Dos semanas después.He estado aprendiendo alemán por internet, le pregunto a Joaquín cuando no está Sergio y me enseña, no quiero que él sepa, no nos hablamos desde esa vez que me trató tan horrible.Pienso que tomé una mala decisión, esos arranques de Sergio no me los esperaba, ya no es tierno y lindo conmigo, con mi hijo sigue siendo tan bueno como siempre, pero a mí parece que me desprecia.Reviso mis cosas en busca de mi pasaporte y el de Joaquín, no los consigo por ninguna parte, trato de recordar donde pueden estar y entonces recuerdo que él se ocupó de todo, él los tiene, bufo sintiéndome frustrada, he sido muy tonta, no nos hablamos, pero tendré que preguntarle por los pasaportes.Miro la hora, falta para que llegue a casa, últimamente prefiero que esté fuera, cuando está el ambiente es pesado, no me habla, pero se queja de todo, de que la casa no está limpia lo suficiente, que se le han incrementado los gastos, que el mantenimiento es mayor, si abro las ventanas se queja de q
Trato de concentrarme, pero no puedo. He creado un infierno tóxico en la casa que ni yo mismo me aguanto, debí ser más paciente y no tener ese arranque con ella, ese día simplemente no soporté verla después de haber estado revisando el material que Rodolfo me envío. Ahora solo me queda apresurar las cosas, terminar de recolectar la evidencia para de una vez deshacerme de ella.Recuerdo la madrugada, me rechazó, no ha querido ganarme de nuevo, parece que me tuviera miedo. Creí que intentaría endulzarme, pero no lo ha hecho, parece herida o molesta de verdad. Pienso en lo que me falta y son esos hombres, debo ubicarlos, pero no puedo viajar a Venezuela de nuevo y dejarla a ella con el niño, llamo a Aurelio para encargarle la misión.—Está bien, Sergio. Lo haré hoy mismo, cuéntame: ¿cómo está Amelia? ¿Cómo está Joaquín?—Bien, Joaquín está muy feliz aquí, habla más, es mucho más desenvuelto, ha hecho amigos, juega deportes, incluso creo que es muy popular —le cuento divertido.—Qué bueno
Cuando pasan buscando al bebe, lo entrego, recibo la paga y pienso que debería decirle que no voy a volver, pero no tiene sentido, ni siquiera puedo hablar su idioma.Estoy tan feliz de poder regresar a casa con mi hijo y dejar todo esto atrás, no fue malo, no me mentiré, no fue malo hasta que Sergio se comportó de una forma extraña y distante como si me odiará. No puedo confiar, tengo un hijo, no puedo ser tan tonta.Comienzo a hacer la maleta, recojo todo, pero solo lo que yo compré, lo mío, lo que él me compró, no lo toco. Ya he hecho la maleta de Joaquín e hice lo mismo, sin que Joaquín se diera cuenta, guardé solo lo que trajo, nada de lo que él le compró se lo llevo.Termino de recoger las cosas y solo dejo afuera lo que usaremos mientras no nos vamos, comienzo a limpiar la casa, ya que no consigo en qué ocupar el tiempo, hasta que no nos vayamos no tendré paz.Tocan a la puerta, me apresuro a abrir. Es una mujer rubia que no había visto antes.—Buenas tardes, Amelia —dice.Me so
Lavo los platos y me acerco a la habitación de nuevo, ha dejado de llorar, supongo que se quedó dormida. Entro y cierro la puerta, me acuesto a su lado y la arropo, tiene el rostro rojo y con rastro de lágrimas.Es mejor dejarla ir. Nunca sabré si tuvo que ver con el asesinato de mi hermano, pero ya no estoy seguro de que haya sido así, no se había dado cuenta de lo del dinero, no tenía nada aparte, trabaja para reunir dinero, si lo hizo no fue por dinero.«Alguien mató a Mauricio, pero parece que no fue ella». Entregué los videos que me dio Rodolfo a la policía alemana, el jefe de la policía es conocido mío, harán un examen forense de esos videos, me interesa recuperar el audio de todos.Se queja, la miro y se da vuelta, está inquieta. Apago la luz le coloco otra capa de frazada.—Perdóname, Amelia, quizás te arrastré a un sinsentido cegado por el odio y el dolor. Tú no eres quien creí que eras.Acaricio sus cabellos y la miro dormir. La abrazo y me quedo dormido así.Al despertar cor
