Ser padres y amarnos

Fernando

Luego de este delicioso asado y la llegada repentina de mis suegros a la mansión, aquí estamos con nuestros hijos enseñándoles a nadar. Honestamente esto me hace acordar cuando Noelia era un bebé y la sumergíamos en la piscina, he instintivamente ella nadaba sin temor alguno, pero ahora con siete años ya no es lo mismo, los temores han llegado a su pequeña vida y aunque es muy valiente como su mamá, el agua hace que se aferre a mí a pesar de que tiene un flotador alrededor de su cintura.

Mi esposa nos observa junto a mi suegra y aunque han pasado muchos años, aun no me hago a la idea de llamar a la señora Emma suegra. Lo hago porque ya está cansada de escucharme pronunciar su nombre en vez de suegra, con Víctor es más fácil, se perfecto que es el padrastro de mi esposa y ni que decir de mi terremoto, ya es toda una señorita a punto de terminar su carrera… eso sí, nadie me quita el puesto de ser su cuñado favorito, aunque no tiene más. Ella continua diciendo, que Damelis se ganó la lotería conmigo, cuando en realidad, yo soy el privilegiado de tener una esposa como ella.

Le tomo la mano a Noelia y así la voy paseando de apoco en esta piscina, sus piececitos van haciendo movimientos mientras sus manos aletean lo suficiente, para hacer que en su carita aparezca una sonrisa que me hace derretir de amor, y es que no hay cosa más importante para mí, que la felicidad de mis hijos y su mamá… por mi tendría otro más, para completar los cuatro y quien quita, un quinto o tal vez un sexto… de eso me tocaría convencer a mi amada esposa y bien que se cómo hacerlo. Aun me sigue enloqueciendo ese cuerpazo que se manda y ese pelero negro, la hace ver mucho más atractiva que cuando la conocí.

—¡Mi vida! —Escucho su voz y sonrió al ver cómo se va quitando la salida de baño, la deja en la mesita y camina muy sensual hacia mí, como si viniera desfilando en una pasarela «definitivamente me vuelve loco esta mujer».

Acomoda su cabello a un lado y se agacha para mirarme fijo —La niña ha estado mucho tiempo en el agua, está llegando la brisa y no quiero que se nos vaya a enfermar —Me hace saber con esos labios que me quitan hasta el aliento.

—¡No papito! ¡Yo no quiero salirme del agua! —Se queja Noelia interrumpiendo la manera como me derrite su mamá.

—Princesa tu mamá tiene razón, hace días tuviste un resfriado y dijiste; nunca más me quiero volver a sentir así, ¿Te acuerdas? —Pregunto imitando su voz y asiente.

—¡Si!… pero yo quería seguir nadando —Dice frustrada.

—Lo se… mi amor chiquito… te prometo que volveremos a repetir este día, de momento toca hacerle caso a la mamita —Le digo y finalmente le extiende sus brazos a Damelis para que la saque de la piscina.

Con cuidado la levanto, hasta que coloca los pies en el piso y mi esposa le quita el flotador para lanzarlo a la piscina.

—¡Fernando! ¡¿Una tirada de brazos?! —Me reta adrián desde otro Angulo y acepto.

Me sumerjo en el agua, como hace mucho tiempo no lo hacía y empiezo a nadar como un pez. Estas competencias las realizábamos en la época de la universidad en Columbia, así que aceptar este reto es como si el tiempo no hubiese pasado para los dos. Lo veo debajo del agua y noto que no solo los años me están cobrando factura a mí. Sigue más lento de lo habitual, tal vez ya no tengo los mismos diecisiete años, pero a mis treinta y cinco aun le sigo llevando mucha ventaja.

—¡Gane! —Grito al tocar el piso con mis manos y ambos nos reímos.

—Sigues siendo el mejor en esto… ¡salgamos de aquí! —Me dice y de inmediato salimos del agua. Tomamos nuestras respectivas toallas para secarnos el cuerpo, miro mi móvil y en efecto ya son las cuatro de la tarde, hora en que la brisa empieza hacer de las suyas.

Luisa que se encuentra en la mini piscina con los niños, los va sacando uno a uno para que se sequen y suban a los cuartos para cambiarse, mañana es día de escuela y trabajo en la empresa.

—¡Alejandro!… te cambias en al cuarto de Diego allí están tus cosas —Le hace saber mi esposa mientras termina de secarle el cabello a Natalia. Le envuelve la toalla y voltea para mirarme.

—Mi vida subiré con los niños —Me dice y toma a la pequeña Natalia en sus brazos.

—C′est bien (Esta bien) —Respondo con una sonrisa y le guiño el ojo al ver lo atractiva que se ve.

Camina con nuestros niños mientras yo me quedo observando cada detalle de su cuerpo, por ahí dicen que cuando se tiene hijos la vida en pareja empieza a ser diferente, ya no tienes las mismas ganas de hacer el amor, como lo hacías en el comienzo de la relación, y la llama de la pasión se va apagando poco a poco, hasta llegar un punto donde deseas buscar, lo que te hace falta en otro lugar.

Quizás hemos escuchado muchas veces el mismo tema, pero con Damelis todo ha sido distinto, el ser madre le ha hecho florecer esa belleza que permanece intacta para mis ojos, y podría decir, que cada día me enamoro más de ella. Tal vez el resto de los matrimonios no han entendido que todo es una etapa, y mientras más tiempo pasas con la persona que amas, más aprendes a valorar ese tesoro que te regalo la vida y que necesitas enamorar día tras día. La relación en pareja no solo depende de una persona si no de dos y en estos momentos considero que estoy disfrutando de lo mejor en mi matrimonio, ella me hace feliz, mis hijos me hacen feliz y por nada del mundo cambiaria lo que tengo seguro, por algo inestable.

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