Era perfectamente consciente de la relación amor- odio en la que estaba metida con Alexey, pero… ¿Cómo podía deshacer algo que llevaba años creciendo? Una parte de mí quería despreciarlo, no era normal todo lo que me provocaba, considerando quien era; pero el otro sabía que solo podía quererlo con toda mi alma. Así era y así sería hasta que muriese y quizás después de la muerte continuara el sentimiento tan avasallador que poseía.—¿En qué piensas? —preguntó Alexey al notar lo distraída que estaba, sobre todo porque deje de discutirle. Me encogí de hombros y posó sus manos en mi espalda, atrayéndome hacía él. Lo cual agradecí, porque la posición se estaba volviendo muy incómoda. Ahora estaba acostada sobre su pecho y ubique mi cabeza sobre su corazón, disfrutando de los latidos constantes que producía. —Estás muy mimada, solnyshka.—Como si eso te importase, para ti mejor si puedes consentirme. ¿Crees que no lo he notado? —afirme conteniendo la risa. Una mano viajo hasta mi trasero, d
Alexey me esperaba en la entrada, pero en lugar de salir, giró sobre sus pies para ir en dirección del comedor. Fruncí el ceño, confundida, ¿qué planeaba? No nos quedaba mucho tiempo como para estar perdiéndolo. Ya de por si iba tarde a mi trabajo. Desde anoche se estableció un acuerdo tácito entre nosotros para no hablar de lo que sucedió. Simplemente haríamos como que fue algo sin importancia, no cambiaría nada en ninguno.—Pero ¿qué haces? —pregunté cuando lo vi tomando asiento en su silla de costumbre. —¿Acaso no sabes la hora? De por si voy a llegar tarde si paso a ver el departamento, no tengo mucho tiempo sobrante. —aclaré cruzándome de brazos y golpeando el piso con mi tacón. Las esclavas no tardaron mucho en aparecer, y con ellas distintas charolas llenas de comida hasta rebozar, junto con jarras de jugo y demás bebidas.—No pienso moverme de aquí sin un buen desayuno. Y evidentemente tampoco dejare que tu lo hagas, así que siéntate, por favor. —pidió con extrema amabilidad,
—Debo admitir que te superaste a ti mismo esta vez. —afirmé mirando todo.Observe detenidamente el lugar dónde se supone que viviría a partir de ahora. Lo primero que vino a mi mente cuando entramos, es que era mucho mejor que cualquiera de los apartamentos que pensaba arrendar. Quede maravillada con lo que me rodeaba.}—¿Lo apruebas? —preguntó el ruso desde la puerta. Lo cual me permitía recorrer la propiedad a mis anchas. Esbocé una sonrisa y asentí. Definitivamente me gustaba.Alexey había mencionado un apartamento, pero este era un ático de lo más lujoso. Cada detalle estaba perfectamente pensado para mostrar riqueza y elegancia a quién viviese en él. Los colores neutros predominaban, dándole iluminación y la ilusión de espacio.Me fije en los puebles en tonos grises con cojines terracotas. También la cocina amplia con un mesón realmente largo. Había una escalera que deba al segundo piso con las habitaciones. Lo que más llamó mi atención fue las paredes de vidrio que daban a la ci
Luego de nuestra conversación, acordamos que iniciaríamos con la mudanza a final de semana. Mis hombres me ayudarían con lo cualquier cosa que se ofreciera. A pesar de haber imaginado este suceso durante tantos meses, no pensé me sentara como una patada. Debía modificar unas cuantas cosas en el ático y esperaba que el sueldo me alcanzara.Ambos salimos del edificio y Alexey me dejó en la entrada de la revista. Nos despedimos brevemente, acordando que nos veríamos la hora del almuerzo nuevamente. Luego se marchó sin decir más palabras. Debía dejar de actuar como estúpida cada vez que nos veíamos. Lo que paso ya quedó en el pasado, no valía la pena torturarme.Al menos eso era lo que me decía a mi misma para no sentirme tal mal.Subí las escaleras hasta que llegué al salón y montarme en el ascensor. Antes de que las puertas cerraran, Mariana y Carlos interrumpieron colocando la mano en ellas. Enarque una ceja en su dirección, ambos parecían cansados y sudorosos. ¿De dónde vendrían?—¿Se
