Rose optó por un traje pantalón de color beige y se recogió el cabello en una coleta. Para terminar, se puso un poco de maquillaje. Muy poco, casi nada.Llegó al hotel Granchester a las diez menos cinco y la primera persona a la que vio en el vestíbulo fue a Philip Caprice, tal y como esperaba.Le observó llevarse la mano al bolsillo del traje y luego, sonriendo, caminó hacia ella.-Hola, Rose.Ella pensó que no era culpa suya tener que trabajar con un hombre que utilizaba su influencia para controlar los acontecimientos, así que le devolvió la sonrisa.-Hola, Philip. Me imagino que Khalim te ha enviado a recogerme, ¿verdad?-No, Khalim ba venido a recogerte él mismo -dijo una voz aterciopelada desde detrás de ella.Rose se volvió y se encontró con él. Sus ojos expresaban un mensaje sin palabras. ¿Pensaría él que había triunfado? Rose supuso que sí. Khalim había conseguido lo que quería. O eso pensaba...-Y supongo que debería sentirme halagada, ¿no es así?Khalim esbozó una sonrisa.
Las bodas siempre tenían algo especial, algo mágico que hacía que el cinismo de todos los días se evaporaa en el aire. Rose agarró con fuerza el borde de su copa de champán mientras esperaba que el padrino comenzara a hablar. Se había dado cuenta de ello en la iglesia, donde las mujeres habían estado limpiándose las lágrimas, emocionadas. Mujeres que normalmente se reunían en cafeterías para hablar de lo descuidados y frios que eran los hombres, pero que se habían pasado toda la ceremonia sonriendo. ¡Incluso a Rose se la había escapado una lagrimita! Ella, que no era una mujer a la que le gustara demostrar en público sus emociones. -En mi país -anunció el padrino de boda, mirando a los novios con sus brillantes ojos negros-, las fiestas que se hacen después de una boda se empiezan con un brindis. ¡Que la alegría que compartís ahora, nunca se borre! Por ello, os pido a todos que levantéis vuestras copas para beber por Sabrina y Guy. -¡Por Sabrina y Guy! -repitieron todos, alzan
En ese momento vio a Sabrina al otro lado de la sala, hablando con una de las sobrinas de Guy. -¿Quiere champán, señorita? -le preguntó, sonriendo, el camarero. Rose estuvo a punto de aceptarlo, pero en el último momento cambió de opinión. Sospechaba que iba a necesitar todas sus fuerzas y que el alcohol acabaría con sus ya debilitadas energías. -No, quiero agua mineral con gas, por favor. -¿Estás segura? -le dijo una voz. Rose miró hacia arriba y vio a Guy, sonriendo divertido. A Rose le gustaba mucho el marido de su amiga.Era muy guapo, muy rico y amaba a Sabrina con una intensidad que le había enseñado a Rose que no debería conformarse con menos. Rose había conocido a Sabrina cuando había ido a buscar un libro raro y Sabrina había sido muy amable, ayudándola a encontrarlo. Había sido el día después de que se comprometiera con Guy y le había enseñado, complacida, su anillo de pedida... un anillo sencilo, aunque con un magnífico diamente. Sabrina no conocía a nadie en Londres
-Eso ya lo has dicho antes -contestó Rose con voz dulce, complacida por la expresión de enfado de él-. No entiendo por qué las mujeres siguen cayendo a tus pies con esos piropos anticuados. -¿No lo entiendes? Khalim la apretó contra él y notó con satisfacción cómo los ojos de ella se oscurecían mientras sus mejillas enrojecían. A través de las finas telas de las prendas de ambos, notó sus pezones, apretándose contra su pecho y de nuevo lo invadió un deseo irresistible. -¡No! -protestó Rose, sorprendida por aquel deseo que había despertado él en ella y que jamás había experimentado con anterioridad. Khalim sintió cómo temblaba ella y apretó los labios contra su cabello suave, a la altura de la oreja. -¿No qué? -No te pongas tan cerca -dijo con una voz irreconocible. Con la habilidad del conquistador nato, él hizo lo que le pedía y, al apartarse, oyó el suspiro de protesta de ella. -¿Así está mejor? >, pensó Rose, que se sentía de repente desnuda y fría. Sint
Sin casi darse cuenta, Rose salió del hotel Granchester y se puso a buscar un taxi, pero después no fue capaz de recordar nada del trayecto. Solo comenzó a ser consciente de lo que le pasaba cuando llegó al apartamento que compartía en Notting Hill y trató de olvidarse del príncipe moreno de rostro orgulloso y atractivo.Entró en el apartamento y dejó sobre la mesa su bolso, aliviada por haber llegado a casa sana y salva.Le encantaba el apartamento que se había comprado. Ocupaba la primera planta en una casa de altos techos. Pero había sido un capricho caro como primera vivienda y tenía que pagar unas letras muy altas cada mes, por eso estaba compartiendo con Lara, su compañera de piso.Lara era una actriz enérgica que declaraba siempre ser la invitada de Rose. Pero no era cierto. Rose creía en la igualdad y trataba de respetar esa idea en todas las facetas de la vida.-No eres mi invitada, somos compañeras de piso -insistía siempre. Era una casa típica de mujeres solteras, llena de
Pidió al criado que le preparara un baño de salsa y, una vez a solas, se quitó las prendas de seda. Su cuerpo era de color profundo de la madera y sus músculos, tan perfectos, que emanaban fuerza y poder.Tenía un cuerpo esbelto y fuerte, aunque jamás había entrado en un gimnasio. Eso habría sido una ocupación demasiado narcisista para un hombre como Khalim. Pero la musculatura de sus piernas delataban que practicaba algún deporte.Sí, montar a caballo era su afición favorita, y una de las mejores fuentes de relajación. Se sentía completamente libre cuando montaba a su querido Akhal-Teke por las llanuras saladas de Maraban, con la brisa cálida jugando con su cabello y la sensación de tener al maravilloso animal debajo de él.Se tumbó entre las burbujas y trató de relajarse. Pero no lo consiguió por completo, ya que Rose Thomas y su belleza clara y dorada se le habían quedado profundamente grabadas en la mente. Notó cómo su cuerpo respondía a sus pensamientos y tuvo que hacer un gran e
En el vestíbulo, sin embargo, Khalim se detuvo y Rose notó la boca seca al ver que estaban demasiado cerca el uno del otro. El vestíbulo era demasiado pequeño y si ella estiraba la mano, tocaría el rostro orgulloso y bello de él. Podría dibujar con sus dedos su mandíbula perfecta y sentir la zona dura de su barba. Rose tragó saliva.Los ojos de Khalim brillaron. No se había equivocado. Ella sentía lo mismo que él. Ella lo deseaba. Khalim notaba la tensión provocada por el deseo reprimido en la rigidez de su forma de andar y también podía leerlo en la expresión indefensa de sus ojos o en el gesto de sus labios suaves.-¿Dónde te gustaría ir?-¿No has reservado mesa en ningún sitio? -preguntó Rose asombrada.Había imaginado que él habría conseguido ya la mejor mesa en el mejor restaurante... y más teniendo en cuenta que el domingo era un día difícil para conseguir mesa sin reserva.-No.-Eso limitará mucho nuestras posibilidades.-No lo creo. Yo nunca necesito reservar mesa -le explicó.