Capítulo 2
Ricardo parecía estar demasiado ocupado últimamente, tanto que hasta se le olvidó mi cumpleaños.

Pero, la verdad, ya me daba igual.

Como si de pronto se hubiera acordado, quiso compensarme y consiguió boletos para el musical que tanto tenía ganas de ver.

La temporada estaba por llegar, era casi imposible conseguir entradas y yo no había podido. Por eso, cuando Ricardo me dijo que tenía boletos y me invitó, acepté.

Pero el día de la función, él nunca llegó. En cambio, vi que Verónica Méndez presumía unos boletos en Instagram.

[Qué rico venir a un concierto así de último momento. ¡Es lo máximo tener a alguien que te sigue en todas tus locuras! 😉]

Aunque no se veía quién era, la cicatriz de la mano que salía en la foto… lo delataba. Supe al instante que era de Ricardo.

Esa cicatriz se la hizo salvándome, años atrás.

De pronto, me sentí como una payasa.

Mientras yo me empapaba afuera del auditorio, preocupada por si le había pasado algo, él y su asistente estaban muy cómodos en la zona VIP, viendo el concierto.

La lluvia helada me golpeaba la cara, y sentía cómo me calaba por dentro, apagando algo en mí poco a poco.

En eso, me llegó un mensaje de mi mamá por WhatsApp. Me decía que la boda sería en dos semanas, pero que si me parecía muy pronto, podíamos aplazarla.

Negué con la cabeza.

—No, mamá. Así está bien.

El aguacero tenía paralizada la ciudad; estuve esperando un buen rato, pero no conseguía transporte.

La llamada de Ricardo por fin entró, bastante tarde.

—¿Dónde andas? ¿Por qué no estás en casa?

Mi voz ya no tenía ninguna emoción.

—Estoy en el Auditorio Insurgentes.

Pareció hacer memoria y se quedó callado un momento.

—Perdón, tuve algunas complicaciones en el trabajo. Espérame ahí, voy por ti.

No le dije que no, pero sabía perfectamente que no iba a venir.

Y dicho y hecho. Al instante, Verónica volvió a publicar en Instagram:

[Le dio miedo que me resfriara con la lluvia y me preparó un té de manzanilla él mismo 🥰 ¡Un hombre que cocina es lo mejor del mundo! #YaMeVi #Goals]

La foto que acompañaba el post mostraba a Ricardo de espaldas, cocinando.

Apenas la vi, cerré la aplicación, tranquila.

Tanta lluvia terminó pasándome factura: me dio gripa y fiebre.

Con la excusa de no contagiar a Ricardo, me quedé en el cuarto de huéspedes.

Contra todo pronóstico, Ricardo dejó el trabajo y se quedó en casa solo para cuidarme.

Pero su presencia me resultaba extraña, incómoda.

—Es solo una gripa, Ricardo. Ya estoy grande, puedo cuidarme sola. Mejor vete a trabajar.

Se me quedó viendo extrañado un buen rato.

—Antes te encantaba que me quedara contigo cuando te enfermabas. ¿Por qué andas tan rara hoy?

Bajé la mirada, escondiendo cualquier emoción, y dejé ver una sonrisa forzada.

—Es que antes era muy inmadura. Ya no.

Ricardo me miró, preocupado.

—Eli, ¿segura que estás bien?

—Sí, sí, estoy bien. Ya, ya, vete.

Seguía pensando que algo en mí no cuadraba, pero no sabía decir qué. Solo pudo mirarme fijamente un instante más y suspiró.

—Bueno, descansa. Cualquier cosa, me llamas.

Cuando se fue, solté el aire que estuve conteniendo. Me volví a acostar y me quedé dormida.

Al despertar, vi que mi mamá me había mandado los detalles para la boda por WhatsApp.

Junto con eso, fotos de como diez vestidos de novia para que escogiera uno.

Estaba viendo las fotos sin mucho interés, abriendo alguna para verla mejor… tan enfocada estaba en eso que ni cuenta me di cuando Ricardo entró de repente.

Me arrebató el celular y lo aventó a un lado, se veía muy molesto.

—¿Qué haces viendo vestidos de novia?

Pensé que ya se había enterado de que me iba a casar y decidí que era momento de decirle la verdad.

Pero lo que dijo después me hizo ver lo ridículo que era siquiera pensarlo.

—Elena Rodríguez, ¿me estás queriendo presionar para que nos casemos? Ya te dije que sí me voy a casar contigo. No tienes que andar con estas indirectas bobas para recordármelo, solo te hacen ver desesperada.

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