En ese momento vio a Sabrina al otro lado de la sala, hablando con una de las sobrinas de Guy.
-¿Quiere champán, señorita? -le preguntó, sonriendo, el camarero.
Rose estuvo a punto de aceptarlo, pero en el último momento cambió de opinión. Sospechaba que iba a necesitar todas sus fuerzas y que el alcohol acabaría con sus ya debilitadas energías.
-No, quiero agua mineral con gas, por favor.
-¿Estás segura? -le dijo una voz. Rose miró hacia arriba y vio a Guy, sonriendo divertido. A Rose le gustaba mucho el marido de su amiga.Era muy guapo, muy rico y amaba a Sabrina con una intensidad que le había enseñado a Rose que no debería conformarse con menos. Rose había conocido a Sabrina cuando había ido a buscar un libro raro y Sabrina había sido muy amable, ayudándola a encontrarlo. Había sido el día después de que se comprometiera con Guy y le había enseñado, complacida, su anillo de pedida... un anillo sencilo, aunque con un magnífico diamente. Sabrina no conocía a nadie en Londres, aparte de los amigos de Guy, y las dos tenían una edad similar e intereses parecidos.-. ¿Es que tienes que conducir? -añadió Guy, todavía mirando el vaso de agua mineral.
-No, pero quiero mantener las ideas claras.
-Muy bien pensado -Guy bajó la voz y se acercó a ella-, porque me parece que mi amigo Khalim se ha fijado en ti.
-¿Tú crees? No, no creo. Solo hemos hablado un poco -añadió, tratando de no darle importancia.
-¿Habéis hablado un poco? ¿Khalim hablando? ¡Por ahí se empieza!
-¡Por cierto, la boda está siendo maravillosa! -exclamó Rose, tratando de cambiar de tema-. Sabrina está guapísima.
Al oír el nombre de su esposa, el rostro de Guy adquirió una expresión de ternura y se olvidó por completo de su amigo.
-¿A que sí? Te diré un secreto: me encantaría que no tuviéramos que esperar a la orquesta y que pudiéramos marcharnos ahora mismo.
Rose esbozó una sonrisa.
-¡Y dejar a tu esposa sin su día de boda! Creo que puedes esperar un poco, ¿no, Guy? Después de todo, ya habéis estado viviendo juntos casi un año.
-Sí -dijo Guy con un suspiro-, pero esta es la primera vez que va a ser... legar -dijo, mirando a Rose-. ¿Por qué te pones colorada? Lo siento, Rose, no quería incomodarte...
-No, no me has incomodado. De verdad.
Pero no le iba a decir que lo que la había puesto nervisa había sido un par de ojos negros que estaban mirando provocativamente en su dirección. En realidad, a ella también le gustaría que Sabrina y él se fueran, para así poderse ir ella también. De ese modo, no tendría que bailar con Khalim, lo que sin duda iba a constituir un gran peligro.
<<No tiene que bailar con él>>, se dijo. No era una orden real. Bueno, sí que lo era. Pero aunque lo fuera, ella no era propiedad de Khalim y Londres no era su reino. Así que podía decirle que no le apetecía bailar con él.
¿Podía?
Pero al final no tuvo que hacerlo, porque Khalim no se le volvió a acercar. Pero entonces ella no pudo evitar empezar a observarlo obsesivamente, tratando a la vez de disimular.
El príncipe destacaba entre los asistentes a la boda, y no por su posición ni por su atuendo extraño. No, era mucho más profundo que eso. Rose nunca había conocido a nadie de sangre real, pero por supuesto que había oído la expresión <<tener un porte real>>, solo que hasta ese momento no había entendido su verdadero significado.
El hombre se movía con una elegancia especial.
Rose nunca había visto nada parecido. La gente se apartaba en silencio a su paso y las mujeres lo miraban con un deseo imposible de disimular.
¿Se daría cuenta él?, se preguntó Rose. Desde luego, su atractivo rostro no expresaba ningún sentimiento, pero quizá fuera porque estaba acostumbrado a ello.
