Vi contenta como Dominika se comía el cubito de zanahoria. Cualquiera diría que no era mucho, pero para mí, que no la había visto desde que nació, aquella imagen se convirtió en un recuerdo que atesoraría en lo más profundo de mi mente. Le sonreí.Levantó la cabeza, encontrándose con la intensa mirada de Alexey, quien las veía de una manera en que nunca creyó que pudiese mirar a nadie: Como si fuesen el tesoro más preciado del mundo. No dudaba que pensara de esa forma sobre su hija, jamás lo haría.Pero… ¿Sobre ella? Eso si que era algo improbable. Más, sin embargo, ahí continuaba, observándolas con esos ojos verdes que la desarmaban. De repente sintió la garganta seca y tuvo que ir al fregadero a por un vaso de agua. Sentía la respiración pesada.—¿Quieres ayudarme a cocinar? —le preguntó a Dominika mientras se limpiaba las manos en el delantal. Hacía rato que la había pescado analizando todos los pasos.La niña se veía emocionada, así que buscó rápidamente un delantal para ella en c
—¿Y qué te parece? —le pregunte a Dominika al ver que se llevaba una nueva cucharada del platillo a la boca. —¿Está bueno o no? —inquirí cortando un trozo para mí.Habíamos puesto la mesa lo más rápido que pudimos. Al parecer los tres estábamos ansiosos por comer, incluso yo, que había desayunado no hace mucho y todavía faltaban al menos dos o tres horas para almorzar apropiadamente. Nos quedó muy linda y elegante.—Está deliciosa. —respondió saboreándose los labios. —Nunca había probado algo tan increíble, en el internado no suelen preparar esto. —dijo viéndose muy indignada.Vi que Alexey la observaba con una enorme sonrisa en el rostro. En nuestras charlas sobre ella me comentó que desde pequeña la crio para que le dijese todo lo que le desagradaba. Y que le hiciera saber si algo no era de su agrado para cambiarlo de inmediato.—¿Qué cocinan en tu escuela? —pregunte mientras la veía limpiarse los labios delicadamente con la servilleta. Tenía clases de etiqueta y protocolo regularme
Dominika no dudo ni un segundo en subirse a la cama con sabanas turquesa que había preparado para ella. Pronto estuvo tan sumida en la comiquita que ya ni siquiera nos prestaba atención. Me quede observándola durante varios segundos debajo de la puerta.—Tu padre y yo estaremos en el primer piso, cualquier cosa nos hablas. ¿De acuerdo? —interrogue viendo que se echaba el cobertor encima y acomodaba la cabeza.—Si, pueden retirarse. —dijo despachándonos con un movimiento de mano demasiado exagerado para ser en serio. Alexey le dejó un último beso en la frente.Ambos salimos de la habitación de Dominika, dejando la puerta abierta detrás de nosotros y bajamos las escaleras. No habíamos llegado a la sala, cuando sus manos ya estaban de nuevo en mi cintura, estampándome contra la pared. Sus labios presionaron sobre los míos. No dude al momento de pasar mis brazos alrededor de su cuello, riendo.Nuestras bocas volvieron a juntarse como siempre lo hacían, sedientas la una por la otra. La len
Alexy y Dominika pasaron todo el día conmigo. Según el Boss, había pedido un permiso especial en la escuela para que le permitieran salir. Lamentablemente solo duraba 24 horas y ya mañana debía marcharse. Me entristecia no poder verla hasta sus próximas vacaciones.—Siempre es placer verte, Dominika. —dije haciéndole una pequeña reverencia. La niña rió ante mi fallido intento de parecer graciosa.—Espero poder venir seguido. —admitió riendo. Examinó rápidamente mi gesto, por lo que vi, le hacía bastante gracia. Sus ojos chispearon.Aún así lo devolvió, divertida. Su padre estaba detrás de ella, luciendo igual de serio que siempre. Habíamos hablado poco se nuestra situación y realmente todavía quedaban muchas cosas pendientes, pero discutimos lo importante:Dominika.Llegamos a la conclusión de que, de momento, no le contaríamos la verdad. Esperaríamos que pasarán unos meses. Primero debía acostumbrarse a mi presencia y que me viese como una amiga. Alexey había discutido en ese punto,
