—¡Cuidado! —grite cuando dejó caer una de las cajas en mi habitación. —Maldita sea, Alexey. —inquirí acercándome hacía el lugar. Aquello contenía un par de cosas frágiles dentro. —Solo espero que no hayas roto nada o tendrás que pagármelos. —gruñí enojada.Abrí las solapas inmediatamente. Sentía la mirada inquisitiva del Boss sobre mí. Solté un suspiro relajado al ver que todo estaba en perfecto estado. Saque las lámparas, junto con los pequeños jarrones y las luces cableadas. Estas últimas ni siquiera recordaba haberlas comprados. Evidentemente fueron una compra totalmente innecesaria.—¿Acaso tienes dieciséis años? —preguntó Alexey detrás de mí. —¿Por qué coleccionas tanta basura empacada? —Lo fulmine con la mirada. Ya era hora que terminase con sus estúpidas preguntas. Esperaba que captase por completo el mensaje.—No recuerdo haber pedido tu opinión con respecto a mis gustos en decoración de interiores. —conteste de forma sarcástica. El Boss bufó, pero termino agachándose a mi lad
—¡Cadera arriba! —grita Mijaíl tomándome del brazo y haciéndome una palanca. —Debes estar atenta a cada uno de mis movimientos. —afirmó rabioso. —Llevamos bastante tiempo en esto como para que lo tengas dominado. —Me recordó empujándome hacía adelante. El movimiento tan repentino hizo que cayera de rodillas en el suelo.No tarde mucho en sentir la sangre escurriendo en mi boca. Tosi un poco e intente volver a levantarme. Mi cuerpo resintió el golpe y no pude contener el quejido que salió.Observe al hombre pelinegro con rabia contenida. Llevábamos más de media hora en este plan. Comenzaba a hartarme de todo esto. Mi yo interno recordaba mi promesa para con mi “familia”, pero, después de todo, era mucho más fácil hacerlas que cumplirlas al pie de la letra. Todo lo hacía por Dominika, pero ahora mismo solo quería dormir.—Esta visto que tendré que informarle al Boss que no podrás volver a ver a tu hija. —Todo mi cuerpo se tensó y vi como una sonrisa de satisfacción aparecía en su rostro
Luego de dar por finalizado mi monologo, Mijaíl se levantó y caminó hacía mí. No lucía para nada impresionado por mis palabras y mucho menos acongojado por el sufrimiento que viví. Me sentí enojada e incluso decepcionada por su falta de interés. Aparte un mechón de mi cabello, convenciéndome de que me daba totalmente igual.—No me inspiras otra cosa que lastima. Por ningún lado veo a la mujer que sobrevivió a todos esas torturas y que logro salir victoriosa. —inquirió encogiéndose de hombros. —Veo a una victima que se revictimiza ella misma. Y eso no es una prueba de fortaleza. Todo lo contrario, regodearte en tu miseria solo te hace ver más débil.Esbozo una sonrisa sarcástica y yo atraje mis rodillas hacía el mentón para esconder mi rostro en ellas. Lo que Mijaíl decía era duro y despiadado, pero dolía más que tuviese razón. Llevaba todo este tiempo dándole más poder a mis verdugos, permitiéndoles hacer daño, aunque estuviesen encerrados en una mazmorra. Sabía que mi actitud era err
—Agarra la Makarov y la Korovin. —ordenó Mijaíl cruzándose de brazos. Asentí e hice lo que me pido, bajo su atenta mirada. Enarcó una ceja a modo de pregunta.—¿Qué? —pregunte sintiéndome repentinamente incomoda por su atención.—Para ser alguien a quién no le gustan las armas, las conoces perfectamente. —dijo acercándose y quitándome la Makarov de la mano. —No quiero volver a ver que te escondes como un ratoncillo asustado. Si quieres defenderte, debes acostumbrarte al sonido de las balas. ¿Estamos? —siseo sopesando la pistola en su palma. Era hermosa.Nunca pensé que creería eso de algo que solo trae violencia, pero realmente tenía un acabado casi majestuoso. La culata era brillante y con un enredado de líneas plateadas. El resto del cuerpo relucía de un color negro brillante. Una vez más la Bratva demostraba porqué eran lo más cercano a la realeza en este mundo. Eso era digno de una reina o rey.—Presta atención porque no voy a repetirlo. —inquirió dejándola caer sobre la mesa. Con