Un mes y medio después.Abro los ojos y en lo primero que pienso es ¿Dónde está mi hijo?, miro alrededor y todo se ve muy etéreo, blanco e iluminado, huelo las flores que deben estar muy cerca, es un olor agradable, también huelo frutas, no sé dónde estoy.Una mujer habla, pero no entiendo lo que dice, no reconozco el idioma, mi corazón se acelera. «¿Dónde estoy?», se acerca un hombre mayor de lentes, comienza a hablar en un idioma que quizás se parezca al alemán, no estoy segura.—Mi hijo —susurro como puedo. Las palabras salen, me miran y hacen señas. Se acerca una enfermera.—Hola, soy Claudia Meyer —explica en español — ¿Sabes dónde estás? ¿Quién eres? ¿Qué día es hoy?—Soy… Amelia Núñez y… ¿Dónde está mi hijo?—Tu hijo está bien, está descansando ahora, vendrá en un momento, ya debe saber que has abierto los ojos. ¿Sabes dónde estás?—No, en una clínica, pero, no sé.—Estás en Berlín, Alemania, sufriste un accidente grave hace un mes y medio, ya estás fuera de peligro, tu esposo y
Aurelio se abriga y mira a los lados con nerviosismo. Palmeo su hombro y lo conduzco hasta mi auto, al ver a Joaquín sonríe y se saludan.—¿Trajiste a tus nietas? —pregunta Joaquín, emocionado.—No, pero te envían saludos.Debo dejar primero a Joaquín en sus clases de karate, se baja despidiéndose de Aurelio, sigo hacia mi oficina y Aurelio suspira de forma pesada mientras me dedica una mirada intrigante.—¿Qué pasó, Sergio?—Eso quiero saber yo, no me gusta dejar sola a Amelia en la clínica por mucho tiempo, estoy convencido de que intentaron hacerle daño.—¿Ya no crees que ella haya tenido que ver?Alzo los hombros.—No sé, Aurelio. Creo que no, sé que estos hombres que aparecieron muertos sí, y ahora atentaron contra ella, pero algo me dice que no tuvo que ver.—Me alegro muchísimo de que veas por fin las cosas así. ¿Qué te hizo cambiar de opinión?Estaciono y me bajo del carro, él me sigue de cerca.—La convivencia, me di cuenta de que no está ni enterada del destino del dinero, y
Hago un esfuerzo por levantarme de la cama, no quiero dejarme vencer por la depresión, haber perdido a un bebe me tiene mal, no entiendo como es que mi vida cambió de pronto, como he tenido que vivir entre tantas cosas terribles, me he sentido en el medio de una batalla que no es mía, ha pasado una semana desde que regresé del hospital, Sergio hace un esfuerzo por hacerme sentir bien, pero no puedo más que desear regresar a mi país con mi hijo y alejarme de todo esto.—Desayuno listo, ¿lo comerás acá o irás al comedor?—No tengo hambre.—Debes comer, Amelia.—Sergio, por favor, no me presiones.—Come algo, así sales de la cama, Joaquín está preocupado por ti.Lo miro y afirmo, no puedo descuidar a mi hijo, es cierto, debo estar bien para él. Me levanto de la cama, él me sonríe complacido. Camina a mi lado, recorro con la vista el apartamento, es tan lujoso y amplio como su casa, Joaquín salta de la mesa del comedor al verme.—Mami, te levantaste.—Sí mi amor. —Lo abrazo y lo beso en la
Me mantengo abrazado a ella, la tengo de espaldas a mí, beso sus cabellos y acaricio sus brazos, la oigo suspirar.—Te extrañaba así, mi amor, tenerte en mis brazos —le digo.—También te extrañaba así. ¿Esto es real?—Sí, esposa de mi vida.Se ríe.—¿Vas a seguir con eso?, me harás molestar.—Quiero que tengamos una ceremonia. La que no tuvimos oportunidad de tener. ¿Qué dices?—Puede ser. Primero debes pedirme matrimonio como corresponde.Me rio y la beso en la mejilla y en el cuello, por lo que se estremece y ríe.—Lo haré, haré todo lo que pidas, Amelia. Soy tu esclavo.—Estás más cariñoso y entregado que antes. Me extrañaste en serio.—Temí perderte, te lo dije.—Gracias por todo.—Debí cuidarte mejor, y a nuestro bebe. No te fallaré de nuevo, lo prometo.—Sé que sí nos cuidarás. Lo sé.Me levanto de la cama y le tiendo la mano, se ríe y alza las cejas. Se viene conmigo y la conduzco hasta el jacuzzi del baño, ella estalla en carcajadas.—Sergio.—Ven, enciéndelo. Hagamos esto.Ent