—Te dejé claro que tengo esposa e hijos, que no podía ofrecerte nada más. No quería que arruinaras mi reputación. Tú dijiste que no te importaba, que no interferirías en mi vida y que no me acosarías.—Y ciertamente, no dejarías que se afectara mi reputación. ¿Y ahora? ¿Vienes con tu panza a pedirme dinero y responsabilidad?—Señor Rodríguez, ¡no es lo que piensa! Nunca imaginé que... —Rebeca, con lágrimas en los ojos, parecía perdida.En verdad, nunca había imaginado que los días «seguros» n
Rebeca retrocedió, respirando entrecortadamente.—¿Cómo puedes decir eso? ¡El niño ya casi tiene ocho meses! ¡Es una vida! ¿Cómo puedes ser tan cruel para pensar en acabar con la vida de tu propio hijo?José, ya perdiendo la paciencia, respondió con tono firme: —Te he dicho que no seguramente es mío. ¿No es cierto que tú y Andrés pensaron en abortar cuando pedían una casa? ¿Temías que no fuera de Andrés y querías terminar con ello para evitar miedos y enredos? Sería lo mejor para todos.—¡Eso
Riendo suavemente, Andrés le secó las lágrimas y le respondió: —Si tienes antojo, yo te los hago. ¿Qué sabor prefieres?Abrazando fuertemente a Andrés, Rebeca continuó llorando: —Ya no quiero comer, solo quiero ir a casa, snif, snif...—Bien, vamos a casa —asintió Andrés mientras ayudaba a Rebeca a subir al carro. Con cuidado, le puso el cinturón de seguridad y le ofreció pañuelos para que se secara las lágrimas.Mientras tanto, Ximena se quedó paralizada observando desde lejos. Esperó a que
Andrés parpadeó sorprendido: —¿Xime, conoces a Mateo?Ximena también estaba desconcertada: —¿Hermano, tú también conoces a Mateo?Mateo miró a Ximena con asombro: —¿Tú sabes quién soy?Los tres se miraron fijamente, intentando entender la situación.Solo entonces Andrés comprendió que Ximena ya sabía sobre el hijo de Lisandro.Y Ximena recién se enteró de que Mateo era el que había rescatado a Andrés de el pueblo Salazar.¡Eran los hombres de Mateo quienes lo habían ayudado!Andrés bajó a
Ximena tuvo el impulso de acariciar la cabecita de Mateo, pero al levantar su mano, dudó y la dejó suspendida en el aire.Lisandro jamás hubiera imaginado que Ximena y Mateo se llevarían tan bien.Felicia, temiendo que Lisandro regañara a Mateo, corrió hacia él, levantando su pequeña carita y tomando la mano de Lisandro suplicó:—¡Tío, por favor, perdona a mi hermano! ¡Él no se escapó, solo vino al kínder a buscarme!—¡Fui yo quien lo trajo a casa!—Si vas a regañar a alguien, ¡hazlo conmig
Felicia lamía sus labios, mirando con ojos suplicantes a Lisandro, y susurró muy bajo: —Yo también quisiera dormir junto a ti, tío.Desde hacía tiempo, ella había deseado dormir junto a su tío para que le contara cuentos antes de dormir, pero antes no había tenido el valor de decirlo.Esa noche, su hermano iba a dormir con el tío y, motivada por el deseo infantil de no quedarse atrás, quiso unirse.Mateo abrazó fuertemente a Lisandro y exclamó: —¡No! ¡Él es mi papi!En este punto, Mateo ya v
—Me contó que te chantajeó para casarse contigo porque te salvó la vida. Me pidió que no te culpara por todo —Mateo compartió.Lisandro sabía que Ximena había intentado proteger la relación entre él y su hijo al cargar con toda la responsabilidad.—¿Y te dijo algo más? —inquirió Lisandro.—Me explicó por qué se casaron y por qué pronto se divorciarán —Mateo respondió.Eso sonaba tanto a Ximena.Siempre siendo honesta, tratando a los niños como adultos, sin mentiras ni engaños.—Me dijo que
Lisandro no quería admitirlo, pero parecía haber desarrollado sentimientos por Ximena.Y los sentimientos eran algo con lo que jamás quiso involucrarse en su vida.Decidió primero sondear las intenciones de Ximena.Sin embargo, la respuesta de Ximena lo dejó desilusionado.—¿Cómo podríamos no divorciarnos? Lo acordamos, ¡tenemos que divorciarnos! —Ximena se levantó para recoger los platos, evitando que Lisandro viera las lágrimas en sus ojos.Si hubiera sido antes, cuando no sabía que Lisan