Capítulo 2
—Alana, ¿estás bromeando? ¡Soy Jasper, tu novio! —respondió él, tomando mi mano nuevamente y esbozando una sonrisa forzada.

Pero, al ver mi mirada de terror, pensó que estaba fingiendo y su tono se volvió impaciente:

—Sé que estuvo mal empujarte al mar, pero no tienes que actuar así. ¿No ves que ya estás bien?

—¿Novio? ¡¿De qué hablas?! ¡Mi novio es Mateo! —exclamé, apartando su mano una vez más con brusquedad.

Acto seguido, me abracé a la almohada, como si fuera un escudo, mirándolo con ojos afilados y cautelosos. ¡No lo reconocía en absoluto!

—¡¿Qué?! ¡¿Quién dices que es tu novio?! —gritó Jasper, golpeando la mesita de noche con un puño, con los ojos inyectados de sangre.

Mateo Rivera era su archienemigo desde la infancia. Jasper siempre había perdido contra él y lo odiaba con toda su alma, por lo que ni siquiera podía soportar oír su nombre.

—¡No me toques! ¡No te conozco! —grité, asustada, al ver que Jasper se acercaba a mí, furioso.

Mi grito alertó al personal del hospital, y una enfermera, al ver mi rechazo hacia Jasper, lo sacó de la habitación, pidiéndole que esperara afuera.

El doctor me hizo una serie de exámenes y preguntas, antes de indicarme que descansara.

Jasper esperaba impaciente en el pasillo, por lo que, una vez todo se calmó, abordó al médico, sin rodeos:

—Doctor, ¿qué le pasa a mi novia? ¿Por qué no me reconoce? ¡Incluso dice que otro hombre es su novio!

—Probablemente, sufrió una conmoción cerebral que alteró sus recuerdos. La condición debería mejorar con el tiempo. Sin embargo, por el momento, evite alterarla —le aconsejó el médico.

Jasper no lo creyó. ¿Cómo era posible que solo me olvidara de él?

Apenas se fue el médico, irrumpió en mi habitación, me sujetó contra la cama y me increpó con ferocidad:

—¡Solo te empujé al mar! ¿Es necesario que finjas amnesia?

Las enfermeras, alertadas por el ruido, entraron corriendo y lo sacaron a rastras.

—¡¿Qué clase de novio eres?! ¡No la alteres más o nunca te recordará! —le advirtió una enfermera, mirándome acurrucada en la cama.

Jasper no le dio importancia. Quería ver cuánto tiempo podría yo mantener la farsa.

Poco después, llegaron mis padres. Jasper, temiendo que se descubriera que me había empujado al mar, ni siquiera les había avisado de mi hospitalización.

Aunque los Valderrama tenían una posición privilegiada en Veridia, mi familia también era influyente. Eso por no mencionar que el Grupo Valderrama necesitaba de la inversión de mi padre, y que yo era la arquitecta jefe del grupo.

Jasper necesitaba los recursos de mi familia y mis habilidades. Sin mí no podría lograr lo que se proponía.

—Señora, señor, miren a Alana. Actúa tan bien... Finge no conocerme e incluso me arañó el brazo —se quejó Jasper con mis padres, forzando una sonrisa.

Alarmados, mis padres se alarmaron corrieron hacia mi habitación y, señalándose, preguntaron:

—Alana, ¿nos reconoces?

Temían que también los hubiera olvidado.

—Papá, mamá, ¿qué están diciendo? ¿Cómo podría no reconocerlos? —respondí con una sonrisa, notando su preocupación.

Ambos suspiraron aliviados, y. al ver mi rostro pálido y demacrado, sus ojos se llenaron de compasión.

— Alana, el médico nos dijo que casi te ahogas y que les costó reanimarte. ¿Acaso no le temes al agua? ¿Por qué fuiste al mar? —me preguntó mi madre, acariciándome la mejilla.

Sin embargo, antes de poder responderle, no pude evitar gritar y esconderme detrás de ellos, al ver a Jasper.

—¡Papá, mamá, este hombre está loco! ¡No dejen que me toque!
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