que las marcas de los golpes que le proporcionaron sus primas habían desaparecido. Dejó su cabello suelto, eso era lo que más le gustaba de su físico o, tal vez, lo único. Estaba saliendo de la villa y aún no sabía cómo llegaría al pueblo.

—¿A dónde vas, Ojos melosos? —la sorprendió esa voz varonil que tanto le molestaba y… estremecía.

—No es de tu incumbencia —respondió tajante—. Y, por favor, deja de llamarme así.

—No pidas, imposibles, preciosa. &mdas

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