Hago un esfuerzo por levantarme de la cama, no quiero dejarme vencer por la depresión, haber perdido a un bebe me tiene mal, no entiendo como es que mi vida cambió de pronto, como he tenido que vivir entre tantas cosas terribles, me he sentido en el medio de una batalla que no es mía, ha pasado una semana desde que regresé del hospital, Sergio hace un esfuerzo por hacerme sentir bien, pero no puedo más que desear regresar a mi país con mi hijo y alejarme de todo esto.—Desayuno listo, ¿lo comerás acá o irás al comedor?—No tengo hambre.—Debes comer, Amelia.—Sergio, por favor, no me presiones.—Come algo, así sales de la cama, Joaquín está preocupado por ti.Lo miro y afirmo, no puedo descuidar a mi hijo, es cierto, debo estar bien para él. Me levanto de la cama, él me sonríe complacido. Camina a mi lado, recorro con la vista el apartamento, es tan lujoso y amplio como su casa, Joaquín salta de la mesa del comedor al verme.—Mami, te levantaste.—Sí mi amor. —Lo abrazo y lo beso en la
Me mantengo abrazado a ella, la tengo de espaldas a mí, beso sus cabellos y acaricio sus brazos, la oigo suspirar.—Te extrañaba así, mi amor, tenerte en mis brazos —le digo.—También te extrañaba así. ¿Esto es real?—Sí, esposa de mi vida.Se ríe.—¿Vas a seguir con eso?, me harás molestar.—Quiero que tengamos una ceremonia. La que no tuvimos oportunidad de tener. ¿Qué dices?—Puede ser. Primero debes pedirme matrimonio como corresponde.Me rio y la beso en la mejilla y en el cuello, por lo que se estremece y ríe.—Lo haré, haré todo lo que pidas, Amelia. Soy tu esclavo.—Estás más cariñoso y entregado que antes. Me extrañaste en serio.—Temí perderte, te lo dije.—Gracias por todo.—Debí cuidarte mejor, y a nuestro bebe. No te fallaré de nuevo, lo prometo.—Sé que sí nos cuidarás. Lo sé.Me levanto de la cama y le tiendo la mano, se ríe y alza las cejas. Se viene conmigo y la conduzco hasta el jacuzzi del baño, ella estalla en carcajadas.—Sergio.—Ven, enciéndelo. Hagamos esto.Ent
Ha pasado un mes desde que Sergio anunció que se iría a Venezuela, se va hoy, ha estado serio y distante, me cuesta mucho sacarlo de su letargo. Se nota que está preocupado por algo, pero no me dice qué.Me besa en la frente y suspira con los ojos cerrados.—¿Qué tienes Sergio?—Nada, amor. Cuídate mientras no esté.—Ya recogí tu maleta. Deberíamos acompañarte.—No, sigue estudiando, Joaquín no puede faltar a la escuela. Volveré pronto, lo prometo. La seguridad será más intensa ahora que no esté. No me gustaría que salieras sola, y deja que los guardaespaldas se ocupen de llevar a Joaquín al colegio.—Está bien. ¿Vas a estar bien tú?—Sí, solo iré a arreglar algunas cosas.—Dijiste que tendríamos una ceremonia para celebrar nuestro matrimonio.Sonríe. Me toma por la cintura y me pega a él.—Es cierto, deberíamos hacerla antes de que me vaya.—Ya tienes todo recogido. Ve, amor. Lo haremos cuando regreses.Estoy tan feliz, por él, por mí, por Joaquín. Me va bien aprendiendo el idioma y h
El avión aterriza en Caracas, a lo lejos veo a Aurelio de pie frente al auto y al resto de mis guardias; lo primero que hago al bajar del avión es llamar a Amelia, no responde, llamo al jefe de seguridad.—Señor.—¿Todo en orden?—Sí, la señora paso la tarde en el centro comercial, está descansando ahora.—Bien, ¿la acompañaron? ¿Cierto?, ¿no le quitaron el ojo de encima en ningún momento?—No, claro que no, señor.—Buen trabajo. —Cuelgo.Le marco a Joaquín.—Sergio.—Campeón. Ya llegué, todo bien. Quería avisarle a tu mamá, pero me dicen que está descansando.—Sí, se fue al centro comercial, no trajo nada, creo que porque solo fue a ver a Rodolfo.«¿Rodolfo?».Mi corazón se acelera, miro a todos lados, no puede ser posible que ese maldito haya llegado hasta Alemania y se halla acercado a ella, no sé ni cómo reaccionar, está en peligro, es mi culpa, maldición, una vez más es mi culpa, no le advertí sobre él.—Sergio.—Sí, Joaquín, aquí sigo —respondo mientras camino hacia donde está Au