La cena fue servida poco después y Rose se sentó al lado de un banquero y un oceanógrafo tenía un aspecto saludable, fruto claro de una forma de vida al aire libre. Flirteó descaradamente con Rose y esta incluso llegó a pensar que si hubiera ocurrido una hora antes, habría sido amable con él.
Pero no podía quitarse de la cabeza al príncipe, que estaba sentado en la cabecera de la mesa, comiendo con indiferencia.
En un momento dado, Khalim alzó la vista y la miró... una mirada que la hizo temblar de arriba abjo. Para disimular, bajó rápidamente el tenedor y pinchó algo de su plato.
-¿Y tú en qué trabajas, Rose? -preguntó el oceanógrafo.
Ella se volvió con una sonrisa en los labios.
-Me dedico a contratar ejecutivos para empresas.
-¿De verdad? Ganarás mucho dinero entonces.
Era lo que la gente siempre decía.
-¡Eso querría yo!
La camarera se acercó con cara de preocupación.
-¿Está todo bien, señorita?
Rose asintió mientras se fijaba en que su plato estaba prácticamente intacto.
-Sí, de verdad. Es que no tengo mucha hambre.
La camarera parecía que no estaba acostumbrada a llevarse los platos si no estaban vacíos.
-Alguien de la cocina acaba de decir que no nos molestemos en llevar comida a la cabecera... han devuelto bastante comida de allí. Quizá debería haberse sentado con ellos -bromeó ella.
-Quizá sí -contestó amablemente Rose.
Una parte de sí pensaba que era una suerte no estar cerca de Khalim mientras que otra deseaba desesperadamente sentir su proximidad peligrosa y excitante. Se arriesgó a mirarlo otra vez y reparó en cómo la luz dorada de los candelabros resaltaba el color de su túnica de seda y el negro de su cabello.
Trató valientemente de comer unas cuantas frambuesas, pero ni siquiera la pequeña y exquisita futa fue capaz de tentarla. Finalmente llegaron la tarta y los discuros.
Rose no consiguió entender apenas las palabras del padrino, ya que estaba hipnotizada por su rostro moreno y orgulloso. Los ojos de él registraron sus reacciones... aquellos ojos duros y brillantes, que acentuaban su expresión, dura como el acero. Sabía que debería pensar que le había tocado la lotería por haber llamado la atención de ese hombre. Entonces se fijó en que su boca tenía una forma sensual, pero el labio supeior tenía un gesto duro, casi cruel. Rose se estremeció. <<Ten cuidado>>, se dijo.
Las palabras de Guy emocionaron a todas las mujeres de la sala y a Rose le dio un vuelco el corazón al recordar la intención de Khalim de bailar con ella.
Pero no se acercó, sino que se volvió a su sitio y permaneció allí, sentado solenmente y mirándola de vez en cuando con unos ojos llenos de luz y promesas.
Rose bailó con todos los que se lo pidieron, pero su corazón no estaba con ellos. Se movía mecánicamente mientras el oceanógrafo la tomaba en sus brazos, rechazándolo sutilmente cuando él trataba de apretarse a ella.
Se sentó y apenas había pensado que estaría ien que Sabrina y Guy se fuera ya para que ella pudiera también irse, cuando Khalim se puso delante de ella con los ojos entornados y una expresión de burla en su rostro.
-Bueno, pues te he hecho caso y he venido a buscarte -sus ojos negros brillaron-. Aunque ha sido muy fácil encontrarte, Rose. Eres como una flor dulce y sonrosada. Y ahora... ¿quieres bailar conmigo?
-¿Se supone que es una invitación que no puedo rechazar? -contestó ella, avergonzada por haber estado allí sentada, esperándolo.