El vuelo fue bastante tranquilo, aunque tardó más de lo que esperaba. Aún contamos con tiempo de sobra, pero no me gustaba no ir con el cronograma que había planeado. Mientras más me quedara en San Francisco, mayores oportunidades habían de que me descubrieran.—La comida estaba rica, aunque demasiado salada para mi gusto. Espero que para la próxima mejoren. —Le dije a la azafata antes de bajarme.Kira me iba por delante de mí, siendo sostenido por una correa. Seguramente el Boss extrañaría a su mascota, lo cuál era bastante triste. Aparentemente el minino ahora me prefería a mí. No sabía si la mujer me lanzaba miradas de odio o no. Lamentablemente para ella, prefería que me odiara, así tendría una excusa para echarla cuanto antes. Baje del jet, una brisa cálida me golpeó en cuanto lo hice. Era un clima bastante agradable en comparación con el extremo frío que hacía en Rusia. Lo había extrañado bastante.—¿Saben dónde están los objetivos? —pregunté dejándome caer dentro de la camione
—Seño... Koroleva. —dijo Olivia corrigiendo rápidamente al ver la mirada que le lanzaba su esposo. —No quiero que piense que somos unos desagradecidos, pero...—¿Pará qué nos ha llamado? —preguntó Daniel interrumpiendo a la mujer, quien simplemente asintió, mostrándose de acuerdo con él. Una risa tintineante salió de mis labios, llamando la atención de los que me rodeaban, quienes quedaron viciados con el sonido. Justo lo que buscaba. Me aparte un mechón de cabello plateado del rostro y observé con atención a la pareja. Esboce un ligera sonrisa, interesante.—Dígame que... Un pequeño pajarito me contó que están pasando por problemas de dinero. —exclame bebiendo un trago de la copa que me dejaron en frente. La pareja abrió los ojos como platos, seguramente pensando cómo carajos había logrado enterarme de eso. Sus mejillas de tornaron rojizas a causa de la vergüenza y el calorcito de la satisfacción, se instaló en mi estómago. Esta noche sería realmente esplendida, no me cabía duda.A
Nunca pensé que extrañaría tanto volver a Rusia. En todos estos años lejos jamás lo había deseado y ahora no esperaba la hora de aterrizar. A mi lado, Kira soltó un delicado gruñido. Era evidente que él pensaba lo mismo.Lo más probable es que estuviese muy acostumbrado al clima del país y ya lo extrañaría. No estaba echo para el calor extremo que había en San Francisco. Desde que salimos del club mis hombres se desvivieron por él.Le traían cada dos horas botellas con agua, lo refrescaban un poco y también le daban de beber. Era algo explicable, nadie se atrevería a hacerle daño a la mascota del Boss. Y si lo pensaban, mejor que estuviesen preparados para las consecuencias que acarrearía tal decisión. No buenas.—¿Te sientes bien, amigo? —le pregunte sobándole el pelaje.Desde que nos montamos no se había alejado ni un segundo de mí. Incluso me arriesgaría a decir que se comportaba de un modo consentido. Bien decían que cada animal de parecía a su dueño. Ahora lo comprobaba en serio.
—Aun así, te expusiste al peligro viajando sola a otro país. —Rodé los ojos, ya empezábamos. —Para la próxima avisa y voy contigo. —aseguró. Por la forma en que habló, era evidente que daba por terminada esta discusión.Aparentemente a estas alturas todavía no tenía ni idea, de con quién se había casado. Ahora que me daba cuenta, nuestras discusiones siempre tenían lugar en esta camioneta. Aunque recordando la última vez que paso…Bueno, no podría llamarlo precisamente una “discusión”. Fue más un intercambio de opiniones, que terminó con sus dedos dentro de mí. No que me queje, pero trato de ser objetiva con la cronología de los sucesos pasados.—Claro que no estaba sola, los voyeviki me acompañaron todo el tiempo. —respondí entre dientes. Escuché como Alexey gruñía a mi lado y no pude evitar la expresión de triunfo que se instalo en mi cara. —Vas a envejecer.El Boss estaba mirando por la ventana, tratando de calmarse para no seguir con esta conversación. Pero en cuanto dije eso, su