—¿Eres... eres tú, Cristo?—¿Cristo? —Autem se sorprendió—. Mi nombre español es Cristóbal, pero nadie me ha llamado Cristo.—¡Soy yo, Clarisa! —Clarisa, emocionada, dijo—. ¿Me recuerdas? ¡Clarisa Sutton!Autem examinó a Clarisa de arriba abajo, pensativo, y luego negó con la cabeza.—No la conozco.
El corazón de Ximena se inundaba de dulzura, como si estuviera sumergido en miel. Sus brazos blancos como el loto se enredaban alrededor de la robusta espalda del hombre, mientras de sus labios brotaban palabras entrecortadas.—Tú solo debes tenerme a mí en tu corazón, no puede haber otra mujer, —di
Lluvia se paró nerviosa frente a la Parrilla Sonrisa de Encuentro. Autem había regresado al país no solo para inaugurar una exposición de arte, sino principalmente para buscar su pasado.Más de veinte años atrás, Autem había sufrido un accidente de coche y cayó al río, siendo rescatado por un barco
Lluvia se sintió tan conmocionada que casi pierde el equilibrio, preguntando apresuradamente.—¿Y... los niños, dónde están ahora?Clarisa sonrió.—¡Eso ya no lo sé! Han pasado muchos años desde que ella y sus tres hijos nos visitaron. Solo tengo un vago recuerdo de ellas.—¿Pero... cómo se llama es
En la lápida había una foto antigua, desgastada por el tiempo, casi irreconocible.Ximena, sosteniendo la mano de Lisandro, sonrió y le presentó a su madre.—Mamá, este es mi esposo, él es muy bueno conmigo. En poco tiempo, traeré a mis tres hijos para que te conozcan.—Ahora soy muy feliz y tengo u
Rebeca golpeaba sin cesar la ventana del coche, llorando y suplicando que Ximena bajara para verla. Ximena se aferraba a sus manos con fuerza. Solo había regresado hace tres días, y Rebeca ya estaba sorprendentemente bien informada. Lisandro le echó un vistazo a Ximena, arrancó el coche y se dirigió
—Todo fue idea de mi madre... no era mi verdadera intención... no quería engañar a Andrés.Rebeca, agarrando el brazo de Ximena, sollozaba y suplicaba que le diera la dirección de Andrés para poder disculparse con él en persona.Ximena apartó lentamente la mano de Rebeca.—¡Basta ya! Una mentirosa e
Víctor, con su cabello desordenado y canoso, se quitó los lentes que colgaban en su nariz y se frotó los ojos para despertar. Era evidente que había pasado varias noches en vela, estrujándose el cerebro por su guion. Se decía que la nueva serie de Víctor ya estaba en producción. Yazmin había estado