-No, Rose, es una orden real -replicó él, sonriendo. Rose abrió la boca para protestar, pero era demasiado tarde, porque él ya le había agarrado la mano con seguridad y arrogancia para llevarla a la pista de baile-. Ven -dijo él en voz baja. Rose se agarró a él como si toda su vida hubiera estado esperando ese momento. Él colocó las manos en su cintura y ella en los hombros de él. Notó el olor a sándalo que emanaba de él y se dejó invadir por su embriadora dulzura. Rose se consideraba a sí misma una mujer moderna e independiente, pero en cuanto estuvo en los brazos de Khalim, se sintió tan indefensa como un cachorro-. Bailas muy bien, Rose -le aseguró él, deslizando las manos hacia sus caderas.
-Tú tam... también. Es una boda... preciosa, ¿verdad? -comentó, suplicando en silencio por recuperar su sensatez.
-A todas las mujeres os gustan las bodas -respondió él tras unos segundos.
-Eso quiere decir que a los hombres no, me imagino -al decirlo, alzó sus ojos azules.
Khalim puso una expresión de burla y pensó que Rose tenía un pelo muy brillante y una piel muy blanca, mientras que sus labios eran de un color rosa profundo. Como las rosas que florecían en el jardín del palacio de su padre, que llenaban las noches con su perfume. Aquel pensamiento hizo que se le acelerara el pulso.
-¿Te gusta sacar conclusiones siempre?
-Querías que las sacara, ¿no? Ha sido un comentario para que yo dijera algo, ¿no fue así?
El hombre movió la cabeza y su deseo por ella aumentó ante su franca oposición.
-Ha sido un comentario sin más -aseguró él-, no un... ¿cómo lo llamáis? Ah, sí, un comentario machista.
Rose se detuvo unos segundos y notó que él la estaba agarrando por las caderas con fuerza, como si no quisiera dejar que se fuera.
-¡No finjas que no dominas el inglés, porque sé que de pequeño fuiste a un colegio en nuestro país y lo hablas con la misma fluidez que yo!
Rose tenía una personalidad fuerte, pensó él con un repentino anhelo.
-¿Y qué otras cosas sabes sobre mí, Rose Thomas?
La mujer consideró si debería mentirle y decirle que no sabía nada más. ¡Ese hombre desde luego tenía un ego enorme! Pero, ¿cuántas veces se le presentaría la oportunidad de hablar con un hombre con su poder y su presencia?
-Sé que eres el heredero de un reina en las montañas...
-Maraban -admitió él, con una voz profunda y llena de orgullo.
-Maraban -repitió ella con voz soñadora.
De repente, se dio cuenta de que estaba volviendo a comportarse como una adolescente y cambió de expresión.
-¿Y qué más? -preguntó él, intrigado por la mirada soñadora que había suavizado sus rasgos al pronunciar el nombre del país donde él había nacido.
De repente, la boca de él se endureció, pensando en que quizá fuese porque ella supiera que su país era muy rico en petróleo. Y él sabía que aquello solía atraer a las mujeres ambiciosas.
Rose, por su parte, se preguntó cuál habría sido la causa del cambio en la expresión de él. No obstante, decidió decirle algunas verdades.
-También he oído que tienes fama de mujeriego.
-¿Fama de mujeriego? -Khalim no estaba acostumbrado a las críticas y eso lo irritó ligeramente-. Explica eso un poco más, Rose.
-¿Hace falta que lo explique? Te gustan las mujeres, ¿verdad?
-¿Es malo disfrutar con lo que el sexo opuesto puede ofrecernos?
Mientras pronunciaba aquellas palabras, acarició la espalda de Rose, que se preguntó cómo sería aquello si estuviera desnuda y él... Tragó saliva.
-¡Lo dices como si las mujeres fuérmamos un salón de juegos!
