Las lágrimas de Ximena cayeron sin poder contenerlas. Lisandro no dijo nada durante unos segundos, solo se escuchaba su respiración en la línea telefónica. Luego, con una voz profunda, pronunció tres palabras:—Confía en mí.Ximena asintió repetidamente. Por supuesto que confiaba en él, siempre le b
Ximena se encontraba bastante cómoda en la nueva celda individual que le habían asignado. Tenía un celular con el que podía comunicarse con el exterior. La primera llamada que hizo fue a Mariana. Al otro lado de la línea, su amiga lloraba sin cesar.—Ena, por favor, resiste. ¡No confieses nada! Esta
—Aquí, las personas que estamos retenidas temporalmente, podemos evitar ser molestadas, pero hay una regla.—¿Qué regla? —preguntó.—Llevar un mensaje a nuestras familias cuando salgas, en nuestro nombre. Que veas cómo están. —respondió.Ante la oportunidad de resolver asuntos pendientes con una son
—¡Fue por culpa de Elena! A mi hermano no le agradaba, pero siendo ella la hermana de Carlos, no le gustó ver cómo la trataban. ¡Es obvio que se enojó con mi hermano! —alegó Sofía. Teresa agitó su mano.—No es así.—Entonces, ¿qué pasó? —Se acercó a Sofía y suspiró antes de hablar. —Hace años, él
Rebeca, sabiendo que esa mujer no era fácil de tratar, titubeó un poco y luego relató lo ocurrido aquel día. Griselda, al enterarse de su relación con su esposo y que Amado era hijo de José, había llegado con sus secuaces y armó un gran escándalo. No solo golpeó a Rebeca, sino que sus padres, María
Ximena no dijo nada, se dio la vuelta y caminó hacia un lugar sombreado para sentarse. Finalmente, podía salir a respirar aire fresco y mirar al cielo. Lamentablemente, el cielo dentro de los altos muros era solo un pequeño fragmento. Era como un pájaro encerrado en una jaula, asfixiante. Al ver que
Mariana y Teresa habían pasado dos días en el hospital y aún no encontraban testigos que hubieran visto a aquella mujer. Era muy tarde cuando ocurrió y la mujer había salido por la puerta trasera, por donde usualmente no pasaba mucha gente. Parecía que esta pista iba a resultar en un callejón sin sa
Bianca estaba decidida, ese día estaba resuelta a acabar con la vida de Ximena. Afortunadamente, Ximena llevaba consigo algunos hisopos de algodón afilados en su bolsillo. Agarró los hisopos y apuñaló con fuerza la mano de su atacante, haciendo que el cuchillo cayera al suelo.La mujer, soportando e