No solo lo aterraba esa mirada gris tan fría como el hielo, también la forma en que el llamado príncipe Ivanov lo trato, como si su vida no valiera nada.Había escuchado los rumores de que el rey negro tenía como amante al principe mimado perteneciente a la familia Ivanov, por lo que no tuvo miedo al momento de tratar de seducir al rey.¿Que podría hacerle ese joven rico que jamás había estado del todo involucrado en los negocios de su familia?Tarde se dió cuenta de que sus suposiones sobre la fragilidad de ese joven era completamente equivocadas, ya que ahora se enfrentaba a su ira.—¿Quieres eso? Respóndeme. Por qué puedo convertirte en la p*ta de la cárcel y convertir tu breve estancia en un infierno... aunque no creo que sacara demasiado por ti… no sería un buen negocio — el joven Ivanov se sacó el colgante con la R que llevaba en su cuello mostrándoselo abiertamente, al tirar de él para acercarlo hasta la letra colgada a la cadena que portaba — ¿O tal vez quieres esto? Lo que di
— No me importa perder dinero, pero no vas a subirte en esa maldita jaula.Russell no podía permitirlo, mucho menos podía aceptarlo, no podía soportar la idea de que otra vez volviera a repetirse el pasado, que Vladímir volviera a estar en peligro por su culpa.Pero más importante, no podía permitir que alguien más descubriera su secreto, su más grande debilidad.El ceño de Vladímir se frunció, ya no era un crío, mucho menos era uno de sus hombres. Ethan no podía ordenarle o decirle qué hacer.Por su mente pasaron miles de pensamientos en segundos hasta que por fin recobró la compostura y negó.— No eres mi padre, no puedes prohibírmelo y tampoco puedes pararlo porque ya lo anuncié, fuiste tú quien dijo que debía aprender a defenderme.No permitiría que logrars asustarlo, por lo que se acercó a enfrentarlo quedando a leves milímetros de su boca con gesto desafiante.— Y si llego a perder, que… No lo haré, ni se te ocurra parar el combate, solo yo puedo decidir mi suerte.— Si llegas a
— Me llevaré a Vladímir porque lo amo y se lo prometí — era la primera vez que le decía eso a alguien que no fuera el chico— él corre peligro, un peligro que no logras ver por el amor que tienes a ese imbécil que llamas hijo. — volvió a su posición alejándose del viejo, llevando la mano derecha al respaldo del auto, volviendo a entonar con sus dedos la misma melodía de antes.Esa que solo aparte del joven, parecía calmarlo y mantenerlo sereno, debía de estarlo. No podía perder el control por completo.Tras escuchar las palabras de Russell, pensó en una oferta que este no podría rechazar, ningún amor puede ser tan fuerte como para decirle que no a su imperio.—¿Cuándo era que los jóvenes podían beber en tu país? ¿21, cierto?— Al menos ganaría tiempo hasta que el americano se fijara en alguien más, conociéndolo, esperaba que fuera pronto — Es cuando realmente se les considera adultos allí verdad. El viejo respiró hondo y se quedó observando en silencio, luego asintió como si estuviera
Un extraño frío recorrió la espina dorsal de Vladímir al escuchar aquel gemido.Eso llamó su atención, algo no estaba bien. Nadie debería de estar ahí a esa hora, por lo que caminó con cuidado de no ser escuchado y lo que vio lo dejó todavía más frío.El corazón se le paró en el pecho y estaba seguro de que la sangre había parado de circularle por el cuerpo de un momento para otro. Lo que pasaba frente a sus ojos lo tenía en completo shock.Ahí, a unos pasos de él, se encontraba Ethan. Su Ethan, el mismo que había dicho que le amaba y que pondría el mundo a sus pies agarrando al mozo de cuadra del cabello mientras se empujaba en su interior con fuerza y lo hacía gemir.— Oh sí, Ethan... — decía el otro entre gemidos — ¿Quién me va a follar así cuando te vayas?Las palabras del estúpido mozo le ponía claro las cosas, lo que pasaba tras el marcharse, por eso la prisa en que él regresará a la mansión. Ahora todo tenía sentido.Vladímir pudo sentir el dolor de su corazón al romperse mi
