Un mes y medio después.Abro los ojos y en lo primero que pienso es ¿Dónde está mi hijo?, miro alrededor y todo se ve muy etéreo, blanco e iluminado, huelo las flores que deben estar muy cerca, es un olor agradable, también huelo frutas, no sé dónde estoy.Una mujer habla, pero no entiendo lo que dice, no reconozco el idioma, mi corazón se acelera. «¿Dónde estoy?», se acerca un hombre mayor de lentes, comienza a hablar en un idioma que quizás se parezca al alemán, no estoy segura.—Mi hijo —susurro como puedo. Las palabras salen, me miran y hacen señas. Se acerca una enfermera.—Hola, soy Claudia Meyer —explica en español — ¿Sabes dónde estás? ¿Quién eres? ¿Qué día es hoy?—Soy… Amelia Núñez y… ¿Dónde está mi hijo?—Tu hijo está bien, está descansando ahora, vendrá en un momento, ya debe saber que has abierto los ojos. ¿Sabes dónde estás?—No, en una clínica, pero, no sé.—Estás en Berlín, Alemania, sufriste un accidente grave hace un mes y medio, ya estás fuera de peligro, tu esposo y
Aurelio se abriga y mira a los lados con nerviosismo. Palmeo su hombro y lo conduzco hasta mi auto, al ver a Joaquín sonríe y se saludan.—¿Trajiste a tus nietas? —pregunta Joaquín, emocionado.—No, pero te envían saludos.Debo dejar primero a Joaquín en sus clases de karate, se baja despidiéndose de Aurelio, sigo hacia mi oficina y Aurelio suspira de forma pesada mientras me dedica una mirada intrigante.—¿Qué pasó, Sergio?—Eso quiero saber yo, no me gusta dejar sola a Amelia en la clínica por mucho tiempo, estoy convencido de que intentaron hacerle daño.—¿Ya no crees que ella haya tenido que ver?Alzo los hombros.—No sé, Aurelio. Creo que no, sé que estos hombres que aparecieron muertos sí, y ahora atentaron contra ella, pero algo me dice que no tuvo que ver.—Me alegro muchísimo de que veas por fin las cosas así. ¿Qué te hizo cambiar de opinión?Estaciono y me bajo del carro, él me sigue de cerca.—La convivencia, me di cuenta de que no está ni enterada del destino del dinero, y
Hago un esfuerzo por levantarme de la cama, no quiero dejarme vencer por la depresión, haber perdido a un bebe me tiene mal, no entiendo como es que mi vida cambió de pronto, como he tenido que vivir entre tantas cosas terribles, me he sentido en el medio de una batalla que no es mía, ha pasado una semana desde que regresé del hospital, Sergio hace un esfuerzo por hacerme sentir bien, pero no puedo más que desear regresar a mi país con mi hijo y alejarme de todo esto.—Desayuno listo, ¿lo comerás acá o irás al comedor?—No tengo hambre.—Debes comer, Amelia.—Sergio, por favor, no me presiones.—Come algo, así sales de la cama, Joaquín está preocupado por ti.Lo miro y afirmo, no puedo descuidar a mi hijo, es cierto, debo estar bien para él. Me levanto de la cama, él me sonríe complacido. Camina a mi lado, recorro con la vista el apartamento, es tan lujoso y amplio como su casa, Joaquín salta de la mesa del comedor al verme.—Mami, te levantaste.—Sí mi amor. —Lo abrazo y lo beso en la
Me mantengo abrazado a ella, la tengo de espaldas a mí, beso sus cabellos y acaricio sus brazos, la oigo suspirar.—Te extrañaba así, mi amor, tenerte en mis brazos —le digo.—También te extrañaba así. ¿Esto es real?—Sí, esposa de mi vida.Se ríe.—¿Vas a seguir con eso?, me harás molestar.—Quiero que tengamos una ceremonia. La que no tuvimos oportunidad de tener. ¿Qué dices?—Puede ser. Primero debes pedirme matrimonio como corresponde.Me rio y la beso en la mejilla y en el cuello, por lo que se estremece y ríe.—Lo haré, haré todo lo que pidas, Amelia. Soy tu esclavo.—Estás más cariñoso y entregado que antes. Me extrañaste en serio.—Temí perderte, te lo dije.—Gracias por todo.—Debí cuidarte mejor, y a nuestro bebe. No te fallaré de nuevo, lo prometo.—Sé que sí nos cuidarás. Lo sé.Me levanto de la cama y le tiendo la mano, se ríe y alza las cejas. Se viene conmigo y la conduzco hasta el jacuzzi del baño, ella estalla en carcajadas.—Sergio.—Ven, enciéndelo. Hagamos esto.Ent