-Es una comparación interesante -contestó él, conteniendo el deseo de acariciar sus senos. Él nunca había tenido que esforzarse mucho con las mujeres. Solo había habido una mujer que se le había resistido hasta el momento y había sido Sabrina. Khalim volvió la cabeza al ver pasar a los novios. Sabrina miraba embelesada a su marido. Khalim recordó que la había perdonado enseguida, ya que había comprendido que estaba enamorada de su mejor amigo. Hizo un esfuerzo por no acariciar los pechos de Rose y mantuvo las manos donde estaban. Porque auqnue la conquista de Rose era algo seguro, sospechaba que tendría que tomárselo con calma-. Así que estoy en desventaja, ¿no es así? Tú sabes bastantes cosas de mí mientras que yo no sé nada de ti, Rose... aparte de que eres la mujer más guapa que hay en esta sala.
-Eso ya lo has dicho antes -contestó Rose con voz dulce, complacida por la expresión de enfado de él-. No entiendo por qué las mujeres siguen cayendo a tus pies con esos piropos anticuados. -¿No lo entiendes? Khalim la apretó contra él y notó con satisfacción cómo los ojos de ella se oscurecían mientras sus mejillas enrojecían. A través de las finas telas de las prendas de ambos, notó sus pezones, apretándose contra su pecho y de nuevo lo invadió un deseo irresistible. -¡No! -protestó Rose, sorprendida por aquel deseo que había despertado él en ella y que jamás había experimentado con anterioridad. Khalim sintió cómo temblaba ella y apretó los labios contra su cabello suave, a la altura de la oreja. -¿No qué? -No te pongas tan cerca -dijo con una voz irreconocible. Con la habilidad del conquistador nato, él hizo lo que le pedía y, al apartarse, oyó el suspiro de protesta de ella. -¿Así está mejor? >, pensó Rose, que se sentía de repente desnuda y fría. Sint
Sin casi darse cuenta, Rose salió del hotel Granchester y se puso a buscar un taxi, pero después no fue capaz de recordar nada del trayecto. Solo comenzó a ser consciente de lo que le pasaba cuando llegó al apartamento que compartía en Notting Hill y trató de olvidarse del príncipe moreno de rostro orgulloso y atractivo.Entró en el apartamento y dejó sobre la mesa su bolso, aliviada por haber llegado a casa sana y salva.Le encantaba el apartamento que se había comprado. Ocupaba la primera planta en una casa de altos techos. Pero había sido un capricho caro como primera vivienda y tenía que pagar unas letras muy altas cada mes, por eso estaba compartiendo con Lara, su compañera de piso.Lara era una actriz enérgica que declaraba siempre ser la invitada de Rose. Pero no era cierto. Rose creía en la igualdad y trataba de respetar esa idea en todas las facetas de la vida.-No eres mi invitada, somos compañeras de piso -insistía siempre. Era una casa típica de mujeres solteras, llena de
Pidió al criado que le preparara un baño de salsa y, una vez a solas, se quitó las prendas de seda. Su cuerpo era de color profundo de la madera y sus músculos, tan perfectos, que emanaban fuerza y poder.Tenía un cuerpo esbelto y fuerte, aunque jamás había entrado en un gimnasio. Eso habría sido una ocupación demasiado narcisista para un hombre como Khalim. Pero la musculatura de sus piernas delataban que practicaba algún deporte.Sí, montar a caballo era su afición favorita, y una de las mejores fuentes de relajación. Se sentía completamente libre cuando montaba a su querido Akhal-Teke por las llanuras saladas de Maraban, con la brisa cálida jugando con su cabello y la sensación de tener al maravilloso animal debajo de él.Se tumbó entre las burbujas y trató de relajarse. Pero no lo consiguió por completo, ya que Rose Thomas y su belleza clara y dorada se le habían quedado profundamente grabadas en la mente. Notó cómo su cuerpo respondía a sus pensamientos y tuvo que hacer un gran e
En el vestíbulo, sin embargo, Khalim se detuvo y Rose notó la boca seca al ver que estaban demasiado cerca el uno del otro. El vestíbulo era demasiado pequeño y si ella estiraba la mano, tocaría el rostro orgulloso y bello de él. Podría dibujar con sus dedos su mandíbula perfecta y sentir la zona dura de su barba. Rose tragó saliva.Los ojos de Khalim brillaron. No se había equivocado. Ella sentía lo mismo que él. Ella lo deseaba. Khalim notaba la tensión provocada por el deseo reprimido en la rigidez de su forma de andar y también podía leerlo en la expresión indefensa de sus ojos o en el gesto de sus labios suaves.-¿Dónde te gustaría ir?-¿No has reservado mesa en ningún sitio? -preguntó Rose asombrada.Había imaginado que él habría conseguido ya la mejor mesa en el mejor restaurante... y más teniendo en cuenta que el domingo era un día difícil para conseguir mesa sin reserva.-No.-Eso limitará mucho nuestras posibilidades.-No lo creo. Yo nunca necesito reservar mesa -le explicó.