Por fin, después de trotar al menos hora y media, y cuando el sol ya estaba empezando a calentar, entre de nuevo al ático. No pensé en nada más, ni siquiera en lo mucho que rugía mi estomago solicitando comida, simplemente me deje caer en el primer sofá que se me atravesó. Todo mi cuerpo estaba cubierto de sudor y respiraba ajetreada.Ahora confirmaba que Mijaíl era un psicópata mucho peor que Alexey y ambos eran tal para cual. Agradecía a todos los dioses del Valhalla, que no se encontraba a mi alrededor, probablemente ya se hubiese marchado. Las oraciones murieron en lengua al escuchar que unos pasos se acercaban. No había nadie más, así que debía tratarse de él.Decidí ignorarlo mientras me recuperaba, comenzaba a sentirme mareada por la falta de alimento en mi barriga. Escucharlo hablar solo empeoraría la situación. Mi entrenador no opinaba lo mismo, porque tomó asiento a mi lado sin siquiera pedir permiso. ¿Todos los hombres en esta organización eran tan groseros? Eso parecía, sí
Sin perder el tiempo, me vestí con lo primero que pesque en la habitación, lo que después resulto ser una camisa que utilizaba para hacer ejercicio y los monos del pijama con la que había dormido anoche. Estaba emocionada por verla cuanto antes, definitivamente era toda una sorpresa tenerla aquí. ¿No debería estar en clase a esta hora?Sonrió negando con la cabeza, mientras bajaba las escaleras de dos en dos. ¿A quién le importaba? La verdadera gloria era tenerla aquí en su “casa”. Aparentemente uso demasiada velocidad para llegar al primer piso, tuvo que detenerse a recuperar el aire.—¡Alexey! ¡señorita Dominika! —grité con a penas un hilo de voz.Ambos, padre e hija, se voltearon al mismo tiempo. Sentí un pequeño escalofrió al notar lo similares que eran sus miradas, a pesar de ser de distintos colores. Incluso sus posturas y la forma que tenían para hacer sentir a los demás inferiores eran bastante iguales.—¿Qué hacen aquí? —pregunté esbozando una sonrisa. —No me malinterpreten,
Vi contenta como Dominika se comía el cubito de zanahoria. Cualquiera diría que no era mucho, pero para mí, que no la había visto desde que nació, aquella imagen se convirtió en un recuerdo que atesoraría en lo más profundo de mi mente. Le sonreí.Levantó la cabeza, encontrándose con la intensa mirada de Alexey, quien las veía de una manera en que nunca creyó que pudiese mirar a nadie: Como si fuesen el tesoro más preciado del mundo. No dudaba que pensara de esa forma sobre su hija, jamás lo haría.Pero… ¿Sobre ella? Eso si que era algo improbable. Más, sin embargo, ahí continuaba, observándolas con esos ojos verdes que la desarmaban. De repente sintió la garganta seca y tuvo que ir al fregadero a por un vaso de agua. Sentía la respiración pesada.—¿Quieres ayudarme a cocinar? —le preguntó a Dominika mientras se limpiaba las manos en el delantal. Hacía rato que la había pescado analizando todos los pasos.La niña se veía emocionada, así que buscó rápidamente un delantal para ella en c
—¿Y qué te parece? —le pregunte a Dominika al ver que se llevaba una nueva cucharada del platillo a la boca. —¿Está bueno o no? —inquirí cortando un trozo para mí.Habíamos puesto la mesa lo más rápido que pudimos. Al parecer los tres estábamos ansiosos por comer, incluso yo, que había desayunado no hace mucho y todavía faltaban al menos dos o tres horas para almorzar apropiadamente. Nos quedó muy linda y elegante.—Está deliciosa. —respondió saboreándose los labios. —Nunca había probado algo tan increíble, en el internado no suelen preparar esto. —dijo viéndose muy indignada.Vi que Alexey la observaba con una enorme sonrisa en el rostro. En nuestras charlas sobre ella me comentó que desde pequeña la crio para que le dijese todo lo que le desagradaba. Y que le hiciera saber si algo no era de su agrado para cambiarlo de inmediato.—¿Qué cocinan en tu escuela? —pregunte mientras la veía limpiarse los labios delicadamente con la servilleta. Tenía clases de etiqueta y protocolo regularme