Ha pasado un mes desde que Sergio anunció que se iría a Venezuela, se va hoy, ha estado serio y distante, me cuesta mucho sacarlo de su letargo. Se nota que está preocupado por algo, pero no me dice qué.Me besa en la frente y suspira con los ojos cerrados.—¿Qué tienes Sergio?—Nada, amor. Cuídate mientras no esté.—Ya recogí tu maleta. Deberíamos acompañarte.—No, sigue estudiando, Joaquín no puede faltar a la escuela. Volveré pronto, lo prometo. La seguridad será más intensa ahora que no esté. No me gustaría que salieras sola, y deja que los guardaespaldas se ocupen de llevar a Joaquín al colegio.—Está bien. ¿Vas a estar bien tú?—Sí, solo iré a arreglar algunas cosas.—Dijiste que tendríamos una ceremonia para celebrar nuestro matrimonio.Sonríe. Me toma por la cintura y me pega a él.—Es cierto, deberíamos hacerla antes de que me vaya.—Ya tienes todo recogido. Ve, amor. Lo haremos cuando regreses.Estoy tan feliz, por él, por mí, por Joaquín. Me va bien aprendiendo el idioma y h
El avión aterriza en Caracas, a lo lejos veo a Aurelio de pie frente al auto y al resto de mis guardias; lo primero que hago al bajar del avión es llamar a Amelia, no responde, llamo al jefe de seguridad.—Señor.—¿Todo en orden?—Sí, la señora paso la tarde en el centro comercial, está descansando ahora.—Bien, ¿la acompañaron? ¿Cierto?, ¿no le quitaron el ojo de encima en ningún momento?—No, claro que no, señor.—Buen trabajo. —Cuelgo.Le marco a Joaquín.—Sergio.—Campeón. Ya llegué, todo bien. Quería avisarle a tu mamá, pero me dicen que está descansando.—Sí, se fue al centro comercial, no trajo nada, creo que porque solo fue a ver a Rodolfo.«¿Rodolfo?».Mi corazón se acelera, miro a todos lados, no puede ser posible que ese maldito haya llegado hasta Alemania y se halla acercado a ella, no sé ni cómo reaccionar, está en peligro, es mi culpa, maldición, una vez más es mi culpa, no le advertí sobre él.—Sergio.—Sí, Joaquín, aquí sigo —respondo mientras camino hacia donde está Au
He recogido mis cosas, Joaquín está nervioso, quisiera poder no trasmitirle mi rabia y mis nervios, pero no puedo. Tocan a la puerta, los guardias de Sergio me dicen que es la policía, mi corazón se acelera pensando que han venido por mí, estoy dispuesta a luchar con dientes y uñas por mí y por mi hijo.Entra un señor de traje y una mujer detrás de él, traen papeles y una caja.—Buenas tardes, ¿Amelia?Afirmo de pie abrazada a mi hijo, mi cuerpo tiembla, pero me siento segura, no dejaré que me pisen más.—Soy el detective de la policía de Berlín, Sergio, me ha pedido que comparta con usted información sobre la investigación que llevamos a cabo sobre el asesinato de su hermano en Venezuela.«Asesinato»«Me llevarán con ellos, está pasando, como dijo Rodolfo, me llevarán presa, por eso se fue».—Dígame.Señala el sofá, asiento con la cabeza, él y la mujer se sientan, lo hago yo con Joaquín a quien no suelto.—Es mejor que el niño no esté presente.Le pido a Joaquín que espere en su habit
Dos años después.Alzamos las copas y brindamos por el año nuevo, le sonrío a mi asistente y ella aplaude, sale y corre el mueble donde está oculto el televisor, se revela una pantalla y ella con misterio la enciende. Todos se giran a ver y hacen silencio.Se revela que ya están operativas las oficinas en Hamburgo, Madrid, Barcelona, Caracas, Bogotá y París. Todos gritan y aplauden eufóricos. Se abrazan y celebran alzando las copas.Se acerca Susana y me besa en los labios, la aprieto a mí y le devuelvo el beso en la mejilla, me abraza y posamos para una foto.—Faltó Nueva York, los Ángeles.Me rio.—Estás loca, no me meteré en ese negocio en esa ciudad de locos. No estoy listo.—Estás más que listo, no sé por qué dudas de eso. Me muero por verte triunfar en esa ciudad.—Poco a poco, ¿sí?Me guiña un ojo y se lleva la copa a la boca.La celebración termina y vamos a nuestro apartamento. Al llegar miro la ciudad desde la ventana, me saco la corbata y pienso en las palabras de Susana, sí