—¿Desde cuándo?Preguntó Vladímir al joven trabajador de las caballerizas que seguía sin levantar la cabeza, con la mano metida en el bolsillo de su chaqueta, sujetando el arma.— Desde el primer día.Vladímir ya no podía sentir dolor, era demasiado para soportarlo, sacó la pistola, le sacó el seguro y sin ningún reparo o remordimiento disparó, en el centro justo de la frente del mozo.Russell le había dicho que debía enseñarse a disparar. Lo curioso era que él ya sabía hacerlo, ya sabía disparar, lo sabía desde muy pequeño, lo que no había tenido jamás ni creyó tener fue la suficiente sangre fría como para hacer lo que acababa de hacer. Quitarle la vida a alguien más sin tan siquiera pensarlo.Se dejó caer al suelo derrotado y se llevó el arma a la boca, «tres, dos, uno» contó en su mente y apretó el gatillo, pero el arma no se disparó y entonces el mar de lágrimas que ya eran sus ojos empezó a brotar con más fuerza.— ¿Ni siquiera puedo matarme, a gusto?—¿Desde el primer día qué? —
El mayor miedo Vladimir… Era también su mayor miedo y la peor de sus pesadilla.Una que por desgracia tenía muy presente, y que le hacía despertarse todas las mañanas con la respiración agitada y el cuerpo sudado desde la discusión con Ethan.Con la sensación de estar manchado y cubierto de sangre, sucio, mancillado por la rabia, los celos y la ira.Con todas esas emociones que lo convirtieron en un demonio años atrás. Precisamente dónde murió su inocencia y lo hizo enterrar al antiguo Vladímir.A ese que era bueno y confiado, junto al cuerpo sin vida de alguien que se le parecía, al menos físicamente, una persona que sin dudarlo en el pasado había derrumbado sus sueños y ayudado a romper su corazón, pero así como había ayudado a qué le rompieran su corazón, también había recibido su muerte de sus propias manos.Vladímir cada vez estaba más seguro de que ese día también debía haber sido el que dejara de respirar, pero el jodido destino se divertía pisoteando su corazón una y otra vez
Vladímir dio una respiración profunda y decidió no hablar, tenía un nudo en la garganta y otro en el estómago que parecían agrandarse y casi podía sentir como los hilos de ambos nudos se enredaban y hasta inundaban lentamente todo su cuerpo, todo él era un nudo de tristeza mezclada con rabia, de odio lleno de amor, de contradicciones y añoranza.— La vida aquí empezó a dejar de ser fácil desde el día que te encerraste en el gimnasio — fue lo único que mencionó el hombre de Russell.Dejando que el joven fuera consciente de todo a su alrededor antes de seguir guiándolo hacia el lugar donde tenía que llevarlo.No esperaba que el joven hablara, no necesitaba hacerlo, es más, prefería que no lo hiciera. Tenía cierta aversión por el joven, una que ni el mismo podría explicar, pero no importaba lo que él sintiera, por lo que no paro sus pasos hasta llegar justo al inicio de unas escaleras, lo empujándolo para que subiera hasta el final de estas.Llegando hasta una puerta metálica gris, las c
Vio como su hombre soltaba a reír tratando de levantarse tras el golpe que deformaba su atractivo rostro, camino hacia donde se encontraba para ayudarlo a levantarse.Sin embargo, pese a no querer sonreír, él también lo hacía al contagiarse de la risa de Bradley.— Será mejor que borres esa maldita sonrisa a menos que quieras que haga que tu rostro quedé peor —le hizo notar Russell al señalar su propia cara, señalando el lugar exacto donde se le notaba ya un morado y un tono rojo, la zona lastimada.Bradley llevo su mano hacia su rostro notando la hinchazón que empezaba a aparecer sobre su pómulo izquierdo.— Lo perderás, si no me dices lo que me acabas de decir. Por qué ese maldito crío ha perdido todo el deseo de pelear. No hay nada que lo motive y si sale así lo único que hará será ser una presa fácil.— No sé qué hacer...— Es curioso como puedes tener solución a casi todo, pero no saber qué hablar con él. Siempre logras voltear la tortilla o la situación ante todos tus enemigos,