Capítulo 3
—Te equivocas, yo no...

Pero él agitó una mano, sin escucharme.

—Tengo prisa, ya me voy. Y mira, ya bájale a estos teatritos que te montas, que nomás dañan lo nuestro.

El portazo retumbó, llevándose consigo todo el ruido en la habitación.

Me quedé ahí ensimismada un buen rato; una sonrisa amarga se dibujó en mis labios. «Ricardo, ¿cuál relación? ¿Y todavía hablas de desgastarla?»

En otro tiempo, su confusión me habría revuelto el estómago y quitado el sueño. Ahora, logré serenarme bastante rápido.

Seguí revisando los detalles de la boda que me había mandado mi mamá.

Justo antes de cerrar WhatsApp, por curiosidad abrí las notificaciones de Instagram. Vi que Ricardo, que nunca publicaba nada, había subido algo nuevo.

[Eres tan maravillosa que la única forma de estar tranquilo es casarme contigo y tenerte a mi lado.]

La foto era solo de Verónica, y junto a ella, la invitación a su boda.

No pasó ni un minuto cuando un amigo en común comentó:

[Richi, ¿así de la nada cambiaste de novia? ¿Tan rápido?]

Ricardo borró la publicación al instante, pero al poco rato apareció en el perfil de Instagram de Verónica.

Justo después, me entró una llamada de Ricardo.

En otro momento, habría tomado captura de pantalla, guardado todo y le habría llamado de inmediato para reclamarle. Seguro habríamos terminado peleando a gritos.

Pero esta vez, dejé que sonara hasta que colgó.

Fue raro. Al ver eso, no sentí una gran tristeza. Quizás ya estaba anestesiada.

Lo primero que pensé fue que la fecha de su boda era el mismo día que la mía. Qué casualidad.

...

Cuando Ricardo llegó a casa, yo ya estaba dormida.

Entró sin hacer ruido y se acercó a mi cama.

—Eli, ¿estás dormida? Te marqué, ¿por qué no contestaste?

Seguía de espaldas a él.

—Me quedé dormida, no oí el teléfono —respondí, sin ganas.

Ricardo soltó un suspiro de alivio. Se inclinó hacia mí y acercó la mano para tocarme la frente.

—¿Sigues con fiebre?

En cuanto se acercó, el olor dulzón y penetrante a perfume de mujer que traía impregnado me revolvió el estómago. Tuve que contener el reflejo de vomitar.

Instintivamente me hice a un lado para evitar que me tocara.

Su mano quedó suspendida en el aire. La sorpresa se dibujó en su cara.

—Eli... —dijo, como sondeándome—, ¿viste algo?

Me tapé hasta la cabeza con las cobijas y respondí con la voz ahogada:

—No. Es la gripa, me siento mal. Déjame descansar.

...

Dormí de corrido hasta la mañana siguiente. Por fin me sentía un poco mejor.

Me animé y empecé a empacar mis cosas, borrando poco a poco cualquier rastro de mi presencia en esa casa.

Fue entonces cuando me di cuenta de la cantidad de detalles de pareja que había comprado. Al principio, Ricardo y yo las usábamos juntos, pero quién sabe cuándo terminaron olvidadas en un rincón, acumulando polvo.

Metí todas esas cosas inútiles en bolsas y las tiré a la basura.

Quedaba un álbum. Contenía fotos de nuestros viajes, postales que juntábamos, boletos de autobús de cuando vivíamos separados y las cartas que Ricardo me escribió.

Ese álbum guardaba todos nuestros recuerdos juntos.

Pero desde que apareció Verónica, no habíamos agregado ni una sola foto más.

Justo cuando Ricardo entraba, estaba echando el álbum al fuego de la chimenea. Se abalanzó como loco hacia las llamas y, a la fuerza, sacó el álbum chamuscado.

Sin importarle el dolor de la quemadura en la mano, me encaró, furioso:

—¿¡Estás loca!? ¿No sabes lo que significa este álbum para nosotros? ¿¡Por qué lo quemaste!?

Ricardo casi nunca me levantaba la voz. Era la primera vez que me gritaba así.

La preocupación en sus ojos parecía genuina, pero también era cierto que me ocultaba que iba a casarse con otra.

No quería pelear, así que dije cualquier cosa:

—Le salió moho, tenía bichos. Ya guardé todo lo de adentro, luego hago otro.

Al oír eso, pareció calmarse.

Mientras le ponía pomada en la quemadura, Ricardo se me quedó viendo y de pronto dijo:

—Eli, te he notado rara últimamente, ¿el trabajo te tiene estresada? Te reservé un viaje, algo especial solo para ti. Para que salgas y te distraigas un poco.

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