Las palabras de Mariana eran hirientes, pero Ximena le respondió con un tono sereno.—Mari, sé que has estado de mal humor últimamente, ¡sensible! Admito que fue mi error, no debí ser descuidada al hablar y no considerar tus sentimientos.Mariana resopló fríamente.—¡Qué error podrías haber cometido
—Yo pensaré en más formas de ayudarla a resolver el problema en línea. Ayúdame a ver cómo está cada día, tal vez sea más receptiva contigo.—No te preocupes, la cuidaré por ti.Ximena y Andrés conversaron un rato y se tomaron dos cervezas antes de ir a la habitación para ver a su padre adoptivo, Fer
Ximena observaba a Lisandro con una mirada helada, como si una navaja cortara la carne de Lisandro. Él, sintiendo un nudo en el pecho bajo esa mirada, estaba a punto de explicar, cuando inesperadamente Lluvia, también presente en Nubiazura, tomó la palabra.—¿Qué hacen aquí a estas horas?En medio d
—¿Eres... eres tú, Cristo?—¿Cristo? —Autem se sorprendió—. Mi nombre español es Cristóbal, pero nadie me ha llamado Cristo.—¡Soy yo, Clarisa! —Clarisa, emocionada, dijo—. ¿Me recuerdas? ¡Clarisa Sutton!Autem examinó a Clarisa de arriba abajo, pensativo, y luego negó con la cabeza.—No la conozco.
El corazón de Ximena se inundaba de dulzura, como si estuviera sumergido en miel. Sus brazos blancos como el loto se enredaban alrededor de la robusta espalda del hombre, mientras de sus labios brotaban palabras entrecortadas.—Tú solo debes tenerme a mí en tu corazón, no puede haber otra mujer, —di
Lluvia se paró nerviosa frente a la Parrilla Sonrisa de Encuentro. Autem había regresado al país no solo para inaugurar una exposición de arte, sino principalmente para buscar su pasado.Más de veinte años atrás, Autem había sufrido un accidente de coche y cayó al río, siendo rescatado por un barco
Lluvia se sintió tan conmocionada que casi pierde el equilibrio, preguntando apresuradamente.—¿Y... los niños, dónde están ahora?Clarisa sonrió.—¡Eso ya no lo sé! Han pasado muchos años desde que ella y sus tres hijos nos visitaron. Solo tengo un vago recuerdo de ellas.—¿Pero... cómo se llama es
En la lápida había una foto antigua, desgastada por el tiempo, casi irreconocible.Ximena, sosteniendo la mano de Lisandro, sonrió y le presentó a su madre.—Mamá, este es mi esposo, él es muy bueno conmigo. En poco tiempo, traeré a mis tres hijos para que te conozcan.—Ahora soy muy feliz y tengo u