Y al mirar a Khalim, se dio cuenta de que él nunca podría llevar una vida normal. ¿Y no estaba en la naturaleza humana desear lo que no se podía tener?-¿Tienes hermanos y hermanas?-Una hermano mayor. Pero no tengo hermanas. ¿Y tú?-Dos hermanas más pequeñas.-¿No tienes hermanos varones?-No.-¿Entonces heredarás un día el trono de Maraban? -preguntó ella, dándose cuenta inmediatamente de que Khalim la miraba con recelo.-Espero que ese día esté lejano -contestó él, consciente de que la pregunta de ella le había inquietado.Le había recordado cosas que él prefería olvidar. Cosas que nadaban, inevitablemente, bajo la superficie de su vida. La salud de su padre estaba apagándose y los médicos le habían dicho que era improbable que resistiera más de un año. Así que era urgente que él encontrara una esposa, que pronto se convertiría en la reina de Maraban.Miró a la mujer rubia que estaba delante de él y su boca se puso tensa. Porque una vez casado, las aventuras con mujeres como Rose T
Rose optó por un traje pantalón de color beige y se recogió el cabello en una coleta. Para terminar, se puso un poco de maquillaje. Muy poco, casi nada.Llegó al hotel Granchester a las diez menos cinco y la primera persona a la que vio en el vestíbulo fue a Philip Caprice, tal y como esperaba.Le observó llevarse la mano al bolsillo del traje y luego, sonriendo, caminó hacia ella.-Hola, Rose.Ella pensó que no era culpa suya tener que trabajar con un hombre que utilizaba su influencia para controlar los acontecimientos, así que le devolvió la sonrisa.-Hola, Philip. Me imagino que Khalim te ha enviado a recogerme, ¿verdad?-No, Khalim ba venido a recogerte él mismo -dijo una voz aterciopelada desde detrás de ella.Rose se volvió y se encontró con él. Sus ojos expresaban un mensaje sin palabras. ¿Pensaría él que había triunfado? Rose supuso que sí. Khalim había conseguido lo que quería. O eso pensaba...-Y supongo que debería sentirme halagada, ¿no es así?Khalim esbozó una sonrisa.
Las bodas siempre tenían algo especial, algo mágico que hacía que el cinismo de todos los días se evaporaa en el aire. Rose agarró con fuerza el borde de su copa de champán mientras esperaba que el padrino comenzara a hablar. Se había dado cuenta de ello en la iglesia, donde las mujeres habían estado limpiándose las lágrimas, emocionadas. Mujeres que normalmente se reunían en cafeterías para hablar de lo descuidados y frios que eran los hombres, pero que se habían pasado toda la ceremonia sonriendo. ¡Incluso a Rose se la había escapado una lagrimita! Ella, que no era una mujer a la que le gustara demostrar en público sus emociones. -En mi país -anunció el padrino de boda, mirando a los novios con sus brillantes ojos negros-, las fiestas que se hacen después de una boda se empiezan con un brindis. ¡Que la alegría que compartís ahora, nunca se borre! Por ello, os pido a todos que levantéis vuestras copas para beber por Sabrina y Guy. -¡Por Sabrina y Guy! -repitieron todos, alzan