—Ninguno se veía arrepentido de lo que hizo. En apariencia eran un matrimonio como cualquier otro, sería imposible pensar que fuesen capaces de tal monstruosidad. —continuó. Definitivamente debía aprenderme su nombre, porque pensar así era molesto.—¿Qué más lograron averiguar? —preguntó Dante tomando notas en una libreta. —¿En la policía les hicieron una evaluación psicológica? ¿Averiguaron una razón por la que decidieron hacer todo esto? —dijo planteando varias interrogantes. Se veía interesado.Mi compañero suspiró y retomó nuevamente el hilo de la presentación. Paso a la siguiente foto, en la cuál nos mostraban a un hombre y una mujer abrazados. No deberían tener más de cuarenta y cinco años; ambos eran rubios, ella con ojos azules y los de él negros. Sonreían amistosamente y parecían el tipo de persona en el que confías sin duda.—Loraine y Martín Owens son un matrimonio que lleva más de veinte años juntos. Encontramos su dirección y decidimos hablar con sus vecinos, quienes los
Una de las mayores actitudes que odiaba de Alexey y que por lo general socavaban el resto de las buenas que pudiese tener, era precisamente el hecho de que creía que todos caeríamos rendidos a sus pies. Estaba acostumbrado a que le obedecieran sin chistar y yo siempre quería hace mi santa voluntad. Debía apreciarme un poco para no darme un tiro.Tuve que bajar las escaleras de dos en dos hasta llegar a la recepción. Estando ahí respire varias veces, tratando de recuperar el aire que había perdido al bajar tan rápido. Maldita sea, si perdía un pulmón por su culpa lo odiaría para toda la vida. En cuanto sentí que ya no estaba en riesgo de sufrir un paro respiratorio, salí a la calle. Imbécil desesperado.Me cubrí el cuerpo con mis brazos al sentir la corriente de aire fresco. Hacía bastante frío para ser mediodía, pero bueno, era comprensible si consideraba que a penas el invierno nos abandonaba a paso de tortuga. Comenzaba arrepentirme de no traer un abrigo que me protegiese. Tampoco
—¿Comeremos aquí? —pregunté observando el lujoso restaurante frente a mí. —¿No crees que es un poco exagerado para un almuerzo? —cuestioné siguiéndolo de cerca.Alexey me observó como si me hubiese salido una tercera cabeza. Terminó por negar mis palabras, para luego abrir la entrada del lugar y permitirme entrar primero.—No existe tal cosa. —afirmó tomándome de la mano para guiarme hacía adentro.Rodé los ojos divertida, había olvidado que él no asistía a ningún lugar con menos de tres estrellas Michelin en el cartel de bienvenida. Por dentro el restaurante era incluso más impresionante. Aunque estaba casi a reventar de comensales, que disfrutaban riendo.¿Cómo obtendríamos una mesa? Todos habían reservado con previa anticipación.Me quedé pasmada mirando los candelabros de oro que colgaban del techo y escuchando la música tan esplendida que llegaba a mis oídos. Las paredes eran de un tapiz crema con detalles torres y detalles en la parte superior en dorado y blanco. El suelo estaba
—Nunca me había dado cuenta. —afirmó encogiéndose de hombros. ¿Hablaba en serio? ¿Cómo podía no haber notado algo así en todo este tiempo? Debía ser una broma.—No puede ser cierto cuando todos a tu alrededor se comportan de la misma forma en que lo hizo ese mesero. —Una mueca de incredulidad apareció en mi rostro.—Es algo de ellos, no mío. —respondió con indiferencia. —En ese mundo solo soy un empresario, aquí no me conocen como el Boss. —afirmó seriamente. Bueno, ahí tenía un punto importante. Sin embargo, no lograba convencerme del todo con sus palabras.—¡Vamos! Tan solo tu presencia los intimidad. —aseguré mirándolo con incredulidad. —Cada vez que entras a un lugar parece que absorbes todo el aire. —Quería que mi oración sonara a reclamo, pero lamentablemente no fue así, todo lo contrario.—Vaya… ¿Eso te ocurre a ti también? —preguntó en un tono coqueto. Me cruce de brazos, nunca se podía hablar en serio con él. —¿Estás haciéndome una especie de proposición indebida? Porque te r