He recogido mis cosas, Joaquín está nervioso, quisiera poder no trasmitirle mi rabia y mis nervios, pero no puedo. Tocan a la puerta, los guardias de Sergio me dicen que es la policía, mi corazón se acelera pensando que han venido por mí, estoy dispuesta a luchar con dientes y uñas por mí y por mi hijo.Entra un señor de traje y una mujer detrás de él, traen papeles y una caja.—Buenas tardes, ¿Amelia?Afirmo de pie abrazada a mi hijo, mi cuerpo tiembla, pero me siento segura, no dejaré que me pisen más.—Soy el detective de la policía de Berlín, Sergio, me ha pedido que comparta con usted información sobre la investigación que llevamos a cabo sobre el asesinato de su hermano en Venezuela.«Asesinato»«Me llevarán con ellos, está pasando, como dijo Rodolfo, me llevarán presa, por eso se fue».—Dígame.Señala el sofá, asiento con la cabeza, él y la mujer se sientan, lo hago yo con Joaquín a quien no suelto.—Es mejor que el niño no esté presente.Le pido a Joaquín que espere en su habit
Dos años después.Alzamos las copas y brindamos por el año nuevo, le sonrío a mi asistente y ella aplaude, sale y corre el mueble donde está oculto el televisor, se revela una pantalla y ella con misterio la enciende. Todos se giran a ver y hacen silencio.Se revela que ya están operativas las oficinas en Hamburgo, Madrid, Barcelona, Caracas, Bogotá y París. Todos gritan y aplauden eufóricos. Se abrazan y celebran alzando las copas.Se acerca Susana y me besa en los labios, la aprieto a mí y le devuelvo el beso en la mejilla, me abraza y posamos para una foto.—Faltó Nueva York, los Ángeles.Me rio.—Estás loca, no me meteré en ese negocio en esa ciudad de locos. No estoy listo.—Estás más que listo, no sé por qué dudas de eso. Me muero por verte triunfar en esa ciudad.—Poco a poco, ¿sí?Me guiña un ojo y se lleva la copa a la boca.La celebración termina y vamos a nuestro apartamento. Al llegar miro la ciudad desde la ventana, me saco la corbata y pienso en las palabras de Susana, sí
No sé cómo he logrado mantener mi calma al verlo, mi corazón late de prisa y me odio por sentirme así al verlo. Han pasado dos años, lo quiero, no hay forma de que me lo niegue y lo he perdonado por lo que hizo, porque sé que lo movió el amor por su hermano y no quiso ver la verdad, pero eso no significa que soporte tenerlo en mi vida.Me quedo recostada de la puerta, aspirando el olor que dejó tras de sí, los recuerdos me golpean, y contengo las ganas de llorar, unas que casi no controlo cuando vi a mi hijo llorar por él. Lo quiere, sé que quiere a mi hijo honestamente.—Se puede saber quién ese papacito divino que vino a vernos.Me giro y le sonrío a Jared.—Un ex.Abre la boca exageradamente.—¿Te comías ese manjar?—Baja la voz. Es mi exesposo.—¿Por qué ex? ¿Eres estúpida? ¿Quieres que te abofeteé? —pregunta con tono afectado.—No todo lo que brilla es oro, Jared.—No me importa que no sea oro, si luce así. Me basta.Me carcajeo y corro hacia la habitación de Joaquín, se gira a ve
Me he quedado sin aliento, está bellísima y huele muy rico. Juega con sus manos sobre la mesa de la sala de conferencia, me siento frente a ella. Estaba decidido a darle su espacio, pero al ver a los abogados mi corazón se cayó al suelo, para solo recuperarlo cuando los oí decir que ella estaba en la sala de juntas esperando para firmar.—Me alegro de que hayas venido, pero eres bienvenida allá, en la junta con todos.Sonríe de medio lado.—Tengo abogados que se ocupan de eso, además no sé de qué va el asunto, no entiendo nada, mi opinión poco aportaría.—Pero así te vas enterando.—Sergio, si no es necesario, no vale la pena.—¿Qué haces? Te vi en mono quirúrgico cuando fui a tu casa.—Soy enfermera en una clínica de cuidados especiales para adultos mayores.—¿Has pensado montar una clínica tú?Se echa hacia atrás, abre mucho los ojos y niega.—No sé de esas cosas.—Yo, no es que sea un experto, soy arquitecto, no un financiero, pero yo fundé mi propio negocio y mira ahora donde está.